Carne humana

Moscas podridas por la acera, por los pasillos entrando en las arterias del hombre desilusionado. El hombre no tiene partida ni final: olvidó de dónde venía y hacía dónde van sus pasos de atardecer. Prefiere decirle a todos que su familia murió en un accidente de carretera en medio del desierto de sangre. Las víboras tragaron sus sesos y se creo la religión de la bestia más fuerte en la capital.

En el metro de cada mañana ven mi carne que envuelven piernas de mujeres con lentes de intelectual, me siguen las infecciones y se mantiene el derrame y el sonido de vertebras. Todo cambia, menos las caras depresivas de vivir en una ciudad contaminada de las necesidades del humor pagano, el que se articula como el teatro en contra de las personas de sonrisas estúpidas y sin motivaciones de pudrición al vivir despertando de mañana y noches de neblinas de humo.

La gente normal que mencionas en tus libros de poesía tienen mascaras de maquinas, son prototipos y números graficados en las películas arrendadas en Blockbuster. Son falsos pensamientos, son monjes que vomitan sangre cuando se acuestan en las noches de invierno y se limpian sus rostros con alcohol por horas para que los vean fanáticamente "normales".

En verano apesta la carne y aunque se lave no sale la mugre ni la función gramatical y la dictadura de sacerdotes que lamen la palabra y el concepto imaginario del pecado. Los pobladores rezan cada día por dioses falsos que se ríen y orinan en los desperdicios, en las poblaciones con gente que vive y construye casas de excremento.

 

Un relato al borde del naturalismo. La carroña humana en los brazos de este mundo falto de humanismo, de amor y libertad. Placer leerte poeta. Felicidades. Saludos..