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El claustro

Discussion in 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' started by SkinheadMarco, Aug 16, 2014. Replies: 1 | Views: 1071

  1. SkinheadMarco

    SkinheadMarco Poeta recién llegado

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    1 Pan

    No hay luz que entre por su ventana, ni viento que le acaricie el rostro; lo único real, lo único palpable, es su soledad y los cuatro muros de concreto que lo condenan a la eterna penumbra del encierro. Su tiempo en este mundo lo ha pasado postrado en un inmundo catre, reposando entre la putrefacción que su cuerpo emana.
    El día y la noche no tienen lugar en su claustro: es como quedar atrapado en la nada absoluta, en un vacío apartado de toda realidad tangible. Su percepción del mundo ha quedado limitada a la conciencia de su propia existencia; y, a pesar de ello, no recuerda el nombre que se le asignó al nacer. Hay ciertas ocasiones en las que siente una necesidad aplastante por tener un nombre, así que su mente le da uno al azar. El día de hoy, por ejemplo, se llama Pan, y puede que después de dormir se llame Árbol, o tal vez Escarabajo.
    Su abuela sube a su habitación de vez en cuando. Lo alimenta y, si se porta bien, le lee algún cuento o fabula. A Pan le embriagan los cuentos de la abuela, pues con ellos puede viajar a la libertad, aunque sólo sea por un ínfimo instante. A veces desea con fuerza el escapar, pero su cuerpo se lo impide: está necesariamente atado a su camastro, como sí éste fuese una extención de su cuerpo.
    En limitados momentos tiene vividos recuerdos, o regresiones, de un tiempo pasado, de cuando solía ser libre. Su mente lo pinta a sí mismo en un campo de variopintas flores, arrullado por una suave brisa del norte. Recuerda también la calidez de un hogar entrañado, un hogar que solía habitar. Aquellas añejadas memorias lo colman de una sensación de inigualable paz, comparada sólo con el dulce sabor del sueño.

    2 Escarabajo

    Lo pensó por mucho tiempo, pero al final resolvió que Escarabajo era el nombre perfecto para aquel preciso instante de su vida. “¡Escarabajo, qué criatura tan solemne, tan hermosa!”, pensaba felizmente, mientras esbozaba una sonrisa en su rostro.
    Acababa de despertar de un largo, pesado, pero hermoso sueño: en su mundo onírico él era de un material liviano y maleable, tanto que el viento lo arrastraba y lo moldeaba con sutileza, con un vaivén de movimientos suaves y desordenados, se mecía cual hoja de árbol caída. Y aquel sueño lo había dejado con un muy buen humor; hoy su encierro se sentía menos pesado.
    Le daba miles de vueltas en su cabeza al magnifico sueño y, cada vez que recordaba la sensación de ligereza, soltaba una carcajada incontrolable que inundaba toda la habitación de una sonoridad estrepitosa. No le duraría mucho la alegría.
    La puerta de su habitación se abrió súbitamente. Su abuelo, que estaba bastante molesto, entraba con un arrebato de furia malsana. Escarabajo sabía de antemano lo que se avecinaba: el aguijón ponzoñoso. Sus ojos se inundaron de un profundo miedo, y de su boca emanaban bramidos atrabancados. Intentó zafar su espalda de los amarres, mas fue en vano. El abuelo hizo un abrupto movimiento con la mano y clavó el aguijón en el cuello de Escarabajo, quién más bien parecía un desdichado gusano que se retuerce de dolor. Escarabajo cedía ante la ponzoña; sus alaridos se apagaban lentamente. Y, en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba completamente sedado, completamente dormido.

    3 Tristeza

    “Tristeza, ese será mi nuevo nombre”, decidió después de volver a la vigilia.
    Se sentía embargado por la angustia y la inquietud, pues todo apuntaba a que aquel día se tornaría en algo aún más gris y deprimente. Su abuela había sido reemplazada, por una mujer amargada y de carácter rancio como la hiel. Sus facciones denotaban la vileza de su temperamento. Tristeza no dejaba de extrañar a su abuela anterior, aunque sabía de antemano que tarde o temprano la tenían que reemplazar, era inevitable, pues es lo que siempre ocurre en el claustro.
    Lloró lágrimas de amargura; tanto dolor acumulado en su pecho escapaba ahora, cual reo que ansía la libertad. Tristeza deseó estar dormido, o muerto; deseaba cualquier cosa con tal de salir del encierro, con tal de escapar. Suplicó reiteradas veces por la libertad, mas las paredes no escuchan, las paredes del claustro son indiferentes. Lentamente se le agotaban los gritos, cuando, de pronto, su abuela entró a la habitación.
    --Abuela, desátame del camastro, te lo suplico --le decía con el llanto a flor de piel.
    --Yo no soy su abuela, señor Rodrigo --contestó la abuela con frialdad, mientras preparaba la inyección sedante.
    --¿Rodrigo? Mi… mi nombre…, mi actual nombre es Tristeza, ¿Quién es Rodrigo? --respondió él.
    --Usted es Rodrigo, y está encerrado en este hospital porque sus familiares decidieron deshacerse de usted—se burló la enfermera, —y yo hubiera hecho lo mismo de haber sido ellos--.
    Un golpe de memorias asediaba la mente de Rodrigo, mientras la enfermera clavaba la fría aguja en su cuello: el instante en el que su familia lo arrojó al encierro apareció ante él, tan real, tan palpable, como si fuese un fantasma de un pasado horrible. Y fue sólo en ese momento que el encierro cobró sentido, y su nombre ya no le era ajeno, y el tiempo volvió a ser algo real.
    El sedante hizo su trabajo; Rodrigo perdió la conciencia y quedo profundamente dormido.


    4 Frío
    Despertó con una sensación de vacío; había un hondo hueco en su alma. Reflexionó durante un largo rato y al final resolvió que le faltaba un nombre propio, una identidad: “Frio”, la palabra llegó a su mente como una señal etérea. “Frío, ese será mi nombre”, decidió al fin.
     
    #1
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  2. danie

    danie solo un pensamiento...

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    Me encantó tu relato.

    Fíjate algunas cositas en los guiones de dialogo y en la redacción.

    Simplezas que se pueden solucionar con una relectura.

    Por lo demás, me parece genial.

    Un abrazo.
     
    #2

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