1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Biografía biodegradable

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Ricardo López Castro, 27 de Octubre de 2025 a las 12:34 PM. Respuestas: 0 | Visitas: 20

  1. Ricardo López Castro

    Ricardo López Castro Poeta adicto al portal

    Se incorporó:
    17 de Septiembre de 2017
    Mensajes:
    1.984
    Me gusta recibidos:
    1.512
    Género:
    Hombre
    [​IMG]

    “En vuestro pensamiento se desarrollan mis inquietudes, mis complejos y mis debilidades”.

    Puede resultar extraño, pero eso no es lo que más me preocupa.

    No, me dejen a solas, en esta cárcel mental.

    Pero dejo de pedir cosas imposibles.


    Entre cada decisión hay un proceso, y eso es lo que me quiero saltar.

    No quiero convertir mis deseos en prioridades, ni olvidarme de ellas,

    esto es, quiero vivir.


    La felicidad puede venir de cualquier cosa.

    Una persona no puede vivir sin esto, no como quisiera.

    Para ser maestro, y enseñar, se necesita ser consecuente.


    Si no tengo vocación por lo que hago, a la segunda vez que deba, ya no estaré dispuesto.

    Mi mente trabaja demasiado, porque no encuentro solución en las sensaciones.

    No me dejo llevar, subestimo el amor, y opto por espetarme esta gran mentira.

    Está todo inventado. Mis propósitos no se mantienen.


    Entro en la consulta de mi psicólogo, y tras una sesión de media hora,

    salgo prácticamente convencido de que mi vida va a cambiar, a cambiar a mejor.


    Al cabo de unas horas, comienzan estos síntomas, por el conflicto único que me salva de cosas peores, pero hoy pienso, ¿realmente existen cosas peores que los delirios?


    No quiero suicidarme, lo pensé un millar de veces, éste es mi sitio, a pesar de que alimente mi paranoia.


    Sé que todo está en mi cabeza. La doctora me ha dado unas pautas y me ha cambiado la medicación.

    Estoy siempre convencido de que puedo hacerlo todo mejor, pero nunca lo consigo.

    ¿Es todo por los síntomas?

    No lo creo.


    He llegado a pensar que todo está contra mí.

    Qué más da que me crea Dios, o que machaque a palazos este portátil, por decirlo.

    Qué más da que haga público este manual, esta carne de psiquiátrico.


    Como la gente en general, digo que estoy bien, casi siempre que me preguntan, aunque sé perfectamente, que no finjo nada, no en ese aspecto.

    Y tampoco porque mis ojos mentirían.


    Me afectan las rayadas de coco, solo eso.

    Me escudaba en mi patología, pero he perdido a mucha gente por el camino.

    Me he perdido yo. Eso es lo mismo. Nadie tiene la culpa de mis achaques mentales.


    Pienso mucho en el futuro, ahora más que antes.

    Me levanto por las mañanas, hago lo que puedo, lo juro y lo perjuro.


    Por las mañanas soy pura energía, por las tardes me aprieto las clavijas.

    Mi vida va al revés, y debo enderezarla, sobre todo cambiar de prisma.

    No soy el ombligo del mundo.


    Las cosas que digo no se entienden. No es mi intención pedir ayuda, pero sé que en eso está la clave.

    Por lo tanto, la pediré. Cumpliré de verdad con este propósito.

    Es hora de dejar la teoría.

    ¡Pasemos a la práctica!

    Es más, les contaré mi secreto:

    “La práctica, sin teoría, no vale nada, y viceversa.”


    No escribo este texto más que por impulso, mi historia es una calamidad.

    He disfrutado muy poco, y mis traumas siguen sin cerrarse.

    Y cada uno que viene, con el tiempo, más insalvable resulta.


    Qué miedo a las multitudes, a las personas, por separado.

    Mi lado emocional cojea, con tanto tormento.


    ¿Alguien que no haya entrado jamás en mis paranoias?

    Esta cuestión tiene dos sentidos.


    No tengo rencillas con la gente, pero hay personas que pueden manipular a otras, incluso sin saberlo, hasta dejarlas bajo mínimos.


    Mi hermano siempre me dice:

    -¿Por qué no te pasas a la prosa?

    -Me gusta mucho más la poesía, le digo.


    En realidad, la narrativa siempre la he tenido abandonada.

    No era mi intención escribir estas líneas, pero tampoco lo era cuando empecé con los poemas.

    Veamos cuál es mi intención.


    No hacer las cosas al revés, o sea mal.

    No puedo pretender darle la vuelta a todo, pero lo hacía sin reparos.

    Mi escritura siempre ha estado muy ligada a mis circunstancias.

    Por ello, por la pérdida de tiempo que supone no escribir esto, lo hago.


    Tengo una ambición desmedida, y otros rasgos de mi personalidad que me encantan.

    Pero no es cuestión de enfermedad pasarlo por alto.

    Si estuviera manco, no dejaría de escribir, lo haría con la otra mano.

    Esto es lo mismo, pensar en el sentido común es el resultado de una lesión mental, de alguien que piensa al contrario, que no está en la realidad.


    Voy cada semana, cuando el cuerpo o las ganas me dejan, a consulta.

    Y la psiquiatra me ve en su despacho una vez al mes.

    Cada vez son peores las caras que me pone cuando le digo lo que hago mal.


    Consumos de alcohol y cocaína, y todo al carajo.


    Esta mañana me levanté pensando en cómo suicidarme.

    Siempre desde la posición de Dios, evidentemente, por ello hablaba de mis delirios.

    Que conste que no tiene mayor misterio creerse Dios que pensar que tienes siempre la razón.


    Cuando me siento solo, y no tengo ni fuerzas para escribir, fumo más de lo habitual.

    Debería disminuir el consumo de tabaco y café.

    Pero… ¿Hasta cuándo me lo voy a pasar por el forro?


    Mujeres, otro apartado de mi existencia.

    Poco a poco, fui llegando a la conclusión de mirarlas con desprecio.

    Pero claro, estamos hablando de una enfermedad crónica.


    Yo soy el único perjudicado de mi diagnóstico,

    todo está en mi cabeza, incluso los cambios de medicación y sus efectos secundarios.

    Nadie tiene la culpa de mis sinsentidos, pero los que me aman, me quieren, y se preocupan por mí, a pesar de mi aislamiento, el cual estoy trabajando, merecen al menos una tregua.


    A mí los pródromos, o los sobresaltos, fruto de discusiones y fiascos me hieren profundamente.

    No soy el mejor, ni el peor, aunque a veces me lo crea.

    Digamos que mi expediente no oculta nada de mis problemas.

    Y que mi tranquilidad viene de matar el tiempo.


    Y lo digo yo, que no he matado ni una mosca.

    En realidad no lucho contra mi enfermedad, sino contra sus causas y consecuencias.

    No soy médico, sé que la medicación es básica, y el sueño, y el aire libre.

    Lo que sucede es que cuando buscas el opuesto a todo, aprendes y retienes, memorizas todo lo que en teoría está de puta madre.

    Esto me vale para hablar siempre con la verdad, sin tergiversar.


    No me tomo la vida a cachondeo, después de todo, y de haberme preguntado el porqué de que esté aquí, quizá haya algo que sí tenga respuesta para mí.

    Me agotan las preguntas y me asaltan las dudas.


    No puedo permitirme el lujo de afirmar que lo sé todo.

    Siempre se abren nuevos interrogantes.


    “Bienvenido a la Tierra.”


    Gracias, pero solo hablaré de mi locura.

    Al fin y al cabo, solo he sido feliz con ella.

    Y si cambio de tema, es porque me ha convencido lo mundano,

    mucho más que este ego desmedido. Parece no tener techo, excepto cuando se “cruza” con dios.

    Ése es mi principal papel en esta historia.

    No hurgar en dios, pues sería una batalla perdida, y aún no comprendo del todo en dónde encajo. Porque lo que escribo hoy, mañana lo borro.

    Son los gajes de darle tanto al coco.


    Solo hablaré de mi locura sana, sin creerme dios, que las cosas surjan, que me sorprenda todo lo que no he dicho.

    Aprender el arte de a pie, no el abstracto.

    Sincerarme, y sacar lo que llevo dentro, aunque empiece por una simple mueca.

    El amor que yo siento, al margen del pensamiento, vale por una vida, la locura más sana.


    El amor que yo siento me trajo por la calle de la amargura. Pasó como un caballo desbocado.

    O como un tren de alta velocidad.

    Yo no reaccioné a tiempo, no pensaba con el cerebro, pero tampoco me llevaba chascos, porque pasaba de todo.

    Ahora es distinto; hasta hace poco le cogí inquina a la vida.

    Siempre desconectando con drogas o composiciones autolíticas.

    Yo quería y sigo queriendo emplear mi inteligencia para superar mis errores.

    He caído unas cuantas veces, y le he visto las orejas al lobo.

    He tocado fondo en muchas ocasiones. No me bastó con una sola.


    He mejorado mucho.

    Ahora no me voy sin pagar de los bares, ni me voy de fiesta con el dinero de mis pertenencias.

    Estoy peor que cuando empecé. Tampoco soy el mismo.Ni abstemio, de momento, aunque quiera, pues querer no es poder. Aunque si soy realista, incluso siendo yo realista, podría aseverar que tal afirmación es cierta.


    No te juntes con compañías que consuman.

    Imagínense menudo follón.

    Mi novia, mi mejor amigo, y mi padre, a la mierda.

    No hay mayor reto que ser uno mismo (Que conste que algunas opiniones son de mi propia cosecha.)

    Esto es una señal de rebeldía, por dios, esta gente no tienen culpa de cómo funciona el sistema.

    La sociedad nos margina y nos estigmatiza, nos oprime y denigra.

    A mí me da náuseas, asco, grima. Paso de marrones.


    Observo cómo las obsesiones han cambiado mi vida.

    Intento narrar estas efemérides sin parecer que se me va la olla, aunque con mis antecedentes quizá sea más conocido que el pupas.

    Internet fue el lugar donde empezó mi calvario. Divulgué multitud de textos y poemas y tontadas, que la gente no entendía, y realmente, no es que esté de su lado, es que los comprendo.

    No profanaban mis versos, sino las formas de manifestarlos.


    No eres dios.


    No, desde luego que no. Ni querría. Ni sé si existe.

    Quizá sea yo el espíritu santo, o la churrera de la esquina.

    Esta negación ha salido de mí unas cuantas veces.

    No entraré a decir lo que existe y lo que no.

    Solo diré que eso resulta demasiado evidente, más que obvio.


    No tomes más café de la cuenta (Uno al día, y por la mañana)


    El café es una herramienta para desconectar y es sencillo dejarlo cuando te das cuenta de que no necesitas desconectar.

    Es como la muerte, aunque la desees, no se te ocurre asesinar a otro en tu lugar (Esto, en determinados casos.)

    Me une a lo mundano más de lo que parece.

    Es que soy un hombre que sabe que vale menos que poco por sus síntomas, es decir, ellos toman la iniciativa, y yo los escondo.

    Pero todo esto es paja, en relación con la escritura, puesto que aquí, en mi carencia de reconocimiento literario, de mi vocación, de mi obsesión número uno, radica el paradigma y la parodia de todo lo que me propongo.

    No voy a hablar de mis delirios, no quiero acabar esposado a la cama.

    Además, ni siquiera los defendería, puesto que, me los crea o no, duran bien poco.

    Quizá sea un escritor frustrado, dolido, consternado.

    Quizá sea eso lo que me mata. Fíjense, el tema que parece más inofensivo es el único objetivo que tengo.

    Ahora bien, tener, no significa mandar todo a la porra. Hacer eso es mi mayor temeridad. Pero lo hago.(Estoy trabajando en ello.)


    Nadie me ha prohibido escribir. Tampoco conocen la temática empleada en los versos redactados en estado psicótico, o suicida.


    No digo que esté muy bien expresado, pero aún es pronto para distinguir a los cuerdos de los locos, pero ya es tarde para distinguir a los cuerdos de los locos.

    Ése puede ser el fin.


    De mí pueden saberlo casi todo, o todo, pero yo no soy la cuestión de esta novela.

    No creo que sirva de mucho saberlo todo sobre algo.

    Al fin y al cabo, cuántos pueden corregirme, en medio de tanta confusión.


    No lo hago ni por mí, ni por nadie, aunque quizá busqué algún tipo de reconocimiento, sea de la índole que sea.

    Pensándolo bien, cómo iba alguien a premiar el comportamiento y las letras de un enfermo crónico, que busca el equilibrio.

    Esto no es pesimismo, pesimismo es una depresión mayor.

    Nunca diré que no estoy enfermo, jamás.

    Pero no me lo voy a decir a todas horas. Si lo hubiera hecho, ya no estaría aquí.


    Imagino un mundo sin realidades figuradas o enfermizas. ¿Es demasiado imaginar?

    Aquí es donde la escritura cobra toda su fuerza.


    Cómo saber a ciencia cierta que no soy mundialmente conocido y se me cierran las puertas por lo que difundí en la red cuando no estaba bien.

    No se puede. Ahora, también es cierto que esa paranoia sin ecuanon condiciona mi estilo, mi lado más optimista.


    Está bien, todo son pródromos, alertas y síntomas.

    Vaya bodrio, ¿no?

    Regresa de tu realidad, sabes que no existe, me digo.

    ¿Y qué sucede con la escritura?¿Qué hago con ella?

    Lo que te salga de dentro.


    Aquí se empieza a establecer el contexto.

    Me/Os pongo en situación:


    “Necesito cambiar de fama.”


    Nunca he cambiado de tema, en muchos años. Escribía para complacer a los demás, o para endiosarme.

    En cuanto a mi fama, ganada fácilmente, y luchada más tarde en múltiples ocasiones, os debo confesar que era de perdedor.

