Mi hija y la primera infancia

Ese primer contacto fue mágico, fue a distancia, fue un pequeño grito, un ensayo de lo que habría de venir, un sonido agudo que movió mi mundo. Luego fue tu presencia, tu nulo peso y etérea forma casi toda de tela blanca.

Así empezaste a comerme el cerebro como lo hacías con la teta de tu madre, entre malas noches y fobia a bichos imaginarios, toda la inocencia despreciada en aquellas noches donde pudiste haber sido y terminaste siendo habían regresado en forma de ingenuidad, de miradas encontradas entre dos adultos que sorprendías como a un niño idiota.

Llegaste y sepultaste mi pretendido idealismo con un golpe de biología; “hay que entender tu vida” parecías decirme con tu mano alrededor de mi dedo, rápidamente sonaron las canciones de cumpleaños, es muy cruel la memoria al abreviarnos la vida.

Ha pasado tiempo, perdemos vida mientras que tu ganas mundo, tu imagen, tus sonidos, tus olores, todo es una curiosidad que muta y se mueve con gracia de los pañales sucios con talco al olor a queso de tus pequeños zapatos maltrechos.