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Neurosis

Discussion in 'Prosa: Obra maestra' started by El hidalgo navegante, Nov 5, 2009. Replies: 0 | Views: 1090

  1. El hidalgo navegante

    El hidalgo navegante Poeta recién llegado

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    Todo empezó como empiezan muchas veces estas cosas, por una llamada de teléfono. Y como es habitual, todos íbamos a salir beneficiados: la persona que requería de un servicio, el que podía realizarlo (en este caso yo) y el intermediario que nos ponía en contacto.
    El teléfono empezó a sonar justo cuando me metía en el agua. Era media tarde de un caluroso día de finales de agosto y escasos minutos antes había fondeado el barco en illetas, en la isla de Formentera. Subí a cubierta casi de un salto y sonreí al ver el nombre en la pantalla, Nacho tiene el don de la oportunidad, siempre me llama en el momento menos adecuado, por lo menos en este caso no interrumpió nada comprometido. Nos conocemos desde la infancia y muchas veces me acompaña en los traslados. Actividad a la que me dedico en invierno además de vagabundear con mi velero por el mediterráneo intentando estirar mis escasos ahorros.
    Nacho sabía que no iba a poder negarme. La cuestión era que su padre, un reputado abogado de Barcelona, tenía una clienta americana cuyo marido había fallecido recientemente en Barcelona mientras realizaba un crucero con su velero por el mediterráneo y necesitaba de alguien que se lo llevara de vuelta a Florida. El óbito fue debido a una parada cardio-respiratoria de resultas de la impresión que recibió el finado por una llamada telefónica (de nuevo tenemos el teléfono por medio) que le informaba de un cambio importante en su situación financiera. La viuda había decidido poner el barco en venta y los brókeres le recomendaron el traslado del barco a los Estados Unidos donde sería más fácil su venta al tener pabellón de aquel país. Lo que se me proponía era que lo llevará sin cobrar nada a cambio. Por otra parte, dispondría de él hasta finales de mayo y podría quedarme con los ingresos resultantes de chartear el barco en ese periodo. Por supuesto, el barco debía ser entregado en perfectas condiciones de mantenimiento.
    A finales de setiembre, una vez hube concluido mis compromisos de chárter de la temporada, tomé el mando del velero. Era un S&S de 43 pies construido en madera moldeada en un astillero de Maine en 1978 y aparejado en Cutter, una verdadera joya náutica. Disponía de toda la electrónica y ayudas a la navegación necesarias. Lo primero que hice fueron las fotos y ponerme en contacto con mis agentes y posibles clientes. Acto seguido revisamos todo el barco en todas sus esquinas y cofres haciendo un inventario completo. La gran sorpresa fue encontrar una pistola en una caja acolchada dentro de la mesa de cartas con su munición. No me gustan las armas y me puse en contacto con el padre de Nacho quien me solicitó que la lleváramos con nosotros y me consiguió el permiso correspondiente. Si bien tuve que depositarla en un puesto de la guardia civil hasta el día de la partida. Por lo demás, el barco estaba impecable y se notaba que el difunto sabía qué se traía entre manos. Varamos para inspeccionar la obra viva y darle 2 manos de patente. Una vez de nuevo en el agua dimos por preparado el velero para la travesía oceánica.
    De lo acontecido a lo largo de los primeros meses y durante la travesía oceánica no hay mucho que contar. O sí, pero no viene al caso de este relato. Tan sólo comentar cuatro pinceladas, a saber: que disfrutamos del barco y de las Granadinas tomando Martinica como base de operaciones, que económicamente nos volvimos casi con lo que habíamos salido habiendo pagado incluso nuestros compromisos estructurales en España y a la vuelta aún tendría ahorrados los beneficios de la temporada anterior, que la segunda semana de abril iniciamos la ruta hacia el destino final y para finalizar, la cantidad de navegantes y nuevos amigos que conocimos. Eran muy comunes las tertulias y cenas