    Y bien perdido estaba. No me casaba con nadie. Hacía todo lo contrario, la guerra por mi cuenta.

    Un rebelde sin causa.

    ¿Dónde estaba el conflicto? ¿En vuestras miraditas? ¿En vuestros comentarios a mis poemas?

    ¿En vuestras reprobaciones? ¿En vuestros consejos?

    Ahhrrrrrgggggg.


    Para cambiar de enfoque, asumir la realidad es el primer paso. Lo que haya pasado anteriormente no es relevante para ello, siempre que esté predispuesto y vea las cosas como son, aparte de reales, evidentemente.

    Pero cambiar de enfoque solo se puede hacer en una dirección. Curiosamente, solo hay un enfoque. Lo mencionado anteriormente son pensamientos omnidireccionales y cruzados entre ellos.

    Las ilusiones son mis mejores aliadas. En esta situación, a nivel mental, es lo que me mantiene con fe.

    Siempre hay un camino para el cambio. Y no es la realidad la que tiene que cambiar, es más, nunca lo hace.

    No puedo caer en contradicciones, aunque las dudas me descoloquen.


    Soy hipersensible, o eso creo. La palabra habla por sí misma.

    Mi mayor amor no siempre ha sido la poesía. He tenido muchos desengaños desde que era un niño. Por ello comencé a escribir y a intentar hacerme la vida más sencilla, más fácil de llevar.

    Cuando empecé a exponerla a la crítica cometí el mayor error de mi vida.

    Dejé a un lado poco a poco, lo importante, mi existencia, mi realidad.

    Fui perdiendo autoestima, y acabé escribiendo durante horas y horas en la cocina.

    No me gustaba mi aspecto, ni estaba a gusto con nada, todo me molestaba, solo quería el reconocimiento ajeno.

    A mí me encantaban los versos y poemas que salían a la luz, pero la crítica a mis textos y mi propia autocrítica, aún más destructiva, hicieron que mi cabeza estallase.

    Escribía en un foro, antes de ser baneado por mis desencuentros y desatinos con los compañeros.

    Acabé ingresado, pensando que era dios. Convencido de que lo era.

    No dejé de escribir sobre ello, ni siquiera en el psiquiátrico, donde estuve dos semanas.


    Y todo esto, acorralado por los síntomas de mi nuevo diagnóstico.

    Necesitaba vida, necesitaba amor.

    Ni delante de las narices lo veía. No veía nada en absoluto.

    Me dejé una vida por el camino, y ni siquiera ahora puedo decir lo contrario.


    Aunque, sigo respirando, y a veces sea lo único que hago, de lo apático que puedo llegar a ser,

    soy consciente de que tengo algún buen momento todavía.

    Que me conformo con poco para estar bien, y a veces ni siquiera me doy cuenta de que lo hago.

    Analizo demasiado, me fijo mucho en los detalles, el matiz, el deje de las personas cuando dicen o miran, o hacen cualquier cosa. Es realmente eso lo que me está matando.


    No hay nadie perfecto, la perfección no existe.


    Éste es uno de los temas más complicados de tratar. Porque habría que tratarlo a la perfección.

    Pero mi postura acerca de esta negativa es la siguiente:

    Si no existe, por qué todos la buscamos.

    El amor se destruye también, es la prueba más exigente para la perfección, y viceversa.

    Me he vuelto un iconoclasta, un librepensador, un paria, y todo por mi afán de perfeccionismo.

    ¿Es que nadie puede ser como yo? ¿Por qué no puedo ser perfecto?

    (Este tipo de líneas se me ocurren solo cuando mi estado anímico sube por encima de lo normal, o cuando estoy alterado. Puede que sea voluble, en algunos aspectos en que no debería pasarme eso.)

    La otra cara de la moneda, está bien clara. Buscando eso en los demás estás jodido.

    Y que conste que estamos avisados, que todo empieza por analizarse y conocerse a uno mismo,

    saber rectificar a tiempo, y cuándo cometemos errores.

    No, por unanimidad, no existe la perfección.


    Felicidad


    A veces hay situaciones que nos eligen, incluso sin esperarlas.

    Eso me recuerda también a las ilusiones. Para mí, la felicidad forma parte de ellas, en el buen sentido, el mejor de los sentidos. Es como si estuviéramos dentro de una ilusión, dentro de algo que habíamos soñado o imaginado con vivir.


    He tenido momentos de felicidad, para mí, incomparables al resto, porque sorprenden, porque fascinan.

    Eso es lo que tiene la felicidad, te coge desprevenido, y es una sensación maravillosa.

    El presente se magnifica, no hay pensamientos, no trabaja el cerebro, dejo de ser autómata, o un automatismo de la mente.

    Ahora mismo soy todo lo contrario.

    No sé por qué incluyo este capítulo, supongo que por presumir de algo, por haber conseguido este objetivo elemental para todo ser humano.


    Ser humano


    Es demasiado largo de contar, pero el ser humano, en síntesis, me ha hecho lo que soy y lo que no soy.

    De él formo parte. De él heredé la codicia, que no es más que ambición enfermiza, ansias ingentes de gloria y de poder.

    De él, de su trato hacia mí, salió el concepto, esta idea de dios que marca lo que escribo.

    Quizá, por toda esta basura, sí que guardo rencor.

    Y mi enfado lo pago con cualquiera. Lo que nunca jamás debí hacer, fue vestirme de ídolo,

    para enseñarle a todos mi talón de Aquiles.

    No existe la perfección. Esto no ha sido un error, sino una gambada colosal.


    El espejo


    Yo miro y no me gusta lo que veo. No me gustan las bolsas y ojeras, las arrugas, las canas. La mirada extraviada, el semblante tétrico.


    Pero siempre miro y no me gusta lo que veo. ¿Cómo me verán los demás? Con mis mismos ojos no, desde luego. No me cambio por nadie, pero a mis ojos les daría una vuelta.


    No me cambio por nadie, no sé muy bien por qué. No quiero dotar a cualquiera de lo que soy, por dos motivos:


    -Quizá me quiero, al fin y al cabo.

    -Quizá piense que nadie me merezca.


    ¿Realmente haría algo para joder al prójimo?

    No veo a nadie afectado, solo a mi madre, histérica y preocupada hasta decir basta.

    Siendo claro y transparente, no me extraña.

    Por darle la razón, por algo, por eso, por lo que sea igual o parecido, se empieza.


    Mi madre mira y tampoco le gusta lo que ve.


    Establecer rutina.


    Ésta es sin duda la fase clave de mi recuperación, o eso dicen los profesionales.

    No es que yo sepa mucho de eso, pero les doy la razón, aunque luego nunca hago mucho caso.

    La rutina como tal no es lo que aburre, ni siquiera la soledad. Lo que entristece y amarga profundamente es no tener un solo objetivo, pasar por la vida como una maleta, como se suele decir.


    Yo les digo que eso no lo soporta ni el mejor de los santos. Nadie puede vivir sin objetivos, incluso yo.

    Los míos son romper mi paranoia, pero la escritura/lectura no hace todo el trabajo, por desgracia para mí, y los medicamentos y el sueño, tampoco.

    Pues el caso es, y no me preguntéis por qué, pero todo en conjunto, sí que funciona.


    Quizá nunca llegue a estar al cien por cien, pero quiero paz y tranquilidad, eso para mí es lo principal.

    Y no me refiero a incluir una meditación a jornada completa sobre mí.

    A mí ya me tengo muy visto, y muy calado, pero nunca es suficiente, por lo que parece, pues siempre vuelvo a caer en los mismos errores.


    Mi poesía, mis vicios y mis delirios.

    No escribo ya como terapia, aunque quizá me sirva todo esto de vía de escape.


    La rutina no es lo que más me preocupa, digamos que todo lo que atañe a la existencia me afecta por igual, como si de alguna forma perteneciera a mí.


    Nota informativa


    Normalmente, a nadie le gusta sufrir. A mí casi que tampoco. Pero a veces el tormento es tan profundo, que te absorbe los sesos, hasta el punto de no reconocer tu propio estado.

    Debe de ser algo parecido a las voces que oyen los esquizofrénicos.

    En mi caso es peliagudo de cojones, pues nadie en mi cabeza, ni siquiera una alucinación, me dice algo bueno sobre lo que soy, lo que hago. Y fuera de mi cabeza, tampoco, que conste.


    Eso son consecuencias del aislamiento, el síntoma más profundo que he llegado a experimentar.

    Es como quedarte a solas en la Tierra, y todo lo demás no valiera un rábano, porque eso es la raíz del aislamiento, uno de los pródromos característicos de estas patologías.


    El colmo, que es lo que sucede, por cierto, que te lo crees. Empiezas a labrar tu futuro lejos de la mala gente, y acabas desconfiando de la suela de tus zapatos.

    Y se pasa mal, por supuesto que sí, pero sentirse superior te quita la energía, no puedes llegar muy lejos con ese tipo de elucubraciones, que solo te llevan a pensar en “cambiar” de sitio y de

    “seres.”


    En esta época de tecnología y confort, se pone de manifiesto mucho más aún el tema que estamos abordando. Y no se le da la importancia que merece, al hecho de las adicciones, de la herencia genética, del estrés, de los traumas, etc, etc, etc.


    Ahora hay más enfermedades que nunca, mentales, me refiero, y menos aceptación que nunca a estas personas, estos bichos raros, estos babosos, esta lacra, estos chalados.


    No sabéis si estáis tirando piedras a vuestro propio tejado. Reírse está muy bien, pero hay que saber hacerlo. Yo, particularmente, escapo de estas situaciones, lo que no quiere decir que no me repatea lo que sucedo, y, ante todo, siempre, como yo lo veo, repito, como yo lo veo.


    Estoy abierto a todas las opiniones que queráis. O mejor aún, no mal gastéis vuestro tiempo conmigo. Dadme la razón como a los locos. Y así seguiremos, cada loco, cada trastornado, con su tema. Esto no es otra cosa, es respeto.


    Seguro que la locura empezó por una falta de entendimiento, o por algunas. Imagínense ahora, con lo desorientados que a veces estamos, la cantidad de problemas de este tipo que se deben estar cociendo.


    Yo no creo en los informativos. Solo en Dios, y a ratos.

    Pero eso no quiere decir que me esté planteando tirarme por un barranco.

    No confiéis en las personas al cien por cien, aquí vivimos alienados, y en esto no creo que haya excepciones, aunque me haya convencido anteriormente de lo contrario.


    Muchos os preguntaréis con qué propósito escribo sobre mí, sobre esta serie de materias poco agradables a la vista, y sobre todo, que también podéis pensar que se trata de un intento de refrendarse, redimirse, ensalzar mi propia literatura, ya sea con beneficios económicos, o en aras de un mínimo reconocimiento.


    No resulta, ni ético ni estético, para mí, reafirmarme en todo lo que dije en mis textos, pero lo que sí que sé, es que en ningún momento intentaba venderos la moto, sobre todo con mi idea fija de dios, que era lo que mancillaba y me fue marginando de la crítica y la atención/reconocimiento, que tanto ansío.


    Y es que nada llega cuando se le pone tantas ganas, porque acabas escribiendo para el respetable, y no para ti, es decir, que básicamente no es algo tuyo, algo íntimo lo que expresas, o directamente, no expresas nada nuevo, o nada de valor.


    Y ahora, ¿cómo le doy la vuelta a todo esto?


    Lo que habéis leído hasta este apartado no es lo más profundo que puedo transmitir, pero espero haber estado a la altura, y al menos, haber generado un mínimo de interés.

    Si no es así, me giraré, os daré la espalda, y me iré a freír espárragos por ahí adelante.

    Como no puedo saberlo, seguiré mi intuición.


    Niego y afirmo que necesito un cambio, pero no radical.

    En verdad que incluso he llegado a mentir en varios puntos de este trabajo.

    Pero, ¿al fin y al cabo qué es una mentira o un engaño? ¿La clave para que pasen por el aro y me hagan el randevú?

    ¿Necesito contar la verdad para que todos salgamos satisfechos?

    Yo digo que no. Es más, meto la mano en el fuego por eso. Es más, si esto no es así, que me parta un rayo.


    Hasta aquí, damas y caballeros, el poder de la verdad, algo que es completamente inviable, puesto que estamos hablando de algo que no existe, que no se mantiene en el tiempo, que es imposible que lo haga, ya que de un momento a otro cambia la situación. Anda que no.

    No estoy convencido de nada en esta vida, pero sé que ustedes tampoco. Sigan leyendo, les insto a que continúen dejando a un lado la verdad, que nos deja a todos locos, trastornados, hechos trizas.


    Todo está en tu cabeza.


    Ésa frase es sensata, de veras, y ayuda mucho cuando uno se plantea dos cosas:

    -Las demás personas conspiran contra él.

    -Quitarse en medio, que no es sino consecuencia de la primera.


    Desgranamos, desglosamos esta especie de frase motivadora, aun sin nada que analizar ahí.

    Es tan fácil y tan directo como creerse tu paranoia o no.

    Y todas las respuestas posibles a esto último, ¿dónde la habéis encontrado?

    Si incluso el ser humano a veces, duda de su propia existencia.

    Estamos hechos para cuestionar, no para iluminar a nadie, ni arrojar luces sobre un asunto u otro, y esto te lo garantizo. En otras palabras, lleva mi sello lo que acabo de decirte.


    No estoy todo el día abierto a sugerencias, aunque las escuche.

    Solo me cambia el semblante y se me agarrota la mandíbula cuando no me interesa lo que se dice de mí, o de cualquier otro asunto.


    Y es que lo que para ti es vital, a mí puede parecerme desechable, pasto de letrinas.

    Tengo preocupaciones, miedos, y sé que todos aparecen en mi mente. Nunca he visto a alguien decirle a otra persona que sus miedos no están fundados. Eso puede ofender, y mucho, y que conste que yo antes tomaba esa posición altiva, como si fuese dios, o un inmortal, o un inconsciente, o un insensato (Esto va por el sistema.).


