Olvido

Las lágrimas rodaban por vez primera por aquellas mejillas pálidas que habían conocido la soledad desde siempre. El polvo y el olvido se acumulaban sobre el cristal inexpresivo de sus grandes ojos, coronados por unas pestañas cuidadosamente perfiladas. Los bucles oscuros, siempre perfectamente peinados, iban deshaciéndose en la nostálgica melancolía que emanaba de toda su figura, delicadamente vestida con un traje de encaje que una vez fue blanco. Fuera, la tormenta golpeaba los cristales con su furia monótona e inundaba la oscuridad reinante de una luz azulada o grisácea. Nadie hubiera podido imaginar que tal belleza fuera a ser sumida en tan profundo abandono, ni que correrían, llenas de añoranza por su mirada ausente, perladas gotas que al pasar por sus ojos reflejaban recuerdos más felices. Fugazmente, se iban sucediendo salas de teatros que fascinaban con su esplendor, damas lujosamente vestidas, carruajes, coches de caballos, fiestas y salones, espectáculos que…

El crujir de los escalones hacia el oscuro desván dispersó esta ilusión callada interrumpiendo el silencio. Se podía oír la respiración cansada de un hombre de avanzada edad que recorrió la buhardilla con un pequeño martillo y algunos clavos. -Ya está, gotera arreglada- dijo satisfecho para sí mientras se alejaba de la lobreguez de la habitación. En ella, dejó con su melancólica soledad a la muñeca que soñó llorar por una grieta del tejado recuerdos que nunca fueron.