Las manos

Como era costumbre, Marcela y Octavio conversaban envueltos por la luz agotada de un día otoñal. Por unos minutos se había creado un silencio… Marcela observó la mirada dispersa y la suave sonrisa de Octavio…

¿Qué piensas?

En la primera copa de vino que compartimos, en lo inmediato que nuestras almas se conjugaron, en las manos que se entrelazaron y… en ese momento preciso me robaste el alma. A donde fuéramos juntos, las manos siempre se buscaban y los dedos se entrelazaban…

Devolviendo la mirada, Octavio observó recostada a Marcela… Sus ojos cerrados, la sonrisa dibujada en sus labios, al fin descansaba... sabía que su padecimiento y agonía habían terminado.

Octavio bajó lentamente su mirada y notó que las manos de ambos se habían entrelazado nuevamente, una vez más antes de su partida …

A la mañana siguiente, la servidumbre halló los cuerpos sin vida de Marcela y Octavio tomados de la mano. Se oyó, entre el asombro, una suave voz espontánea que dijo… “A donde iban juntos sus manos siempre se buscaban”.