    Cómo castigar a alguien por lo que piensa o hace, o dice, o expresa.

    El título de este apartado lo dice todo y nada, al mismo tiempo, y que quede cristalino:

    “Me cohibo muchísimo por crímenes como aquel a la literatura, a mi integridad.”


    Pregúntate, conmigo, por qué quieren estresar a la gente con preguntas sin respuesta.

    Y no es broma, lo hacen. Que sean conscientes de ello o no, es otra historia.

    ¿Quién sabe si realmente está siendo manipulado?

    ¿El pensamiento, el arte, la cultura, la propiedad intelectual?

    ¿Eso está en mi cabeza? ¿En la tuya?

    ¿Cómo te sientes cuando te hacen parecer un desviado mental? ¿Como si todo estuviera en tu cabeza?


    No eres dios (II)


    Nunca he gritado a los cuatro vientos, pero sí he charlado sobre mi patología.

    Nada va a convencerme, a instigar que profundice en dios.

    Profundizar en dios es profundizar en mí. Lo digo más que nada por tantos paralelismos que tenemos en común.

    Si se tratara de mí, callaría, dejaría de escribir, y me dedicaría a las labores divinas.

    Pero no quiero más delirios. Eso sí, que nadie me diga que no soy dios, repito.

    Que nadie me roce al caminar y cruzarse conmigo, que nadie hable por encima de mí, que nadie se haga el aguilucho para “verme la cara”, que no me toquen, que no me partan la jeta, que no vengan a darme una paliza, ni contra mi salud, ni contra mis convicciones.

    “A Dios no se le jode.”


    A veces pienso que si me dejara llevar hacia el más allá, hallaría algo mejor, infinitamente mejor.

    Imagínense a dios en un mundo aparte, sin impertinencias. Con lo que a mí me gusta este juego en el que cada vez que hablo de algo, se convierte en una fantasmada.


    Ese mundo aparte ya ha sido creado.

    No me digan que no soy dios, o me largo.

    Hay muchas maneras de difamarme, pero, hablemos de blasfemias.

    Cada quien platica sobre lo que le interesa saber, o sobre algo que pueda entretenerle, incluso cambiarle la vida para siempre.

    No recomiendo la senda que yo recorrí, porque yo eso lo logré gracias a mi persistencia, y mi convicción.

    ¿Si hay medicación contra ello?

    No, ello va contra la medicación. Se acabaron las preguntas cuerdas.


    ¿Rebeldía?


    Si eso fuese verdad, si yo fuese un rebelde no haría las cosas por el gusto de desobedecer. Pero no suceden así las cosas.

    Es más, podría ponerte un millón de razones, palabras, contextos, en los que no me reconozco.

    Y eso no es ser un inconsciente. Está reconocido como un síntoma.

    Por qué la gente no quiere comprenderlo. Esto me rechina. Es bien sencillo, pero no les voy a dar más pistas, ni les voy a describir lo que se siente en esos casos.

    Solo diré una palabra: Caos.


    Hoy cumplo cuatro días tomando un solo café, que no un café solo. Y parece que estoy algo más lúcido. Así las cosas deduzco que lo que escribo va por detrás de lo que pienso, de lo que me trasciende sobre mí.


    No quiero hablar de dios, ni siquiera creo en él. Créanme en esto, y seré claro como el agua, cristalino. Aunque, ahora lo entiendo, ustedes están convencidos de que creo lo contrario. Ustedes piensan que yo soy un engaño, por el mero hecho de que piensan que dios no existe.

    La credibilidad es algo totalmente en declive. Y más allá en algo que no se ve, que no ha sido probado.

    Precisamente eso es lo que pasa, que nunca me he mostrado como soy.

    No hablo como Dios. No soy un dios cobarde que escapa de lo que es, de su propia esencia.

    Lo hago para mantener la incertidumbre. El cisma que experimentan sus creencias e ideales no se sostiene sin algo en lo que crean, superior a todos nosotros. No me refiero al creador de las creencias e ideales. No soy superior a nadie. No demuestro mi versión de dios.

    Quizá sea como la verdad, cada uno tiene la suya.

    ¿Adónde hemos llegado?

    Solo por ello, prefiero seguir así de impredecible.

    Mucha certeza hiere, y demasiada mentira, es igual de predecible, pero puede llegar a doler el triple. Sobre todo cuando uno tiene el objetivo que se ha marcado en el bote.

    El mío es el siguiente:


    Mi pregunta se llama Dios.


    Soy capaz de afirmar cualquier cosa, pero todo lo que digo sobre dios hay que cogerlo con pinzas. Si me ves escribiendo sobre dios, avísame, pégame un toque, porque eso significa que sigo vivo, y que puedo reaccionar cabalmente, y no decir lo mismo cuarenta mil veces.


    No quiero, gracias por el ofrecimiento, pero no quiero.

    No me gusta repetirme, eso no es pensar libremente.

    No quiero preguntas que me arruinen la existencia, porque si no obtengo respuesta, me la invento, para desconectar y en definitiva, para autodestruirme.


    Y eso es lo que llevo haciendo, prácticamente todos los días, desde hace unos diez años.

    Lo siento, si he defraudado a alguien, pero no voy a aventurarme en una depresión mayor.


    Traumas y disociaciones.


    Este listado se lleva la palma. Atentos:


    No contábais con este respiro que os doy, ¿eh?


    Consecuencias.


    No soy la consecuencia de todo, ni de nada. Solo soy otro hombrecito más con sus crisis a cuestas. Cuando me detengo a descansar, cambio radicalmente.

    Mi mente comienza a pegar bandazos de un lado a otro, me cuestiono unas ocho mil veces por segundo, me aburro, o simplemente me toco los huevos.

    Cuanto más odias la existencia, más solo te quedas.

    Y mis pensamientos y rumiaciones, ¿de dónde vienen?

    Son pensamientos sin nombre, negativos, no hallo en ellos un sí como respuesta.

    Son más que dudas, son convicciones o fallos neuronales, qué carajo voy a saber yo.

    ¿Y todo se soluciona con tratamiento y descanso satisfactorio?

    ¿Con aire libre, ejercicio físico y mental?

    ¿Sin consumir café, alcohol, cocaína?


    No, todo lo soluciono yo.

    El tema es que, con el tiempo todo tiene, que no adquiere, un sentido. No soy yo el listillo que va a cambiar o a trucar o a trampear el funcionamiento de este mundo.

    El sentido del que hablo es eterno, siempre ha sido el mismo, aunque quizá esté farfullando, o aparentando que sé más que la media de los mortales.


    No me refiero a Dios, me refiero a las preguntas sobre Dios.

    Eso es lo más eterno que puedo asegurar al noventa y nueve por ciento.


    Las situaciones que te ponen al límite son las que más te pueden mermar, en todos los ámbitos.

    Ansiedad, estrés, psicosis, etc. Y todo esto le puede pasar a cualquiera, no creo que esté diciendo nada descabellado.


    A mí me cambió la forma de ver las cosas, mi forma de vivir.

    Nunca fui un santurrón. Simplemente, contenía mis pensamientos y opiniones, por no quedar en evidencia, ya que nunca o casi nunca coincidía con nadie en las discusiones, por muy “interesantes” que resultaran.


    Qué importancia tiene llevar la razón. Si alguien te la da, probablemente sea por respeto, o por vergüenza, como yo hacía siempre, o por ambas cosas, como yo hacía casi siempre.

    ¿Qué tal estás? ¿Has tenido un buen día? Sí. Muchas gracias por preguntar. Pues mira, hoy todo me ha ido genial, me han dado la razón ocho veces.

    ¿Descorchamos la botella de champán, cariño?


    Detesto las reuniones sociales, pero eso es por mis traumas. Si empiezo a desbarrar sobre ellos, esta novela se convertiría en historia.

    Todo lo que hago, o digo (Aunque en este segundo caso es más difícil de ver, puesto que la palabra casi siempre va más rápido que la mente, o simplemente hablamos por automatismos.),

    tiene un motivo.


    La verdad es que es importante hacer las cosas justificadamente, y no en un mar de apuros.

    Este mundo lo construimos entre todos, y si todos nos quejáramos por lo mismo, ahí se acabaría la discusión. Incluso podríamos ver que llegar a un acuerdo es más importante que poseer la razón.


    Expongo este asunto de manera solapada, no soy un revolucionario, ni mucho menos, y hoy he tomado la medicación correctamente, así que no me entran ganas de colgarme de un roble o de una viga.


    Por suerte, dios está ausente, y tengo los dos pies en la Tierra, espero que dure lo suficiente como para transmitir lo que me está devorando por dentro. Solo sé lo que debo hacer para estar bien, aunque cruzar la línea, fomentar el mal, mi propia autodestrucción, es el camino más corto que puede experimentar mi mente, aun a merced de la vida.


    He comenzado mi rutina, y puede que funcione, ¿le damos una oportunidad?

    Ahí deposito todas mis ilusiones, y no es coña, ya que, por lo demás, no tengo remedio.

    Un cuarentón escribiendo en plan intelectual o solemne, con tono sarcástico y una notoria retranca.


    Sobre mí.


    Hay varias cosillas que vienen bien saber sobre mí, pero hoy en día la gente suele usar tus propias palabras para joderte. Perdón por el taco, pero lo que acabo de decir lo mantengo y jamás se irá de mi cabeza, a no ser que encuentre algo que me fascine, que me trascienda, ya sea dios, si existe (Como ven, oscilo entre la humanización de lo divino y su inexistencia.), una mujer, o una mirada (Con cuerpo de por medio, claro está.), y me he percatado de que esas cosas ya me han sucedido.


    Quizá en eso sí que sea el tipo con más suerte del planeta.

    Puedo profundizar y descubrir que creo en el amor, y no es de boquilla, ni hablo para el cuello de la camisa.

    Es una emoción que he experimentado, que he pasado, que me ha sobrevenido en varias ocasiones. Decir que no creo en algo así, negar la evidencia, es condenarse al ostracismo.


    Y ahí es donde he estado hasta ahora, en la infamia más profunda. No sabía si los palos me venían desde dentro o desde fuera.


    Pero eso de los palos no lo voy a tratar, no porque tenga ningún inconveniente, sino porque creo firmemente en que eso pertenece al pasado.

    Las horas, y días, y meses, y años de aburrimiento, tedio, esplín, apatía, abulia, son para mí los verdaderos palos.

    El verdadero problema no eran los palos, sino mi “ombliguismo”, que no me dejaba ver más allá.

    Esto es terapia pura y dura. Como verán tengo muchos pájaros en la cabeza.

    Y aún acabamos de empezar. Puedo profundizar hasta el fondo, pero lo haré sutilmente para los más sensibles, sobre todo.


    “Nunca creáis todo lo que decís.”

    No hagáis lo que yo hice, me convertí en una persona inmunda y totalmente desequilibrada. No sé si tengo solución o no, si ese hándicap sobre el altísimo y la madre que lo parió, me llevará y me enterrará antes de que lo vea venir.

    Antes de creer hay que pensar, pensar en si estamos viendo las cosas como son realmente, o si las estamos viendo como queremos nosotros que sean.


    A dios no se le ve, ni se le siente, porque dios es una invención del hombre.

    Quiero vivir al margen de todo esto, de verdad que sí. Tengo que asumir de una vez que nada ni nadie está en mi contra, pues creer que esto es así, se convierte en la razón por la que veo el mundo de otra forma en esas enajenaciones y delirios de grandeza.


    Lo que pienso no es producto de dios. Lo que pienso y la profundidad de mis disertaciones son el resultado de dotar a mi mente de eminencia. Plagado de desgracias, mi única salida fue indagar, elucubrar, tergiversar, etc, etc, etc., y darle la vuelta a las nociones humanas sobre lo real y lo ficticio, lo que es bueno y es malo, y desechar categóricamente todos los consejos y avisos que llegaban a mis oídos.


    El último paso es el desprecio. Muy poco tiempo permanecen en mi mente los recuerdos, ya sean buenos o malos, pues casi todos se han visto empañados, o han sido descatalogados, o simplemente pasados por mi ojo clínico. Mención honorífica para mi capacidad analítica. Detecto imperfecciones de un plumazo, de un vistazo.


    Yo soy la mayor imperfección que existe. Con estas ambigüedades, ¿adónde iba a ir yo a parar?

    No me quiero enrollar, espero que no penséis que si sucede, lo hago a sabiendas.

    Tampoco quiero que nadie piense como yo, aunque pudiera remotamente suceder eso mismo.


    No sé si necesito un lavado de cerebro o un exorcismo. O si ya estoy sumergiéndome en lo segundo. Aunque la verdad es que me siento la mar de tranquilo.


    Y pensar que esta hazaña comenzó por estrés laboral. No hablaré más de…

    Pero de lo que quieran, cuando quieran, estoy cuasi dispuesto. Necesito aterrizar pero ya.

    Echarme novia, alquilar un pisito, y adquirir un cachorrito.

    Por lo demás, no se preocupen, siempre tengo cosas que contar, palabras con las que celebrarlo.


    Aburrimiento.


    Si fuese todo sencillo, nunca se me quitarían las ganas de hacer nada. Poco a poco voy reafirmándome, volviendo por mis fueros. ¿Cuáles? Pues con un pasotismo escandaloso.

    No por despecho o desprecio, que a veces también. Ahora lo que me está comiendo por dentro es la misma paranoia de siempre.


    Dios, ¿qué le he hecho yo a mi cerebro? ¿Qué me ha hecho él a mí?

    Si ni siquiera pensé que sirviese de algo.


    Resulta que me han baneado de una página de ligues y follamigos (Qué bien vista está la segunda palabra, dado el esfuerzo exhaustivo que empleamos a veces para poder conseguir un buen polvo.), y todavía no sé el motivo.

