Irma

Y abriré los ojos y me sumiré en otro sueño blanco. Adormecido aún observaré las figuras misteriosas trazadas en las paredes. Abriré las cortinas, un haz de luz fría se difuminará a través del vidrio de mi ventana muriendo en mi escritorio. Los hombres caminarán entre la niebla, como es costumbre, con los ojos grises, con la noche a cuestas y la luna entre los dientes por la acera hacia el paradero de bus. Llorará la ducha lágrimas calientes y en silencio ascenderá el vapor como aquel ejército de seres celestiales luego de aquella batalla legendaria anterior a los tiempos, se adherirá al plastiglass y ocultará tras él aquel espejo circular colgado en el muro. Miraré como su reflejo se invierte a lo lejos. Algunos dicen que sucede esto por lo convexo, pero pienso que quizá sea un diablillo de humo que nos muestra lo otro, lo alterno.

Caminaré por la tarde argentina, lastimará mi piel los gélidos pliegos plomizos del viento, entonces me acordaré de aquella mañana de sol en el centro, el mercado de pulgas, la multitud de colores, los antiguos binoculares para teatro que no encontraste, la libreta roja con tu nombre inscrito. Me acordaré de ti, Irma blanca, y de lo que dijiste, que no era para ti porque no pudiste tenerlo. Falso era, Irma luz, pequeña era para ti, no cabías en sus hojas blancas, ni tampoco tus catedrales pintadas, así las invirtieses. No cabía tu árbol deshojado, solitario, contemplando quizá el hacha enclavada en un tronco muerto. No cabían tus colores, ni tus lienzos, ni tu alma. Irma grande.

No recogeré flores, porque las flores de la ciudad están marchitas. Recogeré entonces estrellas entre los cristales y los vidrios rotos. Buscaré música bajo el violeta de los charcos. Sacaré chispas y luces de las entrañas de las piedras lisas. Entonces recordaré tu taller y la luz que salió de la yema de tus dedos cuando cogiste el pincel, de aquel arcángel furioso y centinela del jardín de tus ojos, de la música que hacen que lluevan seres blancos y etéreos cuando sonríes. Irma Estrella, iluminabas tu taller, no el bombillo que colgaba incómodo esquivando tu hamaca verde.

Hubo una vez que tú, Irma noche, esperaste dormida a que la luna se despidiese de las estrellas. Cuando abriste tus ojos, te asomaste si la luna aún espiaba y emboscaste a Quevedo, su amor constante más allá de la muerte y el polvo enamorado; a Góngora y su gran bostezo de la tierra; a Manrique y su llanto y el río; a Calderón y su sueño entre sueños. Cuentan las hadas nocturnas que tus colores, traviesos, habían salido de fiesta. Una mujer solitaria, hija de tus manos blancas y trazada en lápiz atestiguó que los versos las habías convertido en río, tus sábanas de algodón atestiguaron por su parte que se habían tornado raíces. Aún los faroles de tu barrio lo discuten. Irma Emboscada.

Recordaré entre el bosque de edificios plateados como de las entrañas de un árbol sacaste una rosa. Pusiste entonces la rosa sobre la mesa en aquel café del norte y la dibujaste sobre un mantel de papel y sembraste sobre lo blanco sombras grises y margaritas de carbón. Recordaré que no gustabas de Poe y sin embargo a Poe invocaste, al cuervo llamaste con voz de aquellas hechiceras prodigiosas que invocan las fuerzas de la naturaleza en las más profundo de las cavernas, pero el cuervo no vino porque la tarde gris derramó lagrimas frías sobre los paraguas solitarios. Sal de ahí, Irma sol, Irma fuego. Sal de ahí que recordaré que entre las mariposas de metal y luces te prometí un poema invertido. Sólo dame tus ojos, las cuatro letras de tu nombre, dame un espejo, que yo pongo mi alma y la punta negra de mi pluma. Irma poema, Irma canto, Irma celeste, sal de ahí.

Sal de ahí que los robles y los caobos lloran sus hojas en las tardes de Agosto y tiritan de frío en las noches de invierno. Sal de ahí que las secuoyas y los abetos se agitan y sus ramas quieren salir del lienzo, sal de ahí que la noche verde quiere ver a tus hombrecitos de petróleo caminar sobre la luna nueva. Irma que caminas entre un laberinto de ramas, Irma de viento, Irma rosa, Irma mía, que ya las partituras huyen envidiosas a esconderse tras los faroles cuando escuchan tu risa clara que diluye los diamantes y las rocas, que el sonido de rosas azules de la música de Tchaikovski se inclina y la feroz tormenta de Wagner se acalla.

Sal de ahí que recordaré los paseos en el bosque, el laurel alegre, el terrible ciprés. Que recordaré mis poemas sobre los besos invisibles, los jardines perdidos, los enanos soñadores, las hadas de nieve, las noches ausentes.

Hoy regresarán los hombres envueltos en ceniza y con sus rostros cansados, hoy se hará la noche violeta y una luna de estaño, me lavaré la cara, me miraré al espejo. Me pondré el mejor vestido, no sacaré del cajón de mi escritorio aquellos binoculares de teatro que tanto buscaste sino unos catalejos de plata para que me veas saludándote desde las estrellas. Hoy lloverá tinta roja sobre mis hojas blancas, sacaré mi pluma. Me esconderé tras las rosas de papel que te regalé, mis letras se harán tímidas frente a tu pincel divino, buscaré sustantivos en las cajas vacías y adjetivos en mis libretas sin notas. Me ahogaré en mares de cristal, escalaré hasta las torres de marfil para hacerte entender que te quiero hasta el infinito. Si Irma estrella, Irma rosa, irma mía, lloverá tinta roja sobre mis hojas blancas y sacaré mi pluma, porque hoy, Irma,

Hoy te haré eterna.

 

AYyy QUE ENAMORAITO ESTA DE ESA "IRMA" SEGUIRE LEYENDOTE.UN ABRAZO

 

Jejejeej, gracias Rosa por tomarte el tiempo para leer lo que escribo... igual para ti Mustaine, me alegra mucho que te guste, me anima para seguir publicando... Un abrazo enorme!

 

placer mirr tus bellas lineas compañero muy serca, me ha gustado tu escrito, saludos.