en uno u otro barco y muchas veces volvíamos a bordo admirados de las experiencias que oíamos de navegantes que llevaban alguna e incluso, en algunos casos, varias vueltas al mundo. Un tema recurrente era la piratería en la mar, las zonas en las que se daba y qué buscaban dichos modernos piratas. Especial interés poníamos cuando hacían referencia a las Bahamas como uno de los puntos "de riesgo" y que en dicha zona el mayor peligro se encuentra en que quieren un barco "limpio", es decir, con todo en regla, para trasvasar droga desde un barco nodriza e introducirla posteriormente en los cercanos Estados Unidos y por tanto se "deshacían" de los legítimos ocupantes del barco y en algunos casos incluso violaban a las mujeres antes de "deshacerse" de ellas. Nuestro particular interés por esa zona era debida a que debíamos de pasar por las proximidades de las Bahamas en nuestra ruta hacia Florida.
    Planteamos el último tramo en dos etapas, la primera y más relajada, con algunas cortas paradas en alguna de las islas, hasta Culebra al Este de Puerto Rico donde unos navegantes nos habían dicho encontraríamos un varadero tranquilo y de precio muy razonable regentado por un tal Juan y una segunda etapa directa a Fort Lauderdale, nuestro destino final en Florida.
    Tras una semana de intenso trabajo de carenado y barnizado. Nos dirigimos a San Juan con intención de hacer la compra necesaria para la travesía que teníamos por delante. Pero el "shock" del reencuentro con el mundo latino y el haber conocido a dos hermanas, Susana y Cristina, la primera noche "merengueando por el viejo San Juan". Alargó nuestra estancia en la isla una semana. Y finalmente partimos a realizar la última etapa con ellas a bordo.
    Si el eje principal de esta historia fuera comentar el traslado del barco desde Barcelona a Florida, me extendería más en las anécdotas acaecidas en la travesía atlántica o durante los primeros meses o incluso, podría añadir algo de pimienta contando detalles eróticos de nuestra relación con las hermanas puertorriqueñas. Pero si no lo he hecho, ha sido porque todo lo narrado hasta ahora, no es más que una introducción esquemática. El autentico relato o la razón de ser del mismo, empieza ahora.
    Los hechos sucedieron la tercera noche, al atardecer habíamos dejado por babor la isla de Tortuga, al noroeste de la Española, y cambiado el rumbo para enfilar el estrecho paso entre Cuba y los bajos de las Bahamas. La noche era nublada y sin luna. El barco se deslizaba suavemente a 6 ó 7 nudos empujado por una brisa del Este y gobernado por el piloto de viento. Nacho y yo nos habíamos distribuido las guardias dejando a las chicas libres para que durmieran o nos acompañaran cuando lo desearan, el romanticismo de la cálida noche tropical envolvía la atmosfera a bordo. A las 3, Susana hacía poco que se había retirado y yo me encontraba en la bañera cuando empecé a oír un ronroneo de motor lejano y baje a la cabina a conectar el radar. Allí estaba el causante del ruido que percibía, un punto a 5 millas por la aleta de estribor. Supuse que debía ser un pesquero dirigiéndose al canal entre Cuba y Haití y salí fuera a ver si lo veía, pero nada, no veía nada, no es inusual que por estas latitudes algunos pesqueros naveguen con las luces reglamentarias apagadas por lo que no me alarmé. Pero baje a echar una segunda mirada a la pantalla del radar y tomar una marcación del punto que ya empezaba a ser una ligera línea, como un guión. Mi preocupación fue en aumento al comprobar que el ruido aumentaba en intensidad y la marcación se mantenía a rumbo de colisión por lo que desperté a Nacho por si nos veíamos obligados a maniobrar y le expliqué la situación. Mientras él salía de la cama, haciendo uso de una potente linterna enfoqué el haz de luz sobre la vela mayor con objeto de que ésta hiciera de pantalla y por lo menos llamar la atención. Nada, el ruido del motor era cada vez más cercano, no hacía falta mirar al radar para apreciar que el maldito barco estaba muy cerca si bien una ojeada al mismo nos indicó que iba a pasar por nuestra popa. Pero una vez se situaron a nuestra popa, cambiaron su rumbo y velocidad acompasándola a la nuestra. Estaban pegados a unos metros nuestra popa y mirando en esa dirección sólo se veía la opaca negrura de la noche, pero la intensidad del ronroneo que se escuchaba indicaba que se trataba de un barco bastante grande.
