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Todo el mundo desea la felicidad

Tema en 'Ensayos' comenzado por Alde, 19 de Junio de 2025 a las 5:38 PM. Respuestas: 0 | Visitas: 22

  1. Alde

    Alde Miembro del Jurado/Amante apasionado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    Si además se pregunta ¿qué es lo que mueve al deseo?, contestaré que solamente es la felicidad.
    La felicidad y la desgracia son los términos que indican dos extremos cuyos últimos límites desconocemos; aquello que «el ojo no vio, ni oyó el oído, ni entró en el corazón del hombre». Pero de uno y otra tenemos, en algún grado, impresiones muy vivas producidas por distintas especies de deleites y gozos, de una parte, y de tormentos y pesares, por la otra, a los cuales, en aras a la brevedad, daré los nombres de placeres y dolores; y así existirán placeres y dolores de la mente o del cuerpo, aunque, para hablar con más propiedad, todos sean de la mente, si bien algunos se originan en la mente por el pensamiento, y otros en el cuerpo a partir de ciertas modificaciones del movimiento.

    Qué son la felicidad, la miseria, el bien y el mal
    Así pues, la felicidad es, en su grado máximo, el mayor placer de que somos capaces, y la desgracia, el mayor dolor; y el grado ínfimo de lo que denominamos felicidad es aquel estado en el cual, lejos de todo dolor, gozamos de un placer presente sin el cual no nos podríamos contentar.
    Ahora bien, dado que el placer y el dolor se producen en nosotros cuando determinados objetos operan sobre nuestra mente o sobre nuestro cuerpo, en distintos grados, lo que tiene la capacidad de provocarnos un placer lo denominamos bien, y lo que puede producirnos un dolor lo llamamos mal; y no por otra razón que esa capacidad que tienen de producirnos placer y dolor, que es en lo que consiste nuestra felicidad o miseria.
    Aún más, aunque aquello que es capaz de producirnos un placer de cualquier intensidad sea bueno en sí, y aunque aquello que nos produzca un dolor sea malo, sin embargo, frecuentemente sucede que no lo denominamos así cuando compite con uno mayor de su misma clase, pues cuando rivalizan los grados de placer y de dolor también deben tener una preferencia justa. De manera que, si estimamos de manera correcta aquello que denominamos bueno y malo, encontraremos que depende en gran medida de la comparación que se establezca, pues la causa de cada grado menor de dolor, al igual que de cada grado mayor de placer, tiene la naturaleza de lo bueno, y viceversa.

    La necesidad de obtener la verdadera felicidad es el fundamento de la libertad
    Así pues, como la más alta perfección de una naturaleza intelectual consiste en una búsqueda cuidadosa y constante de la verdad y de la felicidad estable, de la misma manera, el cuidado que debemos tener de no confundir la felicidad imaginaria con la verdadera, es el fundamento necesario de nuestra libertad.
    Mientras más ligados estemos por el empeño de obtener la felicidad en general, que es nuestro bien más grande, y por tanto, aquello hacia lo que nuestros deseos se encaminan con más firmeza, más libres estaremos respecto a cualquier determinación voluntaria de nuestra voluntad hacia una acción determinada y respecto a una necesaria aquiescencia a nuestros deseos fijos sobre algún bien particular que en ese momento se nos muestre como el más apetecible, en tanto que no hayamos examinado debidamente si, realmente, ese bien particular se inclina hacia nuestra verdadera felicidad o si es incompatible con ella. Y, por tanto, mientras que por medio de semejante investigación no hayamos obtenido tal informe, según lo requieran la importancia del asunto y la naturaleza del caso, estaremos obligados, en vista de la necesidad de elegir la felicidad y de buscarla como nuestro bien más grande, a suspender la satisfacción de nuestros deseos en los casos particulares.

    JL
     
    #1

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