Amigos

Él lo miro a través del cristal de la ventana sin dar crédito aún a lo que había oído, su mente aún no conseguía comprender sus palabras, aunque habían sido claras, directas, extrañas, las implicaciones eran tan dolorosas que su mente se negaba a creer lo equivocado que había estado. Sí, el estado de shock permanecía mientras lo veía alejarse en su coche, ni una palabra más le hacía falta, todo estaba aclarado, pero él aún dudaba, no creía posible lo que le ocurría, estaría dentro de una pesadilla o en un mal sueño, se negaba a creer, por lo menos una parte de él. Había otra, otra oculta, insignificante que le susurraba al oído, regañándole, riéndose, exhortándole a que mirara de frente, que encarara la verdad y se dejara de juegos. La verdad de la situación se había rebelado ante él obligándole a abrir los ojos por una vez, su silencio se prolongó durante lo que pareció una eternidad y se extendió lentamente por la habitación como un ente vivo. Nada existía, cerró su párpados y relegó su atención a un mundo interior, lejano, extraño, en él se dejo llevar por sus pensamientos olvidando el gélido frío exterior que había quemado sus dedos. Allí permaneció, lejos del dolor, olvidando el daño sufrido, esperando, pero sabía que dar de lado a la verdad no solucionaría nada, que tarde o temprano tendría que volver a asomar la cabeza y por eso, volvió a abrir los ojos. Se dio cuenta que las lagrimas corrían por sus mejillas imparables y que el dolor lo aguardaba en ese momento. Su corazón herido sufrió una violenta punzada y apretó los dientes reprimiendo el grito que pugnaba por salir. No, se dijo, no cejaré, nunca, me han herido pero solo ha sido una herida más, nada más, una herida que añadir a todas las que he sufrido. Una débil sonrisa apareció en su rostro y sus ojos volvieron a la ventana, pero no miraba lo que había más allá, su mirada perdida, desenfocada, mostraba un destello de locura cuando dijo: “ Me levantaré como he hecho antes, he caído, pero puedo volver a levantarme, ¿tú lo sabes, verdad?, pueden herirme pero el tiempo todo lo cura, para ellos solo queda el olvido, para ti existen mis recuerdos”. El silencio volvió tras las extrañas palabras, él aún inmóvil recorrió con su vista la habitación, se paró un momento en el sillón que ocupara el otro y un débil suspiro se escapó de su boca como un lamento. Luego, recogió el mando del televisor, lo levantó y presionó un botón, mañana será otro día se dijo mientras una sonrisa reaparecía en su rostro al darse cuenta que estaban emitiendo uno de sus programas favoritos. Cinco minutos después las lágrimas habían desaparecido de su cara y una estruendosa carcajada se escapaba de su boca al escuchar el último chiste del presentador del programa de televisión.

 

muy amena tu prosa.Un abrazo
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