Peregrino

Por el sendero, entre polvo y guijarros voy caminando. Llevo varias horas de pasos seguidos, pasos sin contar, de cansancio y dolor. Al fin llego junto al remanso que recuerdo, tras las peñas grandes en medio de las cuales corre el Cares, a estas alturas aprendiz de río. Allí me siento tras dejar en el suelo la mochila, que ya no recordaba con tanto peso. Me descalzo y dejo mis zapatos en la orilla mientras meto en el agua los pies. Está muy fría; eso sí que lo tenía guardado en la memoria: aguas que bajan del deshielo de los neveros que todavía blanquean las cumbres que nos rodean. Mis pies lo agradecen, cansados de la marcha, del peso, de los años.


Antes, cuando era joven, solía venir por esta ruta, me parecía entonces más fácil, menos empinada. Ahora la veo con otros ojos, más verde, con los árboles más grandes, con los piornos cuajados de flores. Pero me causa desazón, me fatiga al cabo de los pasos. Por eso descanso ahora, al lado del agua cristalina que rompe entre las piedras y entona un canto monótono y hechicero.


Quizá tengo que descansar un rato. Salgo del agua, me siento al pie de un árbol y apoyo mi espalda contra su tronco. Cierro los ojos y recuerdo. Hay, un poco más adelante, un tramo en que la zona se ensancha y en medio de un prado una pequeña ermita abre sus puertas a quien pasa, sea campesino, arriero, peregrino… Tal vez yo sea hoy un poco peregrino. Llegaré a su puerta, miraré la espadaña sencilla y la campana que en ella se acomoda. Seguro que entraré y dejaré entre sus paredes una oración. Una oración que rompa el silencio que la envuelve, una oración que compense las veces que pasé por aquí y no paré un instante. Una oración que agradezca el trabajo a las manos que la levantaron.


Más adelante llegaré a Caín. Ignoro el porqué del nombre bíblico y maldito del lugar. Tal vez porque rodeado de una naturaleza hermosa, fuerte y grandiosa, haga la vida difícil a quienes lo pueblan, pocos y viejos lugareños de unas tierras que se están quedando solas.


Seguiré el camino del río, entre empinadas paredes, por hoces hermosas que el agua ha ido labrando con constancia durante siglos. Quizá tropiece con algún cabrero que lleva sus cabras de vuelta a casa para el ordeño de la tarde. Más adelante con la cordillera vencida, dejando atrás los picos, el río me vaya llevando en una bajada larga a las tierras llanas, las tierras repartidas en pañuelos donde se pierden como en un cuadro, una pomarada, un maizal o una tierra sembrada de centeno. Mugir de vacas y algunas esquilas de ovejas que se sienten extrañas.


Y al fondo, el mar. Tan grande, tan inmenso, azul como el cielo con ondas de blanca espuma. Una playa de arenas infinitas que bordea la costa, donde van las olas, con insistencia terca, una y otra vez a besar las orillas. Es posible que cuando llegue repose en esa playa y mire el mar. Tal vez me siente al lado de una pequeña barca pintada de azul y rojo, con el nombre de Carmen escrito en la proa y me llegue el olor de la brea que la calafatea y del salitre del mar. Y cuando llegue la noche dejaré que me lluevan las estrellas su luz blanca, lejana y me abrace ese mundo que surge cuando el sol se pone y que parece hecho sólo para unos pocos…


Descansado, me pongo en pie, me calzo, me coloco la mochila y comienzo a andar. Me siento peregrino de algún lugar y por algún motivo. A mis labios viene una canción.

 

Amigo, loa relatos en tiempo presente, en forma de crónica, son mis preferidos porque el lector, ya sea que esté el cuento en primera o tercera persona, puede acompañar a los personajes.

El formato de la crónica le da un plus de interés y fluidez a los relatos.

El ambiente bucólico que describen tus líneas transmite la paz y el orden tan propios de la naturaleza, y ese sabor de nostalgia dulce de quien retorna a un viejo camino, a un lugar que por algún motivo es especialmente apreciado.

Todos tenemos sitios a los que retornamos y volvemos a descubrir, y aunque tengan cambios debidos al tiempo, la esencia no la pierden y eso motiva que sigan siendo cercanos al corazón.

Cuando hablo de calidad y de premios merecidos, hablo del arte de tu pluma y de las verdades que aparecen cuando alguien llega a leerte y se lleva talento. Vos sos un lujo para esta casa.

