Crepúsculo

Se nos viene la noche, Lucía, se nos viene. Se caen las estrellas a pedazos, se caen. El silencio blanco y la luna. El gato negro sobre el piano toca un Chopin lúgubre y de la biblioteca empolvada se asoman los fantasmas del olvido.

Y tus ojos negros como el tiempo que se agota, que lentamente a sí mismo se aniquila. Y tu pelo negro como la luz muda del abismo en la que lentamente caemos. Y tu tez como la pálida niebla en la que nos perdemos.

¿Dónde quedaron los deliciosos jardines en los que bailaban las hadas etéreas y los ángeles de Agosto?, ¿Dónde los castillos de cristal eterno que juramos entre sueños construir como cuidadosos artesanos?

Ahora las flores de mayo son rosas negras, el palacio diamantino una torre en ruinas, el ruiseñor una lechuza que entona himnos nocturnos.

¿Quién cometió el crimen? ¿Acaso tú? ¿Acaso yo? ¿Acaso la ciudad gris? ¿Acaso los insectos que caminan haciendo inútiles sus alas en las aceras? ¿Fue acaso el tedio maldito? ¿Serían las imágenes de artificio que se posan sobre los altos edificios y que brotan hechiceras de lo más profundo de las pantallas de vidrio? ¿Será aquel brujo que conjuró a los demonios y juró que el amor era eterno?

Se nos viene la noche, Lucía, se nos viene. Se caen las estrellas a pedazos, se caen. El amor es eterno mientras dura, Lucía,

y el silencio blanco y la luna.