    Será porque no invertí un solo céntimo, y porque me aburría.

    Solo me gustaba la ruleta de los regalos, y la tragaperras de los logros.

    Cómo suena, mejor aún que el paraíso. Básicamente, no dejé de estorbar y molestar a las personas, contando con que sus perfiles no estuvieran trucados o retocados, a la hora de chatear. Yo, otra vez llevando la contraria. A saber cuántos usuarios están verificados, y lo bien que le va a esta página de escorts, más que de otra cosa.

    Cada vez somos más directos. Madre mía, con la de vueltas que le doy yo a todo.

    Eso es aburrimiento. Quedarme solo conmigo es otra historia.

    Mi mente se empeña en hundirme, y yo solo puedo remar y levantar la cabeza.

    Quedarse solo conmigo es quedarse solo con mi mente, estancados los dos. Hoy, al menos no nos decimos nada, ni nos ayudamos mutuamente.

    En verdad amo al ser humano. Hakuna Matata. Eureka. Harakiri. Lo que sea.

    Puedo decir misa, que no me entero de nada, y esto no es una indirecta para el señor.

    Solo faltaba. Ya me llega con la cantidad de pruebas que me pone este desgraciado en el camino. Me prohíbo escribir, follar y drogarme, y también me alejo de las malas compañías, sin contar con un pequeño detalle: Yo soy el peor. Será mejor para todos que la presión no me lleve a rondar a Dios, y a quedarme estático en la butaca, con la cabeza inclinada hacia delante, cuasi echando baba por la boca, en posición cascada.

    Así estoy yo, cascado de escuchar fanfarronerías. Mi mente no da más de sí.

    El resto quizá tengan que leerlo a ciegas.


    Escritura automática.


    Esto de redactar o transmitir a través de las palabras escritas no es nada sencillo, por ello yo lo hago en un “volao”, porque sé que una idea se va y otra viene, pero no quiero que se vayan, qué narices, que esperen al menos a ser tratadas como se merecen.

    La gente puede creer y pensar lo que quiera. A mí me va mejor, porque lo llevo a cabo, pero las personas no se fían de sí mismas, en el fondo. Pero no en lo más hondo de su ser.

    Cuando las estructuras resultan perfectas, a nadie se le ocurre asesinar al arquitecto.

    Eso es lo que sucede con la vida, y también, cómo no, con la escritura automática.

    Ya le he puesto nombre a mi propia inspiración literaria. La llamo escritura infusa, y les puedo asegurar que sale sola, la idea sobre lo que hacer, como cuando me ingresaron la primera vez en el manicomio (Hablemos en términos coloquiales.), con una psicosis realmente envenenada.

    Escritores los hay de muchas clases, pero no todos confían en lo que escriben.

    La crítica puede ser, concienzuda, metódica, circunspecta, constructiva, destructiva, destructiva para construir algo totalmente diferente, constructiva para modificar algo en concreto, ya sea poesía o prosa. Está muy bien seguir sus pautas, directrices y enseñanzas y doctrinas, pero en dios he dejado de creer hace un par de segundos. Aún no estoy preparado para congeniar con nadie, ya sea para bien o para mal. Soy difícil de llevar, y de dejarme llevar. No es preciso el coito para confirmarlo.

    Si quieren que escriba como un autómata, háganmelo saber, les pido.

    Es más, les invito a que la practiquen, pero no se alerten en cuanto a mí, que poca cosa cambian dentro de mi concepción de lo que me rodea.

    Sentimiento dedicado, sentimiento perdido, mirada vacía, mirada perdida. Ya saben por dónde comenzar un flirteo.

    A todo esto, les aconsejo que sean ustedes mismos, lo más natural posible, no espere a que les resulte imposible, como hice yo. No quiero que sufran lo que yo, quiero un beneficio común.

    Eso sí, no se olviden de mi propina. Ustedes eligen, por supuesto.

    No sé ni cómo sobrevivo, me paseé demasiado por el abismo. He vestido a dios de etiqueta y de papelina. Pero ni aún así conseguí pisparme de que yo he nacido para esto:

    “Contar mis penurias, de una forma tan cómica y extravagante, echándole dos huevos.”

    No siempre pude separar la carne del pescado, su mundo del mío.

    Ahora no tengo ni que usar la cabeza, esto es un gran avance, amigos. Estamos de celebración.

    Cójanse unos días de asuntos propios, les garantizo que si leen atentamente podrán saber por qué se les llama así. Esto es vital. Agárrense a lo que puedan, yo echaré el resto.

    Estoy dispuesto a echarles una mano, pero no al cuello. No me llamen dios, eso lo echaría todo a perder. Me quedo. Que sí. Dedicaré mi filosofía sin cátedra a ser lo más parecido a un hombre de provecho. Estoy motivado, pregúntenle lo que quieran sobre mis cosmogonías, sobre mi concepto del amor, verán como no le concedo el honor de tabú a nada en absoluto.

    Los tabús son derivados del miedo a que te tomen por loco, o por polémico.

    Y ninguna de esas dos cosas suenan bien, para nada, ni son buenas, qué va.

    A esto lo llamo escritura infusa, como iba diciendo.

    Mi preferida, mi niña linda, mi cariñín.


    Amor por la literatura.


    Se nos acaba el tiempo. No hay margen de error. No caigamos en la trampa del ser humano, elaborada por el ser humano, que nadie ha podido sortear. El ser humano es el único ser vivo que se autodestruye. No se autodestruyan, y punto. Todos sabemos la teoría de memoria, de carrerilla. No nos autodestruyamos, hagámoslo por la literatura (Arte de mis entrañas, llévame a mí, nadie más tiene la culpa.).


    La muerte.


    Eso que no existe, en teoría, ya está muerto. Quizá estemos rodeados de un sinnúmero de cosas muertas. No voy a expresar nada a favor ni en contra de la muerte o las creencias del hombre, pero tengan en cuenta, hagan el favor, de que son solo eso, creencias del hombre.

    Hay mucha gente que cree en el amor, y se pasa la vida esperándolo, o intentando que se lo metan por los ojos.

    No se obsesionen con pensamientos turbadores sobre estas materias.

    El hombre hace al hombre, no tiene nada que ver con la muerte, a no ser que se la crea. (Recuerden, las creencias solo son humanas.)

    Da igual la forma, ya se trate de un cántaro o de una piedra, pues para muchos eso también es muerte, porque, se lo juro, es solo otra creencia.

    No hay creencia más destructiva que la muerte y el más allá.

    Dicen: “Carpe Diem.” y luego “Descanse En Paz.”, ¿en qué quedamos?

    No lleven sus creencias al límite si quieren sentirse una auténtica y vil maraña de rarezas, un batiburrillo sin fundamento, sin pilar.

    No las descarten, tampoco.


    No les estoy vendiendo humo, ni sofismas.

    Quizá nada de aquí exista, si nos ponemos filosóficos. Los filósofos del tres al cuatro son conformistas y prácticos a la hora de pensar. Consulten sus aforismos y sentencias. Por favor, no me digan que el cincuenta por ciento de ellas no han sido transcritas en estados poco éticos.


    Cuiden sus pensamientos tanto como puedan, no hagan como yo, que aún sigo picando delirios por aquí y por allá.

    Pienso dejarme los cuernos de mi ex, que también son otro sinnúmero, para conseguir amueblar mi sesera.


    La gente y yo.


    Esto sí que es de traca. Si no hubiera nadie más en este mundo, qué sería de mí.

    ¿Realmente quiero estar solo, realmente creo que eso me haría progresar?

    Qué va, no se hagan ilusiones, no pienso moverme ni un milímetro de donde estoy, era solo un amago.

    A mí realmente me da lo mismo, no me importa que se rían de mí. Mi estilo es pasar de todo, al menos de momento. Pero eso está cambiando. Yo estoy cambiando. La gente no me cambió.

    Aquí cada uno va a lo suyo. Bien, pues cada palo que aguante su vela.


    Ante sus comentarios yo diré: “Ancha es Castilla.”

    Mi vida no es como la peli de “El Joker.”

    No me he vuelto odioso o déspota, ni siquiera despreciable.

    No guardo malos sentimientos para nadie. Ni los muestro, y si los muestro, no es mi boca la que habla, no es mi bolígrafo el que escribe, sino mi propia enajenación.

    Salgo a la calle a cuentagotas desde mi último giro de tuerca, el cual no fue tratado debidamente, pues yo oculté lo que me estaba sucediendo. ¿Saben lo que significa eso? Yo tampoco. Al menos sé que le gané la batalla a mi mente, a mis ideas suicidas y puse en mute mi autodestrucción.


    Ideas no me faltan, pero he de reconocerlo, en el fondo siento un miedo orondo que me obceco en esconder, y es a la gente, sí, y creo que se nota. Quizá éste sea el factor más importante dentro de mi sintomatología emocional.


    La soledad no ayuda, dios tampoco, y las personas son variopintas, no unánimes, ni reman todos a una. Esto me duele y me lacra, más que nada por mi ambicioso proyecto, el cual quiero mantener vivo sin que me afecte nada más que lo que escribo, comparto. Me abro en canal si quieren, pero no van a encontrar otra cosa más inefable. Esto es, he llegado al fondo del asunto.

    Quizá no le estoy dando relevancia, a esto que les digo, y la tiene, vaya si la tiene.


    No tengo nada en contra de la gente. Me he marginado socialmente como forma de protección, de desconexión, y por supuesto, por cuestión de principios, algunos principios, mis peores principios, que no son otros que los que abordan la ignorancia humana. Esto no puede ser. No puedo elevar a los altares mi inteligencia con medios como éste.


    Dios no me va a resolver la vida. Pero dejarlo a él a un lado seguro que sí. Haré como que no he visto nada, que es justamente lo que ha sucedido.


    Sal a la calle, no tengas miedo, ¿tienes algo mejor que hacer?

    Pues… Depende del momento, la verdad. Estoy intentando entenderme a través de la escritura, y actuar en consecuencia. No puedo perder el realismo de mis prioridades.

    Es mi máxima prioridad. No quiero sonar a majareta cuando me leas, si es que has llegado hasta aquí.


    Veamos… ¿Dónde está la línea que separa lo real de lo ilusorio, lo verosímil, de lo inaceptable?

    No sé en qué punto referente a ustedes me he quedado, en qué estado de influencia se encuentran, si podrían confiar en alguien que les contase todo esto. Si simplemente lo leen por pasar el rato, o si me ven con un mínimo de respeto. Yo estoy acostumbrado a lo contrario, sin embargo no pediré nada que no sea inspiración y lucidez a la hora de ver las cosas, como siempre se tienen que ver. No puedo adivinar lo que opinan sobre mí, creo que lo mejor es que se sepa con el tiempo, aunque mi intención es que sí (Otra buena noticia, no estoy escondiendo mis intenciones, y aún por encima, son buenas. Me estoy echando a perder, estoy hablando con franqueza y transparencia, espero que nadie más se aproveche de esto…).

    Mi principal problema siempre han sido las oscilaciones en mi estado de ánimo, debidas en parte a la enfermedad que padezco de por vida, me convierten en una persona voluble e impredecible.

    Comoquiera que esto sucede cada vez menos, debería darme con un canto en los dientes… Y quedarme a solas el menor tiempo posible, pues la mente es muy puñetera, y te pilla en un renuncio rápidamente, ya que en este mundo no hay nada seguro, y se me vienen a la cabeza miles de aseveraciones que parecen verdades universales y que luego resultan pantomimas…

    Y cualquier cosa me pone de los nervios. Y vuelvo hacia mí toda mi atención, y al final solo estamos yo y mi otro yo, y esos no se ponen de acuerdo ni en mil vidas, ni creo que post mortem.


    Medicación, y efectos secundarios.


    Son inevitables. Incluso para un hombre como yo. Una cosa que nunca tuve clara es si los síntomas de mi patología actual me vinieron por la escritura, o por aislamiento casi total de la materia.

    El caso es que lo segundo suena un pelín más psicótico. Es más creo que no hace falta llegar a estos extremos de incertidumbre e intríngulis tan… Peliagudos.

    ¿Qué sucede, tengo que escribirlo todo? En la vida hubiera pensado de esta otra forma si no llega a ser por haber plasmado este gran dilema.

    Estoy quedando limpito, tenue, como una patena.

    No es mi consejo la automedicación. No les aconsejaré sobre esto. No diré ni una cosa ni la otra.

    Juzguen el porqué de que yo me abstuviera de mis dosis y pautas diarias de ansiolíticos, antidepresivos, estabilizadores del ánimo, hipnóticos, etc.

    Puede que muchas veces la dosis no sea la adecuada, o la pastillita de marras, pero yo digo que la gente que se medica y dice que no tienen ninguna enfermedad mental resultan pedantes.

    No sé si pensar que se creen superiores a los demás y no ven más allá de la viga que tienen delante de los ojos. Un pelín de coherencia con esto, por favor. Poca broma.

    Cómo se nota que no aguantan un día sin lo que ellos creen que no necesitan.


    La medicación no te hace dependiente de la medicación. No me seas terco.

    Lo único que te hace dependiente de la medicación es la enfermedad.

    ¿Que no es la más eficiente y no es lo que tú y yo podríamos imaginar? Te lo compro.

    Pero no intentes venderme la moto, de verdad. Esta gente es un insulto auténtico a la capacidad de raciocinio de la mente humana. Quieren sensaciones fuertes. No te veas nunca sin tratamiento, como estuve yo por voluntad mía, más de un mes (Lo siento, tenía que echarle sal al asunto.). Hasta tenía energía para dirigir las rachas de viento. ¡Menudo revuelo!


    Cambiar el mundo.