Fue un gusto y una alegría leerte en esta tarde bella y lluviosa de otoño.

Un gran abrazo con admiración.

 

Muchas gracias Cecy por tu hermoso comentario. Cuando va avanzando la vida, te das cuenta de que solamente estás de paso, que eres un peregrino que transita caminos y discurre horas. Y, a veces, volvemos a caminos conocidos que se orlan de bellos recuerdos. Caminos en los que nos sentimos a gusto y bien y volvemos a ellos para revivir momentos y para soñar nuevos recuerdos. Así mis letras llevan por esos rincones que para mí son especiales y me alegra encontrarte en ellas porque con tus palabras pones una luz especial a mis letras.
Un gran abrazo lleno de admiración y gracias por tu constante presencia.

 

Ayyyy Luís me he sentido peregrina contigo y me he recreado en esos bellos lugares consagrados al reposo y a la contemplación, he visiitado esa pequeña ermita y rezado contigo esa oración de gratitud a Dios por rodearnos de tanta belleza y concienciarnos de que vivir es todo un privilegio, luego ya el ser humano se encarga por sí solo de desvirtuar todas las cosas y hacernos contemplar solo el lado oscuro de todo. Ayyy cuántos recuerdos han resucitado en mi corazón y en mi mente conforme te leía, paisajes entrañables que me encantaría visitar una y otra vez y no dejar pasar los días, como me ocurre, sin visitarlos pues en ellos hay una parte de mí por allí flotando.......muááááááckssssssssss

 

T

Todos somos peregrinos, aunque no todos se den cuenta. Y nuestros caminos nos conducen a diferentes metas y nos llevan por diversos senderos. A mí me llevan hacia mí mismo, pues lo cierto es que creo que todos y cada uno de nosotros caminamos para encontrarnos. Para hallar lo que llevamos dentro y reconocernos en ello. Yo, en muchas ocasiones, necesito recogerme y orar, pedir ayuda al buen Dios, y para eso una ermita es un lugar magnífico. Pero luego, el camino debe seguir, una vez que nos hayamos confortado.
Gracias por caminar un rato a mi lado, Isabel. Gracias por tus palabras y tu presencia. Un gran abrazo y miles de besos.

 

Comparto la opinión de Cecy de que eres todo un lujo para este portal y para todos los que tenemos la suerte de poder leerte.
Fíjate que todavía tengo los pies helados después de haberlos tenido este rato dentro del Cares.
Por cierto, la famosa ruta del Cares, siempre he oído hablar maravillas de ella y nunca he podido hacerla. Después de leer tu relato dan unas ganas terribles, ya no tengo disculpa, a ver si tengo la oportunidad de meter los pies de verdad.
Un admirado abrazo...
Javier

 

No me extraña que tengas los pies helados pues si algo hay frío en Picos de Europa, es el agua del Cares. Si algúna ocasión decides hacer la ruta del Cares, te recomiendo que comiences sin prisas el camino en Valdeón y llegues hasta Caín. Luego desde allí está el inicio de la ruta, pero el primer paseo te va a mostrar lugares preciosos. Gracias por acompañarme en mi peregrinaje. Un abrazo.

 

Leer tus prosas son siempre travesías inolvidables, deslumbrantes, ya sean reales o fantásticas y eso se debe a tu gran talento Luis.
Pude imaginar cada lugar y visualizar ese peregrinaje gracias a tu exquisita descripción.
Creo que todos siempre volvemos a reencontrarnos con nuestro yo y nos unimos al todo cuando estamos en esos lugares que nos son especiales.
Ahora falta que nos hables de esa canción que entonaste al peregrinar.
Muchas gracias por compartir tanta belleza en una prosa que toca el alma.
Un gran abrazo con toda mi admiración querido poeta.

 

Muchas gracias Laly por tu visita y por ese comentario tan estupendo. Las prosas no son lo fuerte del portal, pero algunos nos seguimos empeñando en escribirlas. Y, sí, en este escrito me convertí en peregrino. Fui en su día peregrino a Compostela y los Picos de Europa los recorrí en mi juventud. Ahora me visitan esos rincones en la memoria y, en ocasiones, me piden que escriba de ellos. La suerte que tengo es que tengo lectores como tú, que no me dejan en el olvido.
Si hablase de las canciones que me vienen a los labios, no tendría sitio para nada más. Todo el día estoy cantando.
Un fuerte abrazo.