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Noche lluviosa

Tema en 'Prosa: Ocultos, Góticos o misteriosos' comenzado por Carlos Clemente Olivares, 19 de Febrero de 2017. Respuestas: 1 | Visitas: 1444

  1. Carlos Clemente Olivares

    Carlos Clemente Olivares Poeta recién llegado

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    Desperté abruptamente por un luctuoso sentimiento que desgarraba mi ser en mis recuerdos disfrazados de sueños nocturnos, empapado en sudor como si una batalla se hubiese llevado a cabo en mis aposentos, con las heridas aun sangrantes de ese fastidioso liquido salado y trasparente, recordando una fantasía que se convirtió en guerra en medio de una guerra que allano mis fantasías, mi respirar casi obstruido me pidió calma, y mis oídos exigieron lacerarme con látigos de silencio, mientras mis ojos arañaban desesperados pinceladas de luz en medio de la noche.

    Mis impulsos me empujaron a divagar ansioso, recordando ese placer recóndito de caminar en soledad por las veredas copadas de gráciles sombras durante una noche tormentosa, me traslade a mí mismo a un punto poco concebido de mi mundo, un lugar obscuro en un paraje arbolado, con la lluvia como guardiana protectora, las duras gotas de agua que amenazaban con atravesar mi piel como un enjambre de feroces abejas que atacan a destiempo, intentando desgarrar lentamente en girones mi carne. El camino estaba solitario, libre de del bullicio de sacrílego de los tumultos, solo se oían pasos a lo lejos, voces murmurantes y una que otra carcajada temerosa indicando un bochorno repentino.

    Detrás de las sombras, en medio de las obscuras tinieblas, algo parecía asecharme, tal vez los guardianes de la noche o las animas que se despojan de sus ataduras para volver sus sueños de libertad, tangibles, más aún cuando yo sabía que era lo que se encontraba ahí, decidí hacer caso omiso a la advertencia que mis sentidos me daban. Seguí mi andar pretencioso, abismando mis emociones al compás de la noche, tratando de hallar figuras en los fragmentos de sombra que se formaban en el camino, esperando que de entre ellas emergiera tu figura etérea, cosa que no sucedió a pesar de mis anhelos reprimidos.

    Seguí avanzando por esa vereda esbelta con formas sinuosas, hasta llegar a una cabaña de madera, madera firme, dura y fina, con el característico aroma del cedro real mezclada con el aroma de la resina de pino del umbral de la puerta. Una casa con tintes espectrales, pero a su misma vez con un ambiente tan cálido que me hacía sentirme seguro, como si muy en el fondo supiera lo que había adentro esperando. Ya en el interior, aun cuando no hubiera luces artificiales, todo parecía iluminado, gracias a un enorme ventanal por donde entraba, coqueta, la luz de la luna.

    En plena sala, una figura habitaba la pieza, una mujer hermosa de lánguida cabellera y aterciopelada piel, eras tú, estabas sentada de espaldas a la luna, como si observaras algo en la pared, era un retrato pintado a mano por un muy hábil artista, eras tú misma, un retrato tuyo sentada, mirando plácidamente al horizonte, se te veía apacible, como si nada te preocupara, es más, un esbozo de sonrisa se dibujaba en ese rostro tuyo plasmado en el lienzo. Sentiste mi presencia, pero no te incómodo y continuaste observando esa imagen como si recordaras los momentos aquellos en que ese retrato fue creado.

    De pronto, volteaste a verme con un duro rictus en tu rostro y te dirigiste a mí iracunda - ¿Tú crees que yo soy así? - sin proferir palabra alguna, simplemente me dispuse a escuchar lo que tenías que decirme, más te quedaste callada esperando mi respuesta, rompí esa pausa inquebrantable que se apodero de nosotros y en medio de un tenso silencio te conteste - Adelante, dime quien eres - Y me contaste una historia obscura, sobre un terrible ente albino, un ser alado que deambula por las noches deseando liberarse a sí mismo, defendiéndose a cada paso de aquellos que intentan lacerar su alma, destrozando a incautos en el camino lleno de vicisitudes, defendiendo legados en hemisferios opuestos, heredando emociones que no son su causa, purgando pecados de vidas pasadas, me contaste tu historia y la divinidad de la misma, con sus finales abruptos y sus desvariadas vertientes, me enseñaste el pasado que te atormenta en instantes y por lapsos de hace erguirte ante las más temidas adversidades, me dijiste un par de frases al aire, algo que no comprendí dada la historia que me habías contado, unas frases que sonaban algo así - Me siento débil, me siento ahogada en mi propia vida, quisiera a veces emerger y volver al camino que antes andaba - yo solo escuche tu lamento y agache la mirada, desconcertada me volteaste a ver y preguntaste - ¿Qué te pasa? - y yo simplemente me oculte en tu regazo, me tomaste abruptamente de los hombros y me exigiste una respuesta - ¿Qué te pasa? - repetiste en tono demandante, a lo que respondí - El día que tu emerjas te ti, serás inalcanzable para mí, porque este sueño es como tratar de alcanzar las nubes a través de la neblina baja de las noches de invierno, porque el agua más pura para los labios está formada en las alturas o en su defecto en la profundidad de los manantiales, siempre fuera del alcance - en enojo te levantaste abruptamente y me dijiste - ¿Crees que necesito que alguien tan débil me tenga compasión? - y tímidamente me acurruque en el suelo, mientras te alejabas de mi avanzando hacia la puerta, tumbando todo lo que en tu paso se atravesaba llena de rabia y decepción.