    Y todo esto… ¿para qué? Entremos en materia, si les complace. Me propuse matar unos cuantos pájaros de un solo tiro. Y eso depende de lo difícil que lo vea. Por lo tanto, he de echarle un poco de imaginación al tema en cuestión (No todo iba a ser teórico.)

    A lo largo de mi historia, siempre me creí lo suficiente capaz, especial, bueno y transparente como para poder cambiar la dinámica de cualquier situación, de cualquier planteamiento, perspectiva, de cualquier problema, porque todo está en el prisma, y no soy el primero que dice esto, lo sé. Pero es un hecho que mantener la visión más correcta de las cosas, siempre, definitivamente siempre, radica en la constancia. Esto es, si tú quieres cambiar el mundo, como yo, y seguro que muchos y muchas más, nunca te quedes con lo que te haga pensar, amigo, amiga. Es el primer paso que he aprendido, y que puedo compartir con todos vosotros.

    Lo siguiente es mantenerlo, difundirlo. Hoy estamos hechos a base de desconfianza. Necesitamos paz mental, y es la tabla de salvación. No hace falta pensar en lo bueno, pero sí en lo negativo.

    Todos somos ambiciosos en el sentido de este alcanzable proyecto.

    Lo que se ha ido por el desagüe va a dar al mar.

    Acabemos con ese escudo que nos impide poner las cosas en común. Y si eso no funciona, pueden quemarme por herejía (Era broma, es que no me gustan los emoticonos, no salgo muy favorecido en ellos.)


    Quedarse sin palabras.


    Esa forma de hacer entrar en razón, a quien fuere, no sé a qué es debida. Podría perfectamente echar el cerrojo a esta novela sin parangón, o al menos que se acerque en similitud.

    Los que me han dicho que escribiera una novela, que me expresara prosaicamente, posiblemente reaccionen de esta manera, u otra muy parecida:

    -¿A quién le va a importar lo que hablas sobre ti? No eres el ombligo del mundo.

    Yo guardaré silencio, solo sacaré mis conclusiones, como ahora estoy haciendo, y me quedaré sin palabras, para darles una lección, por las bravas o por las malas, nunca por las buenas.

    ¿Por qué leches iba yo a ser prescindible? Solo estoy demostrando por qué merezco también la vida, como tú, o como aquel que se salva de su propio marrón.


    Me conozco, sé perfectamente lo que quiero, no estoy metiéndome en ningún fregado.

    Sé que no puede acabar bien lo que mal empieza.

    Así que prefiero que todo esto termine así, sin palabras.

    De lo contrario me jodería bastante, pues mi sacrificio y tesón no habrían valido para nada.

    Y no digo que la palabra sea mala, pero todo estresa, todo apremia aquí y en todas partes, antes y ahora, y después, y no se necesita una discusión sobre el universo para llegar a una solución que, por supuesto, sea venturosa.


    No es la palabra en sí lo que está mal, sino la necesidad ingente de hablar sobre cosas serias, sin paños calientes, pero con asertividad.

    Pero voy más allá. Todos queremos que la realidad mejore. Yo al menos lo intento (Espero que alguien siga lo que estoy diciendo. No me gustaría nada resultar ininteligible, pues esta gran empresa es lo único que puede darme sentido a mí, y a lo que tan inmensamente le debo a la estirpe.).


    Ellos saben que lo sé. Yo sé lo que sé, por ellos. Aunque de estrafalarias formas, a través de mis dramas, les voy a sacar a todos de mi cabeza.

    Tengo miedo al trauma, porque con uno de esos todo se va al carajo. De momento, los demás sé llevarlos.


    Miedo.


    Entre las experiencias y el recuerdo, siempre lo mismo, miedo. Y en este mundo, tal y como está, me temo que las experiencias no cambian, es más , van a peor. ¿Cómo no acordarse de ellas?

    Yo creo que, al menos en mi caso (Voy a dejar de individualizar, voy a empezar a desgarrarme verbalmente como el portavoz del hombre.), hay que saber reconocer que todos vamos en el mismo barco.

    Ése es el miedo que tengo. Aquí no puede quedar nadie al margen, y si esto no funciona, ¿cuál es el siguiente paso? ¿Engañarles? Eso lo hacen los políticos, yo no valgo para eso.

    Si me eligen como capitán, tengan en cuenta que no esperaré en cubierta a que la embarcación se hunda. Soy entendido en muchas materias, no podría admitir ni un solo error, ni cargar con la culpa. Buscaría otro modo de visualizar mis preocupaciones, por si me quedo solo.

    Todos necesitan ayuda, menos yo, y probablemente alguno, alguna más, pero no muchas personas. Y lo digo sin haberlas visto jamás.


    Si me quedara a solas, pensaría de forma enfermiza, y eso no puede ser.

    Cómo coño me expresaría ante la cuestión universal, ante la lógica que le encuentro a todo lo que digo. Supondría que el ser humano no estaba preparado para mí.

    Y vuelta a empezar.

    Mi humanidad a la mierda (Lo sé, es un plan maquiavélico, aunque sin alevosía. ¿Cómo puedo pretender que todos piensen y actúen conforme a un texto con aires de grandeza?

    No me llamen salvador, ni elegido, ni nada por el estilo, por favor. Esto solo lo hago para escapar de mis delirios, y de esta superlativa paranoia, que me convierten en un blanco fácil, en una cobaya humana, en alguien que debe urgentemente predicar con el ejemplo. Dicho sea de paso, en una etapa de estupor, en una fase de desencanto, en el suplicio de alejarme de dios. Espero no llegar a esos extremos, pero si es necesario, lo hago, es más, lo hago con sumo gusto.

    ¿Acaso no me considero humano? ¿Quién rayos puede echarse el mundo a sus espaldas, sin parecer un descerebrado? Lo necesito, de veras. Necesito salir del cascarón. Ver de qué palo voy, de qué pasta estoy hecho. Parece que no conozco nada sobre mí, pero solo lo parece.

    Les paso el relevo, ya he llegado al final de mis introspecciones y soliloquios.

    Me estoy conteniendo demasiado, realmente, cada día que pasa es un día menos. Pero aún tengo fuerzas suficientes como para cumplir la profecía. ¡No se alejen de mí, esto es contraproducente! ¿Quién sabe cómo tratarme? Bajaré mis expectativas, o mejor dicho, terminaré esta novela lo antes posible. Aunque me salga en sánscrito o en arameo.

    Esto son razonamientos insulsos, pero te dejan pensando un buen ratillo.

    En otras palabras, os estoy comiendo la oreja. O no. Ésa es la magia de la creación.

    Les aseguro que seguirme a mí no supone ningún riesgo. Como mucho un cambio radical.

    Todos piensan al revés de mí, pero sienten lo mismo que yo. Miedo, en mi caso, significa que esto sea irreversible.)


    A grandes males, grandes remedios, o eso dicen. ¿Qué más puedo contarles sobre mí, o lo que imagino?

    ¿Quieren un remedio contra mí? ¿Lo tienen ya? ¿Están seguros?

    ¿O prefieren lo contrario? ¿Prefieren crucificarme antes de conocerme siquiera? Seguro que es por todo lo que he dicho sobre dios. Maldito hijo de puta, quítate de encima.¿No vés que estás agitando el gallinero? Dime con quién andas, y te diré quién eres.


    La soledad en que vivo es la que genera todas estas incomodidades. Pero de algo hay que vivir, ¿no? Y a mí los cuentos no se me dan bien, eso por descontado. No estoy para cuentos, tampoco. No me contéis vuestra vida, en serio. Solo quiero que esto se acabe ya, que no se extienda en el tiempo. Mierda, tendrían que haber dotado de otro atributo al ser humano, o de alguno, al menos, y tampoco veo por ningún sitio lo muchísimo que hemos evolucionado.


    Tanta cabeza, y solo para creer. Esto es un jarro de agua fría. O una samanta de hostias.

    En definitiva, harina de otro costal.

    Es recapacitar sobre cómo la existencia se echa a perder. Muchos hablan de dinero y poder.

    Todos son unos capullos engreídos, según dicen.

    Lo que digo yo vale lo mismo, pero te hace darle al membrillo, y no exasperar al respetable.

    Crean, crean, crean, ojalá yo estuviera en su lugar. Eso sí, crean en algo que merezca la pena, o que se ofrezca a ello. Saben de sobra a quién me estoy refiriendo, no quiero parecer un ególatra.

    Cuánta pupa me hace esta idiosincrasia. Me retiro a mis aposentos.

    Recuerden: La palabra sirve de poco. Es muchísimo mejor sintetizar la esencia.

    No les hago creer tan solo con mis ideas, lo saben. Nada se parece tanto a mis reseñas como yo. Soy una auténtica calcomanía de ellas. ¿Miedo a no ser comprendido? No existe eso, amigo, amiga. Ése es un miedo infundado. La comprensión no existe, porque nadie cree en nadie.

    Eso sucede con casi todos los valores humanos. Cambia tu miedo. Cree en él como si fuese cualquier otra emoción, quizás una nueva ilusión, cree en mí como si fuese ese nuevo miedo, confía en que aún se pueden cumplir las ilusiones, todas ellas.

    No quiero ser tu referencia, ni nada tuyo, ninguno de los dos podemos poseernos.

    En eso se basan mis ilusiones, mis mejores momentos en este constante ajetreo. No voy a decirte lo que debes hacer, porque me contradiría, pero la palabra no vale absolutamente nada, recuérdalo cuando te prometan cosas desmedidas.

    Creer, solo creer, y a veces, ni eso basta. No he venido a enseñarte nada, sino a ponerle palabras a lo que has vivido, a través de mis análisis y experiencias. Para que veas, que ni lo uno ni lo otro valen más que una peineta.

    Todos prometemos y deseamos, por compromiso lo primero, aunque hay muchos tipos de promesas y de deseos. Es decir, una sola palabra abre un pasadizo hacia miles de palabras y de suposiciones.

    ¿Qué sería de este mundo sin las religiones?

    Les diré, con palabras, que se abrirán en muchos pronósticos y quinielas, que voy a cambiar el rumbo de lo mundano, pero no olviden que esto es mi terapia, y no cuenten conmigo para solventar sus cuestiones de fe, no al menos en un primer momento. Y si me han prestado interés, seguro que podrán ayudarme a superar esta autorreferencialidad que me caracteriza.

    Ya saben el camino, y yo, por supuesto que también. (Diablos, que pesimista me acabo de poner.) El miedo a no servir de nada en absoluto es lo que me hace seguir hacia delante. No es a mí a quien temo, ni soy mi peor enemigo, como muchos intentan hacerme sentir. Mi miedo no existe, ya no me aflijo, ni me contristo, ni me compadezco, ni quiero que me comprendan, no tengo nada que justificar ante nadie. Esto es un claro ejemplo de lo que quiero y lo que no quiero.


    Si la muchedumbre quisiera saber algo más sobre mí, les diría que escribo como terapia, que por fin estoy al nivel de mis letras. No me monto películas, ni aro en el mar, ni predico en el desierto. Esto es mi curación, mi filón filosófico, existencial, escatológico.

    Aún me queda humanidad, y mucho por decir. Lo que sucede es que debo emplear la escritura para volver a recolocar el chiringo, poner los puntos sobre las íes. No me queda otra manera, aunque, ahora que lo pienso, mente sana, cuerpo sano.

    No tengo prisa, tengo todo el tiempo del mundo, ya que morir, o lo que sea esa cosa horrorosa,

    no me aterroriza ni me hace estremecer.

    He ido contra todo, pero la solución no es ir a favor de todo. No hace falta que lo explique, pero estamos en una tregua. (No voy a estallar en ira nunca más, este mundo me ha sacado de quicio, y ni siquiera esperó conmigo a la ambulancia. No voy a enloquecer, lo juro por el sistema sanitario, por mis allegados, por todos los que no veo, ni de lejos. Por todos los mayores prendas, bandarras, delincuentes, asesinos en serie y pedófilos, antes todo, que jurar por dios. A veces pienso que me vigila y me controla, que me pone trampas y obstáculos. Pero evidentemente, hay que saber a qué se enfrenta uno, para poder atajar el problema. El mío es la perdición, los vicios, las mujeres, por ese orden.) Prefiero mil veces estar desorientado, entumecido, paralizado, congelado, antes que… Simplemente estar. Eso es para mí la gente. Y yo, al rebufo.


    Creer.


    Es lo último que estoy trabajando, y lo más elemental. Ahora mismo estoy escribiendo sobre cómo hacerlo. De hecho llevo haciéndolo desde hace más de una década. De diferentes formas, con el mismo fondo.


    Creer es algo que se escapa cada vez que no suceden las cosas como queríamos. Pero no hay que perder esto nunca de vista, ni darle la espalda. Creer implica creer en todo, no creerlo todo. Son dos cosas totalmente opuestas.


    Eso solo se percibe si has creído en algo, si alguna vez se cumplió la ilusión, la felicidad en ti, aunque fuese de una manera muy efímera.


    La única solución es creer. Solo eso. Mantenerlo en el tiempo, el objetivo.

    Espero seguir creyendo en lo que hago.

    Si hiciese lo contrario, acabaría muerto o enganchado al tema, o tirado en la calle, o en un psiquiátrico. Esto es mi terapia, si no creyese en ella sería un soberano masoquista. ¿Miedo a creer?

    No, miedo a cambiar, a dejar a un lado todo lo que creía que era.

    Ahí está la diferencia. No hay confabulación ni castigo divino. Lo único que hay es lo que yo creía, no en lo que yo creía. Ése es el quid de la cuestión. Creer en lo que te aporte felicidad, no en futuribles ni en quimeras, aunque ya sabemos lo complejo que resulta. A mí creer en ustedes me inspira, pero me dura muy poco. Espero que la cosa mejore, y si no, a la porra con todo (Solo un impulso, no se preocupen. Por mis partes más íntimas que esto que escribo son mis partes más íntimas).

