El visitante

El estupor recorre la completitud de su cuerpo y el tesón de su mirada timúrida, refresca la ansiosa capacidad que ofrecen los sentires del alma. Con ribetes de plata nueve veinticinco a segmentado la retícula dormida bordeando y suponiéndose sabedor de la enzima.
Los espacios superlativos cuasi siniestros, inmunes al tiempo, despojados de la cortedad de los instantes, que podrán tener las piezas mundanales. Pretenden seducir al visitante, que azorado de un encanto certero… Despierta en sí mismo un rasgo poético que lo arroja incandescente a un éter conspiratorio y hostil, al punto de secuestrar sus maravillados sentidos y obligarlo a escuchar el candor de una y mil mezquindades que lo han paralizado.
Se confunde en la pasión que le sugiere su incógnita. Baraja simulaciones imprecisas en el mundo surreal y absurdo que le ha deparado su intuitiva imaginación.
La abstracción de su intelecto, ha desmembrado a una ilusión óptica, que deforma las imágenes sutiles viajando por los túneles mentales hasta su universo.
Los tips de su mirada atónita, dictan una poesía asimétrica e indeterminada, que libera agentes congénitos supra estimulantes, relajando la absorción visual y virilizando la imagen que denota una fogosidad intactil y sugerente.
Noche sin tiempo, que arroja corales inmoderadas, sometiendo imágenes de cúspides imantadas, cobrará el dolor del artesano y tomará la zozobra tibia y líquida y la someterá a un ciclo extremo, horriblemente extraño, informe, sin que pueda drenar la osadía de la excitación tétrica y mullida.
Y allí mismo se despojará del dolor de la codicia.
Salvará su esencia y escapará por fin de su mórbido ocaso material, a través de las artes sutiles.
El visitante se impregnará del musgo abstracto que escapa de su impaciencia y correrá sin sentido y sin moverse de su sitio hasta volar de placer sobre la pieza artística que se permitió disfrutar.