La Hechicera

Pálido semblante de Hecate triforme. Luna radiante. De malignos filtros. Reflejados en las altas almas de los torturados de por vida. Hechicera. Atizas el vitriol con tu huesuda mano de delirante nonagenaria. Quieres el elixir de la eterna juventud. Mas el brebaje, que cada noche de walpurgis te hace levitar hacia el Sabbath, no es más que semen de tu amo Satán. Estás encadenada a la voluptuosidad espiritual de infiernos desencadenados. Hechicera. Filtra bien la mandrágora con la belladona. Y observa odiosa tu demacrado carácter en la reflexiva noche de la desesperación multiforme. Hechicera. Tesalica anciana descalza. En busca de íncubos que te calmen tu obtusa libido desenfrenada. Raptadora de niños sin bautizar. A qué juegas. Ya Dios cerró, con sello eterno, tu bendita salvación. Y una miasma horrible, filtrándose por las comisuras de la tierra baldía, te hace entrar en trance. Para observar, en plano astral, las bellezas macabras de la eterna maldad.