    No quiero resultar pesado, ni irreverente, ni difícil de ver, pero de alguna manera debo expresarme. Quizá, ni siquiera sea la correcta, o tal vez, esta inquietud, este inciso le dé mayor valor a lo que estoy haciendo. Al fin y al cabo, es mi vida lo que está en juego.


    He concedido una importancia escasa a mis sentimientos. En absolutamente todos los ámbitos.

    Una emoción alimenta otra (Que quede claro que mi intención no es adjudicarme la verdad universal, sino salir de esta situación estrambótica.), y así, hasta volver de nuevo a la primera.

    Las emociones son un bucle, como los pensamientos que me dirigen a la perdición, pero no causan daños cuasi irreparables en mi mente. Qué va. Ellas son fructíferas y fecundas, y transforman por completo el prisma, deshacen el cisma, y decoran otro escenario.


    Se acaba la función. Dejo a un lado el teatro, toda vez que he descubierto en qué consiste y en qué tesitura me deja (En la de un desconocido. En una vida imaginaria.).

    He llegado a la imposibilidad de distinguir entre cuándo miento y cuándo me sincero.

    ¡Qué agonía!


    La procesión va por dentro. Pero que muy adentro.

    Viene bien sacar la bilis, eso sí, sin salpicar y pringar a la platea. Nadie tiene la culpa de cómo estoy hoy o estaré dentro de veinte siglos.


    No quiero ídolos en los que basar mi fe. Necesito salud. Ya prescindí de muchas cosas que me estaban haciendo la vida imposible. La última, hace media hora. Y es que no estaba del todo convencido para proseguir con esta novela autobiográfica, en la que se están poniendo de manifiesto reflexiones y acotaciones, con algunas experiencias que no resultan agradables, a no ser que las olvides, y afirmaciones que me ha gustado sacar a la luz, aunque procuro hacerlo con mesura, puesto que esto todo podría rebotar, y causar efectos no deseados.


    Me gusta llevar el protagonismo con la palabra , no puedo evitarlo.

    En algo se tiene que notar que soy poeta. Y que creo en lo que digo cuando lo digo, sea bajo la percepción que sea.


    La cura.


    Esto es como buscar el santo grial. No es algo explorable, ni existente siquiera, para algo crónico; no tiene lógica, no se sostiene. A quién se le ocurriría defender semejante afirmación.

    Me queda mucho que aprender aún para conseguir lo que quiero, y les juro que a veces no quiero absolutamente nada de nadie. Todo se vuelve vacío, como si dentro de mí solo hubiera una palabra: “No.” No hacer esto, no hacer lo otro, no escribir esto ni aquello. ¿Qué me puede ofrecer la vida? ¿Soy yo el que tiene que dar el próximo paso?

    La constancia es imprescindible en este camino, la rutina, todo debe funcionar como un reloj de ingeniería de la buena. Si la base falla, si mi pilar se derrumba, se levanta un muro, y ya no veo más allá de mí. Muy poquita cosa soy en esas circunstancias. Necesitar amor no es una bobada.

    Es otra característica de mi mayor problema.

    Quiero salir afuera de mi mente, mi ojo clínico, mi filosofía radical son mi lacra, mi punto débil.

    Mi debilidad, salir de mi tormento. No sé qué es lo que busco, según la situación. ¿Cómo partirme en dos? ¿Qué es lo que hago entre dos mentalidades opuestas?

    ¿Cuáles son mis ideales? ¿Elevarme a los altares? ¿O simplemente, abandonar mi idea de perfección, mi idea sobre el pensamiento? ¿Qué es lo último factible, real, lógico, que he visto en mí?

    Los hechos, sin duda, como dije antes, creer es la solución.

    No puedo analizarme. Analizarme a mí, es una comparación inevitable con el resto de personas.

    Analizar creencias, es lo mismo que no creer. ¿Creo en mí?¿O en un esqueleto cubierto de carne?

    No soy especial. Antes era humilde, bueno, apacible, amable, alegre.

    Ahora me queda poco de todas estas virtudes.

    O mejor aún, las escondo por miedo. No sé a qué distancia se encuentra la salud del miedo, pero sé que las une un camino.

    Y que estoy transitando sus parajes. Se han esfumado algunos temores de los muchos que tengo, miedos a todo.

    Estoy en el camino correcto. Me encuentro mejor. He retomado este trabajo, que no es otra cosa que verme a solas con todos mis fantasmas y mi ángel de la guarda.

    Si no hubiera nada en este camino, estaría delirando, no sé si me explico.

    Ésta es mi cura. Y es que no hay a quien llorar tanta miseria. A quien explicárselo con pelos y señales.


    Antes.


    Crisis existencial. Es lo que he mascado, lo que ha bullido dentro de mí. Ilusiones efímeras. Drogas. Soledad. Estrés. Chicas. Desamores. Traumas. Rumiaciones. Depresiones. Psicosis. Da igual el orden.

    Vivir la vida tan rápido, para esto.

    ¿Qué me ha dado esta existencia? ¿He entrado en ella como un elefante en una cacharrería?

    ¿Y ahora? ¿Se me para el corazón? Parece que estoy flotando. Ésa es la sensación que me mantiene en vilo. No parece que sea un desalmado. Me estoy quitando del lavado de cerebro.

    Es lo que tiene la escritura, según el momento, puede echarte un cable cuando estás perdido.

    Ahora bien, como estés decidido a machacarte los sesos, no le cargues el muerto.

    ¡Eso no! No te derrumbes en el papel.

    Echo de menos mis primeras sensaciones con la literatura.

    Pero nunca la subestimaré, aunque suene a promesa, o a muletilla.

    Esto es más que antes para mí. Esto es arte. Y se puede obrar con él de múltiples maneras.

    Si lo que quieres es joderte la vida, esto te ayudará, y mucho.

    Ahora bien, recuerda (Esto va solo por mí, no quiero avasallar ni imponer nada a nadie.) que la autodestrucción no te lleva más que a tu peor pesadilla, y ya la conocemos perfectamente.

    Es más, con un par de líneas ya se te conoce, si hablas de forma honesta, y te salva, como ves perfectamente, el que lo hayas hecho así.

    El tiempo está cambiando para ti. Esto sí que puedes desglosarlo, y sirve para despacharte a gusto y expresarte a tus anchas, explayarte.

    Está variando el curso de las cosas. O solamente yo.

    Tengo en cuenta que soy el responsable de mi suerte, que se acerca mi momento, y que no he dejado nunca de intentar deshacerme de ese calvario.


    La voz poética.


    Solo un sinsentido antes de mis poemas. Una vida traumática y caótica. Una espesura que nunca me permitía ver la luz, nada que me pudiera tocar la fibra. Mis primeros versos, acompañados de hip hop y lágrimas me socorrieron de tanto desorden mental.

    Aún guardo recuerdos de mi blog de poemas, “La botica de la letra”, donde publicaba, y difundía y compartía mis trabajos. Fueron tiempos muy felices, aunque no duraron todo lo que yo hubiera deseado.

    Me registré en comunidades y foros literarios para intentar mejorar, y que el mundo conociese mi obra.

    Siempre la enfocaba a la belleza, o al desamor que por aquel entonces llevaba a mis espaldas.

    Me empecé a obsesionar, y a convertir mi arte en una escabechina, una auténtica obsesión.

    Todo ello empezó a salirse de madre cuando me hablaron de la voz poética, un concepto que antes no comprendía, y que, según algunas personas, me faltaba.

    No sé si algún día recuperaré esa esencia que perdí por el camino. Tan solo recordarla me hace llorar como un niño de dos meses.

    Ahí es donde duele, donde todo hace pupa. Siento como si mi poesía lo fuera todo para mí.

    Pero en realidad no es así, el cambio viene desde dentro.

    A veces, cuando converso con la gente, digo cosas que ni yo mismo me las creo, en el instante en que las escucho, y eso no resulta convincente, desde luego.

    Pues bien, lo que resulta es fruto de un cambio radical de personalidad, de forma de pensar, de todo en general.

    Realmente aún no tengo voz poética, seamos realistas, ni siquiera tengo voz y voto, aunque eventualmente pueda parecerlo.

    No es que sea duro o exigente conmigo mismo, ni que busque la perfección en todo lo que veo, en todo lo que hago, en todo lo que soy. Es que me estoy buscando a mí mismo.

    A través de una mirada, un gesto de conmiseración, una palabra atenta.

    ¿De qué escapo? ¿Temo llevarme un chasco? Ojalá la escritura tuviera respuestas para esto.

    Ojalá un millón de veces. Pero no se puede tener todo.

    Miren lo poco con lo que me conformo. Con un ojalá. Difícil es mantener la calma y la coherencia en este estado ojiplático. Imposible resulta mantener la compostura. Y más que eso levantar la voz. Eso es para mí la voz poética.

    No hay mucha diferencia entre mis mejores momentos y éste.

    Se me está tensando el cuello, por la zona de la nuca, y no digo ni ¡auh!


    Mis problemas: Secretismo.


    Formo parte de esta habitación en la que me encuentro, pero, ¿estoy realmente solo? ¿Cuando dentro de ella conviven más personas, son realmente gente de confianza? ¿Es algo bueno compartir mis secretos con gente que los puede usar en mi contra? ¿Tengo realmente secretos?

    ¿Se sabe cómo soy fácilmente? ¿Si es así, qué demonios hice durante tanto tiempo, a vueltas con dios y la madre que lo parió?


    Secretos los hay a patadas, pero nadie quiere quedar en evidencia, eso está claro.

    La gente cada vez se fía menos de la otra gente, y las conversaciones no varían, por lo común acaban en discusiones. Lo digo por decir, porque también puede ser lo contrario.


    Mis problemas son mi secreto. Y no hay cosa más retorcida y enfermiza.

    Hay que saber separar la carne del pescado. En mi caso está más que cantado. Incluso mis problemas se pueden intuir a las claras.

    Jamás diré más de lo que sé. Y lo que sé sobre mí no tiene nada que ver con la omnisciencia.

    No puedo verlo todo a través de mí. Pero sí puedo hablar sobre mis cuestiones más peliagudas con alguien que me inspire buenas vibras.


    Y no solo con el médico en poco más de media hora al mes. Así que cogí este papel, para esquematizar y matizar lo que me preocupa.

    Quiero sacudirme todas mis dudas, y lo veo complicado, aunque creo que lo estoy consiguiendo.

    A veces guardo secreto, otras hablo sobre mí y mi salud mental.

    No me siento obligado a sacar mis confidencias e intimidades, pero prefiero charlar sobre ellas, es decir, no me da ningún tipo de reparo.


    No tengo excusa ni perdón. Todo está en mi cabeza. Si me aíslo solo me queda lidiar con ella.

    Mis problemas son iguales entre ellos. Esto es, solo tengo un problema, que ni siquiera sé que existe: Secretismo. Lo he dejado a un lado para tratarlo con firmeza, a toro pasado.

    Nunca hablo de mí con la gente, no de mis asuntos.


    Cuando me siento solo, necesito sacarlo, para que no me confunda en ese momento.

    Necesito de las personas, y viceversa.

    Yo no fomento el secretismo, vivo sin darme cuenta, sin adquirir conciencia, hasta que se enciende la bombillita, y es ahora que admito que mi vida es solo mía.

    Puedo hacer con ella lo que me venga en gana. Mi vida ha dejado de ser un secreto.

    Puede incluso que disfrutéis leyendo esto.


    Cada cosa que descubro sobre mí es otro secreto, y aún queda mucho por descubrir.

    Este tema da de sí. Da que pensar, al menos en mi caso. Pero no es el tema principal.

    Ya sabéis que vosotros sois cruciales para mí. En ocasiones se me ha crucificado, pero ni un solo ser humano me conoce.


    Si lo hicieran, sabrían cuál es mi secreto. Y puede incluso que algunos intentaran utilizar lo que expreso contra mí. Ése es mi problema. La claridad al escribir, actuar consecuentemente, y alzar la voz si es necesario, es lo que me propongo. Pero me gusta más emplear la voz poética.

    Las cosas por las bravas nunca salen bien.


    No quiero planear mi vida, solo vivirla. Igual que un flotador sirve para flotar.

    Mi predisposición puede cambiar en un pispás, en un abrir y cerrar de ojos.

    ¿Hay espacio para las dudas dentro de mí?

    ¿Qué ilusión, qué fantasía me librará de… (Creo que ya saben este largo etcétera.)

    mí? ¿Yo? ¿Un largo etcétera? ¿Un total e inmenso secretismo? ¡Esto no puede ser!

    ¿Por qué me lo estoy planteando? ¡Quiero deshacerme de esta losa!

    Ya no sé si voy al son del viento, de la palabra, o de una irrisoria obstrucción al amor.

    ¿Cuántas ventanas se han abierto en las que aún no he reparado?

    Ése no soy yo. ¿Qué hay tras todas esas ventanas para mí?

    ¿Me acordaré después de cerrarlas? ¿Libre albedrío? (No quiero introducir en este ejercicio términos religiosos, pero doctrinas las hay en todas partes, y yo he sido la mía, sin contar con la aprobación de nadie.)¿Libre de qué? Si mi mente no puede concebir semejante “concesión”.

    Me estoy martirizando sin causa aparente.

    No quiero saber nada más de mis principios y pensamientos.

    Mi secretismo, mi gran problema es ése. Los árboles no me dejan ver el bosque.

    Mi otro mundo fue consecuencia de mis suposiciones e hipótesis, no de mis dilemas.

    Es decir, fui yo el que trajo a dios a mi mente. No sé por qué coño le di tanta juiciosa fuerza y poder al humo que salía de mi cabeza.

    No tenía secretos para mí, pero así los construí. Y eran unos cuantos. A más humano, menos intríngulis. No estoy hecho para escudriñar en dioses ni leyendas urbanas. No es lo mío.

