Resolana

Tenue, sombrío e inquietante un sitio llamado Resolana, fue el estadio constante de mis noches, aquel lugar cercano pero distante donde se llegaban solo aquellos que sabían poner el codo y disfrutar de charlas y discusiones. Discusiones donde la verdad, por respeto quedaba en le vacilo constante. Un lugar donde la lógica daba paso, solo por dogma, al sentimiento de aquel que aferraba esa verdad que sentía, siempre y cuando compartiera ese gusto a sequedad. Esa sequedad que da el tabaco mesclado con la malta finamente trabajada.
El hacedor de ese clima era un hombre de 40 y pico flaco sin familia y cojo, su nombre Edmundo y su apellido terminaba con o.
En ese lugar de paso, paso de vidas, sueños, alcohol, necesidades y mentiras se veía deforme y se escuchaba vagamente el ruido del tren al pasar. Ese ruido terrible que te dice, el mundo camina y vos acá contando y dividendo la plata para ver cuántos vasos quedas o vidas te quedan.