    "Esto no me gusta nada tío", me dijo Nacho. "A mí tampoco", le contesté. Y cerramos el tambucho de entrada al barco. Susana y Cristina también se levantaron y se sentaron juntas en el salón. La radio en el canal 16 estaba en silencio e hicimos un intento de contactar con nuestros perseguidores, sin respuesta. Pasaban los minutos y todo seguía igual. Una y otra vez utilizábamos la radio para intentar contactar, con el mismo silencio de respuesta. Entonces abrí el cajón de la mesa de cartas y saqué la pistola de su caja y tras retirar el cargador lo cargué con la munición ante la atónita mirada de Nacho y las chicas. "Si me van a liquidar no lo harán así por las buenas", les dije. Y expliqué a las chicas el riesgo en que nos encontrábamos sin entrar en detalles que las pudiera intimidar más de lo que de por sí ya estaban.
    Mi experiencia con las armas se remonta al servicio militar y me impresionó el peso y la frialdad del metal. Parece mentira la peligrosidad de algo tan pequeño. Ya he dicho que no me gustan las armas y si las empuñas has de estar dispuesto a usarlas. Desde la salida de Barcelona nunca había salido de su caja. Pero si el azar nos la había puesto a bordo, creo que ésta es la única situación para tenerla por lo menos lista para su uso. Para evitar accidentes innecesarios la coloqué dentro del fregadero con el seguro puesto.
    Pasados unos minutos, el ruido del motor pareció que bajaba de revoluciones, aunque sólo fueron unos segundos. Lo que siguió, aun aumentó más la tensión a bordo, ya que a continuación se nos acercaron dos lanchas neumáticas y se colocaron a una distancia de unos 10 ó 15 metros a cada banda de nuestro través y encendieron un foco muy potente desde del barco principal en nuestra dirección. Nos daba pánico incluso correr las cortinas para mirar a las neumáticas y no lo hicimos, si bien, se las oía y distinguía por su distinto sonido en comparación con el barco nodriza.
    Ante esta nueva situación, mandé un "MAYDAY" por la radio indicando nuestra posición y que un barco no identificado nos estaba rodeando. Fue entonces cuando sí nos contestaron por la emisora y en español. ¡Era un guarda-costas de los Estados Unidos! ¡Y en aguas que no eran de su jurisdicción! Por radio, os hicieron un interrogatorio. Nombre, nacionalidad y número de pasaporte de cada uno, de dónde veníamos, a dónde nos dirigíamos, por qué íbamos a los Estados Unidos, si teníamos intención de realizar alguna escala y todos los datos de la documentación del barco.
    Después del interrogatorio, las lanchas volvieron al barco principal pero siguieron con el foco encendido y manteniendo nuestro rumbo y velocidad durante unos 20 ó 30 minutos más hasta que finalmente, apagaron el foco y se fueron sin mediar palabra. La única explicación razonable que encontramos ante su actuación es la ansiedad e histeria colectiva de las autoridades del control de fronteras tras los atentados del 11-S. ¡Pero estábamos a más de 500 millas de sus aguas jurisdiccionales! En lo que quedó de travesía, en dos ocasiones más fuimos controlados por los guarda-costas que se acercaron a nuestra popa, en estos casos de día, y tras comprobar el nombre del barco con prismáticos siguieron su ruta.
    Pasados los meses, llamé al bróker americano para informarme de la suerte que había corrido el barco y si ya tenía un nuevo propietario. Y fue cuando me enteré de que en el mes de Junio había sido robado de la marina y encontrado dos semanas más tarde fondeado en una isla de las Bahamas con el interior totalmente destrozado. Se supone que fue utilizado para introducir un importante alijo de droga en el país.
     
    #1

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