Renacer contigo

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Quisiera renacer de tus cenizas y convertirme en el fénix de tu esperanza, para construir un nuevo camino a tu lado, aun sobre las ruinas que dejó el dolor…

Déjame surcar por un instante los cielos de tu mundo y teñirlos de color, para que la soledad —vencida y moribunda— huya al comprender que ya no serás una víctima más de su absurda melancolía.

Permíteme atravesar las murallas de tu corazón, como un día abriste sin miedo las puertas de mi alma agonizante; pues solo deseo sembrar en ti la semilla de la ilusión perdida, esa que fue asesinada por la realidad impuesta por los sueños ajenos que alguien más dejó en ti.

Concede que mis caricias mueran una noche en tu cuerpo, como si en cada roce se extinguiera mi última existencia; y, cuando llegue el amanecer —si es que llega—, sea yo quien recoja los espectros de un amor suicida, aquel que nunca supo hallar, en los rincones de la penumbrosa habitación, una razón digna para seguir respirando.

Déjame ser el ángel del silencio donde entierres tus palabras, para que, cuando por fin te atrevas a pronunciarlas, su veneno atraviese mis oídos con el filo de tu voz, y sea yo el único testigo del llanto infinito de tu alma rota.

Pero, sobre todo, permíteme convertirme en la flor marchita que olvidaste en el bolsillo de un viejo pantalón; porque sé que, cuando me encuentres, entenderás que incluso aquello que creías muerto puede volver a florecer si lo sostienes con amor.

Y entonces, si así lo decides, prometo que juntos escribiremos un destino donde incluso las cenizas se atrevan a volver a soñar.

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