Sábado entre rayos y truenos

Sábado entre rayos y truenos, como si el cielo también supiera que te pienso. Las nubes se pelean sobre mi techo, y yo, abajo, abrazo el ruido como se abraza la ausencia: con resignación y algo de deseo. No te llamo porque sería inútil explicarte que los relámpagos me recuerdan a tus ojos cuando decías sí con la voz pero no con la espalda.

Hay algo profundamente tuyo en esta tormenta, como si fueras el relámpago que no termina de caer, o el trueno que tarda más de lo debido en morirse. El mundo se estremece y, sin embargo, la casa no se derrumba. Como yo, que sigo aquí, aunque ya no estés.

Entre café tibio y una radio que chisporrotea boleros en clave de despedida, escribo tu nombre en el vapor del cristal, solo para verlo desaparecer una vez más. Me pregunto si también llueve allá donde dormís, si los truenos también te acarician las memorias, si mi ausencia tiene ruido.

Y aun así, te deseo.
Te deseo con esta furia de nubes,
con la urgencia eléctrica de lo que nunca fuimos,
con la terquedad del que sabe que el amor no se rinde
aunque esté hecho de tormentas.