    Al ver que te ibas dos ángeles llegaron a mí y comenzaron a narrarme la vida que había vivido, segmentos diminutos de mi historia, puntos claves en mi existir, hundimientos, nacimientos y resurgimientos, hicieron tangibles los recuerdos en donde de manera infinita yo tocaba tu vida y tú la mía sin llegar a invadirse más sin tener que ser paralelas, cada narración estaba compuesta de gotas de esencia del perfume más dulce, un perfume llamado amor, removiendo los pensamientos reprimidos y armando rompecabezas inconclusos. Mientras uno de esos ángeles me exigía nuevamente sumergirme en mi apatía, el otro me instaba a levantarme, a renovar los bríos y luchar por mi alma rota. Una trifulca de palabras, maldiciones y gritos fueron parte de ese escenario de tribulación, un momento de acuerdos en total desacuerdo, un torrente cumulo de agua cristalina con un fondo lleno de fango que volvía turbia las aguas.

    Ante tal situación llegaron a mí los demonios que me habitan, me tomaron de la mano y me dijeron: - ¡Vuela, ve por ella!, ahí donde debes estar, síguela, porque esa mujer es tuya y no habrá poder humano que te impida poseerla – mis ojos se abrieron y poseso de bajos deseos, hice un lado el autocontrol y corrí tras de ti, exacerbado y exabrupto , como si fuera un lobo hambriento tras su presa, me interne en una tétrica carrera deseando de un zarpazo castigar tu osadía, tú te diste cuenta de mis intenciones y te detuviste en seco, segura de ti misma levantaste tu mano y alzaste la voz diciendo - ¡Así no!, no de esa manera - me tomaste de la mano y pusiste tu mano izquierda en mi pecho y contaste lentamente - Uno… Respira, Dos… vamos, tres…. relájate, quiero tenerte aquí, aquí mismo, quiero que seamos uno, quiero que vaguemos juntos por los senderos de la excitación y la pasión desbordada, y que esta sea tan incandescente como las brasas mismas del Gehena, vamos andemos juntos por el sendero del amor hasta volver las heridas en caricias que cercenen nuestros cuerpos y cobren, con su dolor, los pecados concebidos y los que habremos de concebir hoy, en esta noche húmeda de bondades malditas - y yo cegado por la hermosura de verte cobijada por la luz blanca de la luna y como si fuera el canto de las sirenas obedecí ipso facto.

    Voltee en retrospectiva y vi lo lejos los demonios y los ángeles peleando una batalla contra la razón, los gritos me enardecían y enloquecían, exasperando mis ya sufragados bríos, de pronto tú simplemente detuviste tu andar y exigiste redención, cosa que no fue concebida, tu rostro enfurecido se asomó tímido pero impetuoso a la misma vez y como si fuera un presagio, a mi mente llego un grito, exigiendo libertad, te solté de la mano y te tome en mis brazos, comencé a recorrer tu cuerpo, como si fuera un perro rabioso buscando encajar sus colmillos, recuerdo tu cuerpo blanquecino enloqueciéndome, recuerdo el aroma de tu piel excitada y el sabor dulce de tu sangre inundándome las papilas gustativas, enviándome al éxtasis total de mis sentidos.

    Nuestra pasión nos llevó a las afueras de la casa entre tumbos y despojos, la lluvia era más intensa, caímos sobre el pasto cubierto por agua, mi espalda fue encajada por las ramas crepitas que a pesar de la humedad gritaron por su desolló, tus besos me sofocaban y me exigían redimirme entre mordiscos, te brinde caricias y respondí tus besos, nuestros cuerpos se unieron al unísono en medio de una trémula danza sexual, se mimetizaron como si necesitasen el uno del otro para poder continuar con vida, nuestro aliento formo una atmosfera de calor y fulgor que concebido durante el acto parecía que hubiese sido formado por los mismísimos dioses, la lluvia arreciaba y azotaba nuestra piel, era como un dulce castigo al narcisismo de pareja que en ese momento se volvió osado y reto con su placer a todos los entes que deambulaban en el bosque, nuestros cuerpos se estremecieron al compás de los truenos y una luz simulando los caminos del infierno iluminaba el cielo obscuro en forma de ramales, en forma de raíces como las que nosotros mismos evitamos echar, solo se oían los lamentos de los árboles y los murmullos envidiosos de las sombras, todos envueltos en un momento solemne, tu y yo, el espacio, el tiempo, el glamur, el corazón palpitante, la sangre corriendo acelerada, tu rostro, tu hermosura, mis caricias sobre tu cuerpo, el movimiento, los besos a destiempo, las caricias sofocadas, las mordidas discretas, tus senos suaves moviéndose con el salpicar de la lluvia, tu pubis en reposo, esperanza gloriosa, nodriza de sueños y guardiana de ilusiones.

    Nuestro encuentro duro mientras la lluvia se mantuvo y juntos como si estuviéramos conectados, detuvimos nuestro frenesí, tu cuerpo cayó a un costado mío y escuche claramente el sonido del agua en tu espalda - (silencio) - paso un instante, muy corto, busque tu mano para besarla y como si fueras humo te desvaneciste al más mínimo contacto, pero antes de que huyeras de mi derrame una lagrima implorando tu nombre y te detuviste, te mantuviste a mi lado, tal vez sin comprender el porqué, ni lo que vendría más adelante, tal vez indecisa, tal vez convencida, pero me levantaste la cabeza y la pusiste en tu regazo, me regalaste una sonrisa y acariciaste mi húmedo cabello, solo cerré mis ojos hasta que la vida se escapó lentamente de mi cuerpo y mi respirar culmino sus sofocos en un último expiro que elevo ese amor fortuito con rumbo a los cielos y por fin disfrute de esa paz que tanto anhele.
     
    #1
    A Melissa Hdez le gusta esto.
  2. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

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    Gusté y disfruté con tu relato.

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    #2

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