El viajero

Los caminos del viajero han llegado a un lugar específico, para iniciar el término de la locura. Es el mediodía de aquel viernes de nubes negras y gotas gordas, introducidas en la gran selva desconocida. Totalmente sin ubicación de tierras, el viajero no sabe a lo que le debe temer y lamentablemente no sabe otro dialecto que el español.

En el momento de su llegada a estos nuevos territorios, que lo más probable es que ninguna persona había pisado antes, en ese preciso instante, el caminante tenía la mente plagada de miles y miles de ideas locas y desenfrenadas. El ya no quería seguir la ruta, porque sabía que no iba a tener la misma suerte en el futuro recorrido de tierras nuevas. Él imaginaba que luego de un par de pasos alguna bestia salvaje comería de sus carnes e interiores.

Nuestro protagonista comenzó a meditar la situación, luego de un par de minutos se dio cuenta que si no se movía de aquel lugar los insectos y los lagartos lo devorarían. Sin nada más que su bolso y sus ropas, se dispuso a caminar y luchar con las posibles amenazas futuras. No tenía visualmente claras las amenazas, solo sabía que las habrían y en gran cantidad.

En los primeros metros del éxodo final aún se notaban rasgos de sonrisas en su rostro, junto a sueños de salvación. Observaba el camino bastante despejado, aunque no sabía en qué dirección iba y tampoco tenía claro cuál era su derecha y cual su izquierda; Lo único que hacia cada cierto tiempo, era inspeccionar su cuerpo para ver que no tuviera elementos enterrados o animales succionando su líquido vital.

Sin saber en el rumbo que se dirigía, se encontró con la sorpresa de construcciones en condiciones muy precarias, que parecían haber sido construidas en épocas medievales. Sus ojos exaltados, al igual que su corazón, observaban la situación actual. Sin saber lo que le esperaba decidió internarse en estas edificaciones que se encontraban en el centro de la selva perdida. Para la gran sorpresa de este hombre, había una multitud de enanos de raza negra frente a sus ojos, los que sobre la piel untaban una capa de pintura blanca. Eso no era todo, estos personajes sacados de los primeros años de la memoria humana, estaban iniciando su rito fatal. Luego de cánticos extraños y bailes exóticos, pude apreciar el cuerpo de un hombre asiático, el que tenía un orificio en su cabeza. Esto era horrible, si le habían hecho eso a este hombre, que podrían llegar a hacerme a mí.

Cuando menos me lo esperaba un personaje destacado sobre los demás tomó el cuerpo del muerto, exponiéndolo en los aires y arrebatando su corazón del pecho, devorándoselo con los dientes segundos después. En ese santiamén me di cuenta que cualquier equivocación podría provocar el fin de mis días. Fue en ese instante cuando de mi espalda apareció un ser gigantesco, el que fue lanzado al centro de la población de carnívoros, estos dé manera instantánea comenzaron a devorarlo vivo mientras sus partes se pudrían con el pasar de las horas y sus ojos se impregnaban en mi sudor frío del horror de ser la próxima víctima en tierras desconocidas.