Pieles.

Pieles.
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Una segunda piel envuelve a todas las personas: sus relaciones.

Es una cubierta tibia y de textura agradable al roce de la piel que es uno… o un manto azumagado y roído sin el aroma perfumado del primero, repulsivo incluso a la distancia.

Nuestros mantos nos definen, influyen nuestra postura al movernos por el campo de la vida, inciden en la seguridad con que te manifiestas en el palco que también es la vida, nos inclinan a pensar y sentir que nuestras ropas somos nosotros y nos concebimos incluso en sueños vistiendo sus géneros.

Mas las telas no son eternas, se gastan inevitablemente, la humedad, los roces, los descuidos pero sobre todo el transcurrir persistente del tiempo acaban por desgastar las telas que un día parecieron indestructibles… pues, quiérase o no, solo era una tela.

Y muchos se sienten desnudos, no comprenden que la segunda piel después de todo no era una piel real, sino un sucedáneo, algo que cubría sus cuerpos de tal modo, que olvidamos que debajo se encontraba el cuerpo genuino…

Solo imagina la dicha de aquel afortunado sin ropajes, ese que no tiene una segunda piel asumida por verdadera, aquel que una mañana que pintaba para ser como cualquier otra descubrió no necesitaba ropas porque la temperatura del naciente día igualaba a la temperatura de su propio cuerpo.

Solo imagínalo abrigado bajo el halo de un mundo que no es extraño, solo vislúmbralo en compañía de millardos que a su debido tiempo descubrieron lo mismo. Velo viendo a otro tan igual a él que alguna vez le hizo preguntarse si acaso no estaba enfrente de un espejo… tu primera piel.

Abrigado bajo el manto mis hermanos, me despojo;
parto solo porque me he desnudado.
Para ver y sentir mis propios halos.​

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