Embozado

Embozado en capa Don juanesca el truhán pecador entra en la crapulosa sala de los sin techo. Sorbe la mirada la hiel que engatusa el vino agrio de los jornaleros de la tubular taberna gris. Entra con garbo y fanfarronería altanera. Y siéntase en el mohín. Donde juegan a los hispanos naipes desgraciados amantes del vino, las mujeres y el oro. Don Juan embozado le da un golpe severo a la mesa. Con su bota archiconocida de capitán de Indias. Y, cogiendo la espada se la hunde en la garganta al mesonero que revelaba un asqueroso As de copas a rebosar de vino tinto. Todos asustados, con faz macilenta, a voz pelada, piden socorro. Pero, el pendenciero embozado comienza a cortar hinfladas caras de borrachos pordioseros. Es noche. Y, a las afueras de la taberna sólo llueve oro de perlas acuosas. El embozado sale sin dejar resto de vida. Y cogiendo un caballo árabe monta en él. Con un rictus sarcástico en su temple visionario. Alejándose ya emponzoñado en su embozada capa de homicida y vil pendenciero.