Delirio

DELIRIO​

Al principio de los tiempos todo era nuevo, todo era maravilla.

Y como si el propio Universo lo celebrara nació una niña encarnando el deleite de existir.

Era amada por todos los seres vivos pues en ella aún brillaba la chispa de luz que los guió fuera de la oscuridad primordial.

Le gustaba jugar en los jardines de su hermano mayor Destino y pasaba horas y horas perdiéndose en sus infinitos caminos, experimentándolo todo.

Mas un día, en uno de sus infinitos paseos encontró a un ser extraño al que aún no había conocido.

Algunos dicen que era el mismo Creador, y otros que era su contraparte oscura.

En cualquier caso se dirigió a la niña y poniendo a prueba su ávida curiosidad le dijo:

“Hola pequeña Delicia, ¿Te gustan los jardines de tu hermano? ¿Sigues disfrutándolos tanto como al principio? ¿No te resulta aburrido su diseño, no te recuerda a las iteraciones de una ecuación o la colección de rimas de un poema que no hace más que repetirse?”

La pequeña no dijo nada, observó. Pero de dentro de ella surgió una sensación desconocida hasta ahora para ella: La insatisfacción.

“Yo puedo mostrarte nuevos caminos que ni tu hermano, ni nada que holle el Universo conoce. Es un secreto tan bien guardado que debe permanecer oculto. Pero como me caes bien pequeña, estaría dispuesto a mostrártelo ¿Quieres verlo?”

Delicia observó un poco más al extraño meditando su respuesta. No era tan ingenua como para ignorar los peligros que entrañaba aceptar la propuesta. Conocía las normas, sabía que había límites, su familia se los había enseñado. Pero ahora le resultaba imposible aceptarlos, y la insatisfacción se instaló como un agujero negro en el núcleo de su ser, devorándolo todo. Algo que la trascendía parecía haberse apropiado de su voluntad y la impulsó a contestar:

“Sí.”

El extraño la contempló inexpresivo un tiempo más, hasta que finalmente dijo sus últimas palabras a la niña:

“Así sea, pequeña Delicia. Te mostraré esos caminos secretos más allá del jardín de tu hermano. Pero te advierto: Habrá consecuencias, y tienes que jurarme que jamás los revelarás a nadie más, hasta que llegue el momento apropiado, porque de lo contrario tu existencia y la alegría que has traído al Universo se desvanecerá y será como si nunca hubiera sucedido. Es el precio a pagar ¿Estás de acuerdo?”

La niña asintió, y de inmediato el extraño desapareció dejando tras de sí una grieta en los setos que componían el laberinto del jardín de Destino.

Delicia cruzó su umbral y durante eones de tiempo nada más se supo de ella.

Sus hermanos la buscaron por todos los confines del Universo, pero era como si hubiera dejado de existir, aunque de algún modo percibían su presencia, pero en un lugar inalcanzable para ellos, más allá de todo lo creado.

De pronto un día, sin previo aviso, la amada pequeña retornó de su viaje.

Pero ya no era la misma, había visto y sentido cosas inabarcables a cualquier inteligencia. Un conocimiento abrumador imposible entender o explicar. Un saber que sólo puede ser experimentado.

Esas revelaciones habían cambiado a la pequeña Delicia, cuyo nombre a partir de entonces fue Delirio.

Y aunque siguió siendo amada, ya nadie la volvió a comprender.

Y así seguirá hasta su debido momento.

 

Como la polilla que busca la llama.

Gracias por comentar, Alde. Saludos.