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Desnudos,
ante la certeza del peligro,

nos vestimos con orgullo y avaricia,

enalteciendo un trozo de tela,
con altanería y desprecio,
frente a naciones moribundas
condenadas a retorcerse entre la ruina,

besamos sus suelos,
cuando somos menos que un recuerdo,

cuando nadie lucha por nadie,
nos damos cuenta que estamos solos,

cuando se apague nuestro cielo,
la bandera del egoísmo
flameará en la oscuridad,

cuando el frío gobierne,
empezaremos a buscar calor,

dejaremos de observar avaricia,
para encontrarnos
con primordiales necesidades,

entre sequedad y entumecimiento,
la realidad se torna tajante,

frente al que logró riqueza,
ahora, el peligro lo acorrala,

frente al que cuidó su plato,
ahora, el peligro se lo arrebata,

frente al que defendió al poderoso,
ahora, el peligro lo sentencia,

la única fortuna
que un simple humano
podría, en su falta, apreciar,

es no haber vivido tal infierno,

y cuando se alce la locura,

observando caos y destrucción,

apreciaremos la justicia
que antes teníamos en nuestro poder,

porque cuando la muerte gobierna,

no hay futuro
por el cual podamos luchar.