    Algún día estaré conforme y más involucrado con esta cultura.

    Prefiero abandonar ideas delirantes y paranoias, y aplicar lo mucho o poco que sepa al lugar que ocupo. No voy a escatimar esfuerzos.


    No tengo lo que podrían tener los dioses en los que algunos o muchos o todos creen.

    Me tengo a mí, y a veces ni eso. Creer en algo que nos ilusione es muy bonito, yo creo que no hacen falta más secretos, ni siquiera hablar de ellos. Así evitamos el mal trago. Así evitamos el problema.


    Esto me ha meneado las neuronas, es decir, es un tema de conflicto, es decir, no tiene solución, no es un problema, es buscarse un problema. ¿Cuál es el secreto, el verdadero secreto?

    Realmente me estoy atosigando, atragantando con este apartado. Vivo mis letras a flor de piel.

    Y mi secreto es que nadie sepa nada sobre mí hasta que yo no halle ni un solo renuncio en la labor de conocerme y conoceros.

    Escribir, compartir sobre seguro.

    No usaré nada como escudo, la vida no es un escudo, y esto es lo máximo que les puedo decir.

    ¡Secretismo!

    No quieren que guarde silencio, lo sé.

    Pero no hay siempre cosas de las que hablar. No es por secretismo, es solo que asumir cuesta mucho más. Si fuese al revés, estaría tal y como estoy el resto de mi existencia.

    Y estoy escribiendo sobre cualquier pensamiento, pero a veces se complica porque colisionan unos con otros, se refractan, etc., o simplemente se acaban las ideas que conforman.

    Esto no es un secreto, como tampoco lo es la felicidad, ya lo sabemos todos. Por eso no decimos nada, y la buscamos por nuestros propios medios, sean cuales fueren.

    Eso es secretismo para mí: Negarse el hecho de vivir conforme a la plenitud.

    Así es que tengo un sinnúmero de secretos, que no serán revelados, más allá del dolor, la mirada, el abrazo, la sonrisa. Más allá de la palabra, ése puede que sea el mayor de mis secretos. Pero, ¿y si mi palabra sabe cómo soy, si todos saben cómo soy, qué posición ocupa aquí esta insondable introspección? ¿Qué posición ocupa en vosotros?

    Mis letras me han delatado en incontables ocasiones. Y esto no es la prensa rosa. Pero se le parece.

    ¿Y si todo hubiese sido una broma de mal gusto?

    Una cosa sí puedo asegurar, y es que confío más en los médicos que en mi propia mentalidad.

    Esta última puede verse afectada por mis síntomas, y hasta hace no mucho tiempo, ha venido sucediendo.

    Este deje filosófico me está aportando mucho para ir atando cabos. Y les puedo asegurar que había desatado todos, menos uno.

    Estoy en una etapa de transición, lo quiera o no. Estoy empezando a transigir, a dejarme ayudar, a controlar mis impulsos.

    Así que ahora puedo diferenciar una paranoia de una realidad.

    Lo real es que pueda decirlo sin que se me caiga el edificio encima. Ésa es una realidad.


    Actuar y pensar conforme a esta paranoia era mi secreto.


    Darlo todo por nada.


    Hagas lo que hagas, des lo que des, sea del color que sea, vas a acabar mal. Sufriendo, como poco. No sabes con precisión lo que te ofrece la persona en concreto, pero cuanto menos te esté ayudando, peor lo vas a pasar. La tendencia en este caso es dar y dar, no parar de dar poco a poco. Conozco este mecanismo “emocional” que solo tiene un sentido: La autodestrucción. Con él lograrás una autoestima por los suelos, y necesitarás un período no gustoso de recuperación a nivel anímico. Todo si no te vuelves loco en el “trayecto”. En este tipo de “travesías", me he movido a lo largo de unos cuantos años. Se habla mucho de la inteligencia emocional, no sé si para bien o para mal, pero tampoco sé hasta qué punto he mejorado con la experiencia, porque en mi caso, al menos, en esta dependencia, sentimentalmente hablando, en esta necesidad de afecto, comprensión o amor, siempre me ha salido el tiro por la culata. Se cuentan con los dedos de una mano las personas que me valoran y quieren lo mejor para mí. Nunca les he sabido o podido corresponder.

    Me pregunto cómo se sentirán con respecto a eso.

    No sé, siento que me estoy perdiendo un millón de cosas que valen la pena. Y todo por impulsos que no llevan a ninguna parte. Impulsos. Eso es lo que hace que me meta en camisas de once varas cada dos por tres.

    Ni siquiera sé si he repartido amor o afecto alguna vez. Al menos ahora no recuerdo tal circunstancia.

    Obsesiones e impulsos. Ansiedad, obsesiones e impulsos. Qué más puedo ofrecer, ¿no?

    La vida transcurre ante mis ojos como un carrusel, y la observo desde fuera, o desde dentro, pero sin detenimiento, calma, pausa, expectación, contemplación.

    Me he convertido en el que menos da. Ni con una miga de eso podría recibir algo, algo que de veras agradezca y valore.

    De eso trata este manifiesto, y salir de mí mismo es el cometido, la idea.

    Las cosas a las que no les presto atención son las que me están matando.

    Y no son pocas en absoluto. Estoy irritable, agarrotado, tenso, susceptible.

    Me acostumbré a este tipo de estados que no me aportan casi nada, que la mayoría tienen durante unas horas, o unos días, y que llevo frecuentando durante más de veinte años.

    Necesito calma, porque esto es lo que más me jode, me pone en jaque, me repatea, y no sé cómo cambiarlo.

    Necesito tiempo y tranquilidad, nada de estrés, eso es la primera cosa que veo en el horizonte.

    Estamos hablando de enfermedades, traumas, y medicamentos (Como escudo, eso sí),

    luego esto que escribo me dará o no la razón. Lo primero significaría darlo todo por todo.


    Manipulación.


    Eso está muy, pero que muy feo.

    Pero a veces viene solo, incluso por inercia. La gente miente, y eso es normal. No quieren que se conozca su verdadera cara. Ése es uno de los motivos por el que puede aparecer este tipo de “situaciones”.

    Normalmente, se trata de personas con una baja autoestima. Merman la energía hasta al más pintado. Si esto se repite en el tiempo, si se da esa circunstancia, es un problema que han de compartir varias personas, cuyo “vínculo” con el/la manipulador/ora, se verá cada vez más forzoso, más difícil de llevar. Si se trata de una relación de pareja, se convertirá en una auténtica odisea. Suelen ser personas con carencias emocionales, arraigadas desde la infancia.


    Luego hay manipuladores más sublimes, con más caché, más estatus.

    No he conocido a ninguno como yo.

    Yo he manipulado lo que nadie ha conseguido: La verdad.

    Todo lo que he escrito hasta aquí bien podría ser mentira, o un engañabobos, pero no lo es.

    Yo he tergiversado las cosas más congruentes que puedan imaginar. Discursos, charlas, proverbios, arte, cultura, lo que fuera.

    Cosa que se me ponía por delante, cosa que caía en mis redes.


    Hasta que me llevé el hostión. Dejé de tomar voluntariamente la medicación, y sufrí una psicosis de campeonato. Y no, el mundo no me estaba engañando, era yo, a mí enésima potencia.

    Mi cabeza iba a mil por hora, no tenía tiempo ni de pensar.


    Cuando, al cabo de un mes de “gloria divina”, decidí volver al tratamiento por iniciativa propia, supe estupendamente la que había liado en mi cerebro.

    Unos meses más tarde, aquí estoy, intentando remendarlo palabra tras palabra.


    He llegado arrastrándome hasta aquí. Casi rozando el subsuelo, los infiernos. Llegué a pensar que estaba maldito hasta la médula. Aquí pasan dos cosas.

    Una: Que deje de creer en ambos mundos. El mío, el imaginario, y el de toda la vida.

    Dos: Que me decante por uno de los dos.

    Ambos a la vez resultan imposibles, yo resulto imposible.

    No quiero que nadie me manipule, joder. Eso es lo que me pasa, ¿o es que no lo entienden, putos narcisistas?


    Estilo de vida.


    Es sencillo para algunos, muchos o pocos o ninguno, encontrar o copiar una moda, una tendencia, un estilo de vida, en definitiva, tu predisposición hacia la realidad. La realidad está aparte de cualquiera de estos modus vivendi, por eso no avanzamos.

    Siempre he querido ostentar y lucir mi propio estilo, desde que comencé esta etapa de rebeldía y destierro, esta época de sinsentido.

    Muchas veces he ido a la deriva, y les puedo garantizar que eso es lo peor que me ha pasado.

    No sabía ni sé aún muy bien qué pinto aquí. No sé copiar, ni actuar por mimetismo o imitación.

    A veces me comporto como un inocentón. No veo venir las malas intenciones, aunque las intuyo.

    Poco me fiaba de mis premoniciones. Ahora sé que es distinto. Alguien original, como yo, madura, sazona, por medios y métodos originales (Que conste que la etiqueta de original me gusta, pero no me pierde, es más, hace que me sienta identificado con algo, aunque solo me suceda con este vocablo.).


    No quiero fanfarronear, no tengo nada que los demás no tienen. Enfocar mi inteligencia para mejorar día a día, para sacar el lado positivo a cada momento de tristeza, o conmoción, es lo que me hace seguir hacia delante.


    Ojalá pudiera decir que tengo un estilo de vida. O no. Tal vez esté buscando cosas imposibles que solo existen en mi mente. Ilusiones, fantasías, quimeras, utopías, que no sé qué lugar ocupan, puesto que al cambio de valores, de trascendencia, de relevancia, se le llama locura, como poco. Hay tantas cosas en mi cabeza… Que podría morir maravillado por mi riqueza mental. Es como una disposición de prioridades, nunca me monto películas, ni aunque lo diga, nunca tiré la toalla por nada; la vida me hace un guiño, sabemos cosas preparadas para partir en dos esta realidad.


    No creas que es sencillo ser como yo. Nadie podría con toda la carga que llevo al lomo.

    No me digas que no comprendes lo que digo, estoy haciendo lo que nadie jamás ha hecho, y encima se entiende, se comprende la forma de obrar ante este cataclismo.

    Mi mente es la responsable de que dudéis, he hablado de todo. Pero incluso el todo se puede desgranar, desmadejar.


    Mi mente trabaja como pez en el agua, quizá aloje trillones de neurotransmisores, pero todos, en fila, o en círculos, van en la misma dirección.


    El realismo, para mí, es el único estilo de vida que existe.

    Si tú le llamas de otra forma a lo que te sucede, se trata de un calificativo sin mucho potencial.

    Si no quieres pertenecer a la realidad, ya sabes lo que tienes que hacer.

    ¿O piensas que la realidad se va a esconder por ti? (Qué curioso, tengo la impresión de que esta clase de gente, a la que le dan todo masticadito, no conocen el verdadero valor de lo que nos da la existencia.)


    Lo que siempre acaba pasando es que das las gracias por seguir vivo.

    Ése fue en muchos momentos mi estilo, el literario y el literal.

    Estar enemistado con la vida no te deja chance para mucho, la verdad. Te crucifican, te crucificas, y después te vuelven a crucificar.


    Me gustaría ayudar en la medida de lo posible, o más aún, visto que esto no nos ha servido de mucho. Eso hago. Me despierto todas las mañanas con este batiburrillo, que, por curioso que resulte, me está amueblando la cabeza.


    Mi estilo de vida es algo como esto, es algo que se lleva dentro y no se fuerza, ni se finge o se simula.


    No sé si algún día podré comportarme espontáneamente, como yo quiero. Ser libre al expresarme, como aquí hago, no dejar rastro de invenciones o fantasmadas.

    Eso lo puede hacer cualquiera, pensaréis. Yo digo que sigo sin fiarme, y esa falta de confianza en el hombre, en la mujer, no es el resultado de un extenso expediente de traumas.


    Tengo un sexto sentido, y es el que me dice que he cambiado, y que sigo cambiando, y creo que así será hasta el fin de mis días, si es que existe tal cosa.

    No aseguro nada, solo cuestiono. Y con que me reste una sola pregunta por responder me llega, porque esa verdad quizá no sería quien de soportarla. Quizá sería un ataque directo hacia mi cuadro psicótico, cosa que mucha gente ha intentado ya, con intención de destruirme.

    Muchas veces me quedaba al filo de mi última baza: El suicidio.


    Derrotar a alguien en un lance discursivo o de intercambio de pareceres, no siempre es suficiente. Hay personas que buscan problemas, otros los encuentran a montones. Debe haber mucho mamarracho suelto pues, es mi deducción.


    Ejecutar un golpe bajo siempre será ejecutar un golpe bajo, sea por falta de información u otras vicisitudes.

    Yo les digo, a los que piensan que estoy loco, que no tengo ningún punto débil.

    Puedo cambiar de realidad en cualquier momento y dejarles en tanga.

    De eso sí que no carezco. Tengo orgullo, y nadie tiene ni la más remota idea de cuál es el lugar o el momento de sus apariciones.

    Mi orgullo no es como el de otro cualquiera. Pero no quiero que llegue la sangre al río. No hay nadie que me gane con la palabra. O tal vez son imaginaciones mías. Fíjense cómo puedo reducirles a simples visiones.


    Ese era mi estilo de vida.

    No pienso volver por mis fueros, ni a las andadas.

    No me iré más por las ramas.

    Soy benevolente, sé perdonar, y no soy dios, o sea que el resto del trabajo y del zafarrancho es todo vuestro.


    Sé mucho más de lo que os muestro.

    Mi otro mundo es la verdad. Es por ello que elijo cuando mentir y cuando no.

    No son oscilaciones, esto es lo que empleo cada vez que alardeo.

    Ninguno de vosotros tiene lo que hay que tener para lapidarme o difamarme.

