Agua salada

Sobre el timón observando como cada ola iba golpeando el frente de semejante monstruo de mar, pesquero e inagotable, apagada la computadora y sus radares, todo oscuro se volvía, algo comenzó a pasar, algo extraño sucedía en ese gran pesquero y sus cien tripulantes.

La cubierta desolada se encontraba, la soledad agobiaba esa parte del barco, como si todo marinero ya no tuviera nada por hacer, y se hubiera esfumado en el lleno de la mar.

Dicho capitán, con su coraje a cuesta y una gran antorcha en la mano, tomo la iniciativa de afrontar dicha soledad y oscuridad, atónito por lo que acontecía.

Se notaba por el suelo de cada camarote, cenizas esparcidas por todo el terreno, todo se cruzaba en su mente, haciéndolo caer en su propio infierno, reuniendo coraje, valentía y determinación, como quien debe demostrar de lo que esta echo ante situaciones tan atónitas e impensadas.

El pesquero se bamboleaba de un lado hacia otro, el ruido del silencio ensordecía al capitán y ese olor a casi nada lo hacía temer lo peor, lo que realmente estaba sucediendo.

Al salir a la borda, y acercarse para mirar las olas hablar, los cuerpo de sus marineros en actos sumergibles, inmóviles, en pleno flote, lo hizo desesperar e huir del lugar, al pisar nuevamente las cenizas entendió la incineración de su tripulación, desespero, se vio ahogado sin agua, pensó también morir, solo hasta darse cuenta que al abrir los ojos, la pesadilla había pasado, la mar embravecida no pedía tregua.