    Es más, nadie puede negar la verdad porque no hay nada cierto aquí.

    Esto es ojo por ojo.

    Quizá para cambiar el curso de vuestra evolución tendréis, al fin y al cabo, que recurrir a mí.

    Quizá cambiar las cosas tenga un caché inasumible para la raza humana.

    Quizá no.

    No les pierdo de vista, ni les digo qué va a suceder con todo esto.

    Yo no tengo nada que aparentar, ustedes son los mártires, las víctimas, pero no son inocentes.

    Eso ténganlo bien claro. ¿Están listos para abrir su mente? ¿O vienen ya con dejadez y abandono? No han entrado en ningún matadero, que yo sepa.


    Mi estilo de vida es mixto. Adivina en qué mundo estoy pensando.

    Adivina si cabes en él. Adivina quién cabe.

    Ni dejándoselo en bandeja de plata, serían capaces de apreciar la valía y el fondo con el que está diseñado.


    No hay pecado que valga.


    No sé de dónde se han sacado los diez mandamientos. Les confieso que me resultan inservibles, me causan indiferencia. Es más, no los transgredo, y no me cuesta un céntimo.

    En su mundo materialista, el dinero lo maneja todo, menos su conciencia.

    Y es que no aprenderán en la vida de qué va la vaina.

    Quizá en otra realidad les quede bien clarito, ya que le han dado manga ancha a los sentidos, superficialmente hablando.

    Lo que no ven, ha pasado a un segundo plano. En qué creen. Díganme la verdad aquí. Sé que mi mundo les hace tilín, como lo prohibido, o como lo desconocido.

    En este caso, mi mundo es la manzana. Y yo la serpiente.

    Es decir, no hay mundo ya en mi cabeza, prefiero adecuarme a cosas más terrenales, baladís, pedantes, triviales. Bueno, ustedes ya saben. En esto me ganan, no lo voy a negar.

    Todo esto ha cambiado de un instante a otro. Me siento perfectamente capacitado para formar parte de su comunidad.

    Mi mundo es un pecado, en él sólo hay blasfemias y desafíos a dios, y por ende, a los humanos.

    No tengo en realidad nada contra ustedes. No hay pecado que valga. No si no puedo demostrar lo que digo, todo sobre hago alarde, que es literalmente todo.

    No me falta un tornillo, ni se me va la pinza, al menos en este caso. Sobre esto que hablo estoy más que seguro: Estoy más que seguro.

    No hay pecado que valga. Esto me compromete, me compete, me reta. Esta afirmación es tan solemne como que es lo que quiero leer y nunca pude decirme.

    Es realmente el hombro sobre el que necesitaba, con un ímpetu irrefrenable, romper a llorar.


    Conciencia.


    Conciencia de enfermedad, digo. En este caso, yo he sido un hueso duro de roer. Habéis hecho de mí una mejor persona, persona a secas, o como a cada quien le apetezca catalogarme.

    Ahora estoy planteándome ciertas cosas, como por ejemplo, disfrutar.

    No está todo superado, pero celebrar lo que va bien es una obligación, una premisa, un leitmotiv.

    Conciencia de lo que debo hacer. Conciencia de lo que me sobra. Conciencia de que no puedo ser yo empleando códigos, algoritmos, engranajes, sistemas, jeroglíficos, enigmas, cismas.

    Al final, tras la conciencia, me he dado cuenta de que no guardo cicatrices ni traumas en pie.

    He tirado el muro. Es decir, estoy vacío de todo lo que yo creía que me hacía impío. Estoy limpio, esto es como un correctivo emocional. Nada estaba en mí, nada de culpabilidad, sólo el vacío donde juraba y perjuraba, y me escondía. Solo eso, el empeño que ponía en autodestruirme. Incluso me creía merecedor de tal saña. Ya se fue todo, ya voló. Todo aquello que en su inmensidad me convirtió en vil y despreciable, en indulgente y fatídico, en díscolo y alevoso, en cínico y traidor.

    Todo lo que me había dado la vida lo estoy recuperando.

    Nada malo hay en mi conciencia, quiero declarar mi estado de júbilo.

    Nada más me ha condicionado, sino yo. Mi conciencia estaba completamente vacía, pero no limpia. Mi conciencia era la que me tumbaba. Dios no me castigó… Del todo. A través de él, iré abriendo ventanas.

    Creer. Si antes dije que lo hacía, ahora lo multiplico.

    Dios me limpió la conciencia de la única forma posible. Lo he pasado muy mal, incluso injuriando contra Él. Hoy me siento libre de decir cualquier cosa, sé que me ampara algo superior a mí, me siento glorificado, perdonado, con la voz de mis primeras palabras, con un consuelo infinito, en paz con lo que venga. Hoy sí creo en una vida.


    Tengo la sensación de haberme perdido muchas cosas por el camino.

    Debe ser porque prefería lo abrupto, lo escabroso, lo intrincado. Al fin y al cabo, la doblez.

    Nadie me ha sometido a juicio, y no estoy hablando de que a alguna persona le entrara la risa al verme.

    A las conspiraciones que había en mi cabeza hay que sumarle lo que llamo “ombliguismo”, que no es otro cuento más que sentirse superior y objetivo de todas las miradas, chistes y calumnias (Dios, aunque fuera de mí, no merecía eso.) Nunca sabré porqué tanto revuelo en mi sesera, no hablando de algo que no sea enfermizo y obsesivo.


    Llevaba tanto tiempo aislado del mundo real, que no es otro que el que perciben mis sentidos, el mismo que intentaba llamar mi atención.

    No es lo mismo emplear la vista en mis abismos que en la cima del hombre.

    Si me preguntan por dios, les diré que no existe. No me he retractado, solamente he vuelto de la realidad de los locos.

    No he superado escollos ni pruebas ni cribas. Lo que sucede es que me he hartado de sentirme vacío, y no es que le tenga miedo al vacío, pues antes creía que todo era eso exactamente, un enorme vacío, que no tenía nada que ver conmigo (Eso decía.). Qué favor me habría hecho si centrase mis esfuerzos en pasar de todo.

    En verdad es imposible tal actitud, pero la tenía tan arraigada, que, asumiendo lo que hoy en día se dice que es bueno y lo que no, con total disociación, sin cultura ni propiedad intelectual, viendo lo que el sistema ha hecho y seguirá haciendo en nuestra mente, gente de a pie, mi consejo, aún arriesgado u osado, es que no se le de tanta relevancia al propósito de desconectar en sí, pues la sociedad emborracha más a los ilusos, solo a ellos se les perfila como un baño de masas.


    Las quimeras no son inalcanzables ni imposibles. Imposible resulta quitárselas de encima (Cómo saber si son una pérdida de tiempo, si realmente es el individuo en cuestión quien acata los tópicos con que han definido, no sólo las palabras, sino también la mente, y todo lo que se pretende limitar, porque nadie ha comprobado lo contrario, o formamos parte de algo, de algo que quizás no exista, como los gamusinos.


    No quiero más leyendas urbanas dentro de mí. Me gustaría integrarme en algo, sin resultar u ocultar ser un interesado (Solo lo soy cuando hay pensamientos de por medio.).

    Y pensar que estoy escribiendo esto para deshacerme de la infamia, del título honorífico de persona non grata, por todos mis poemas y reacciones en las redes sociales.

    Tenía algo pendiente con vuestra forma de ver la vida. Pero no quiero protagonismo ni polémicas. Ni el perdón de quien se haya sentido ofendido.

    Es una experiencia más, no un trauma, fue viajar y vagar por lugares desagradecidos. Antes me desfondaba en todo lo que literariamente hablando divulgaba, guiado por mis principios. Fue una época dura, por ello me endureció, y me permitió intervenir en un largo período de introspección, con el cerebro como una pasa.

    No podía pensar más allá del suicidio, aunque no me tentó lo suficiente.

    El truco de mi personalidad radica en mis impulsos. Lo digo con la tranquilidad de un velatorio.

    Creo haberlos superado. Lo suyo me costó. La soledad me ayuda a olvidar, a alejarme de personas que no quiero volver a ver ni en pintura.

    Y créeme, consigo olvidar.


    Cada uno piensa a su manera, está claro. Qué significo yo, al fin y al cabo para ti. Solo me abro porque es lo que la vida me pedía, y gracias a ello, sigo vivo.

    No empleo mi escritura como arma para desvalijar lo que aloja vuestro cerebro. No soy un mentalista. Solamente me fío de mis letras. Qué le voy a hacer.

    Prácticamente ni las toco. Si eso para ustedes es escritura automática, como algunos han afirmado, con crítica un tanto destructiva, no voy a defenderme, ni a rasgarme las vestiduras.

    Si no gusta cómo escribo, o les parece una rareza, o una aberración, será porque ambas cosas definen, por desgracia, lo que no entra en los parámetros, en los tecnicismos y requisitos de la narrativa, en este caso.

    Mi biografía no tiene por qué ser glorificada. Aprendí a palos. Y les puedo decir, sacando pecho, que mi poesía me ha salvado de muchas cosas malas, por decirlo de una manera suave. Pero también vino acompañada, y en muchas ocasiones me superó.

    Puedo explicar todo lo que me proponga, siempre tengo tema de conversación, orden del día. Me enriquece saber lo que la gente me dice, para romper el hielo. Me gusta dialogar, soy diplomático y tengo mucha labia.


    Entre mis letras y yo no hay misterios. Si no entiendo lo que escribo, leo hasta que me sale un cuerno. Soy bastante cabezón. Jamás faltaría a mis palabras, ni ellas a mí.

    Nos damos el mismo nivel de trascendencia. Antes me cuestionaba la veracidad de lo que plasmaba, ahora arriesgo más, abordo cualquier tema, sin perder el enfoque.

    Es muy fácil que a un enfermo mental como yo, le falle el equilibrio en lo que expresa. Pero cada trabajo que realizo se distingue, según ciertas personas.


    Yo le doy importancia a cualquier persona. Me importa siempre la opinión de los demás, porque eso me ayuda a satisfacer mis ansias de conocimiento.

    He aprendido a respetar todos los puntos de vista (Los que no vienen en forma de fachada, claro está.). Pocas cosas hay que no me importen.

    He aprendido la lección, y nadie me ha instruido.

    Mis letras jamás serán culpables de mis horas más bajas. Estoy aquí para descubrir mi esencia. Tengo claro que nadie me ha hecho lo que soy ni lo que era.

    Antes me destruían mis escritos, ahora no pierdo de vista lo que hago: cada gesto, cada mueca, cada parpadeo, cada movimiento.

    Sé que no escribo por escribir.

    Esto que estoy experimentando se llama vida. Y va in crescendo. Los tiempos que han pasado a la historia, no sé qué son.

    Supongo que mi arte compartido es lo único que me interesa. No quiero fama ni gloria, no creo en la ciencia-ficción.

    Creo en la armonía que manifiestan mis palabras, que en mis días más difíciles confundía con dios.

    Para mí pueden más que eso, más que esa invención de los hombres, totalmente respetable.

    Así pues, solo tengo mi poesía, y es el único clavo ardiendo al que me agarro.

    La realidad siempre resulta favorable ante ella, ante mí. A base de escribir he encontrado salida para mis pensamientos.

    Ellos necesitaban un cambio radical, y soltar lastre.

    Ellos estaban totalmente alienados. No son de acción-reacción, pero así los empleaba.

    Ahora me dejan en calma, cada vez pienso menos, y respiro la profundidad de mis versos. Ahora entiendo a todos los que dicen que mis textos son un bucle, un laberinto, o lo que salga.

    De verdad, les entiendo a todos. Yo soy muy exigente con mi obra. Traer esa escritura de mi mundo al suyo, conlleva un cambio en mi cosmovisión.

    Sin ustedes jamás podría haberlo hecho. Aunque mi mención especial es para esto que hago siempre, quizás haya conseguido más atención de lo que creo.

    Si no hubiera empezado con ello nunca habría acabado de vaciarme. De verdad se lo digo. Estoy en una etapa de transición. Antes, pretendía hacer de mis poemas una dictadura, una ley universal, o qué sé yo. Ahora no vendo humo. Cada uno conoce lo que es cierto, sus limitaciones, y yo las plasmo aquí.

    Una mano amiga para todo el que busque ayuda en la poesía promovida, por medio de la relación íntima con mis apreciaciones, de toda la humanidad que he conocido.

    Todo esto, y mucho más, les aseguro que haberlo, haylo.

    Antes, mi placer era entablar relación con las personas, pero poco a poco me volví solitario, dejé a un lado mi interés por la gente, para centrarme en curtirme como poeta, como escritor. Ahora he de decir que valoro mucho las buenas acciones venidas desde fuera de mí, por ello me siento con fuerza, muchísimo más realista, y mucho más humano, y he recuperado gracias a mi encuentro con lo cotidiano, y mi capacidad de gratitud y de detectar las buenas obras, y los detalles desinteresados y que se volvían imposibles de apreciar.


    No todo se lo lleva el caos. Todavía permanece orden en la vida. Sin él no existiría lo contrario.

    En fin, el mundo no da explicaciones, solo hechos. No hablo solo de rutinas y costumbres. No parece que encajen muchas piezas en este rompecabezas.

    Me amparo en la duda, y lo hago en este caso, porque no sería la primera vez que la certeza engaña. También expreso algo importante, de paso.

    Es solo mi opinión. Pues el hombre no puede ir en contra de su naturaleza, moral inmanente y un mínimo de empatía. Eso lo digo por experiencia.

    No creo en el apocalipsis ni en profecías. Tampoco, dicho sea de paso, confío en mi verdad cuando me inmiscuyo en cosas que no perciben los sentidos, y que se dan por hechas, o patentes.
























     
    #1
    Última modificación: 27 de Octubre de 2025 a las 12:48 PM

Comparte esta página