San Melquiades

Lo mataron a pedradas. Allá por la salida del pueblo, junto al panteón. Luego que lo mataron se fueron de ahí. Dejaron su cuerpo ensangrentado, con el rostro deformado y desecho por las rocas, a un lado de la calle. Lo dejaron solo, no hubo un solo cristiano que se ocupara de arrimar sus restos unos cuantos pasos, al menos dentro del panteón. Ya vendría al día siguiente un empleado municipal que le daría sepultura, pensaron.
Lo dejaron ahí entre el polvo, entre la niebla, bajo una luz de luna que nunca lo alcanzó a iluminar. Lo dejaron ahí frente a la mirada inexpresiva de su burro.

Luego de un tiempo el burro empezó a buscar el camino de la sierra para volver a su casa. Atado como estaba a un pie del anciano difunto, lo empezó a arrastrar. Se escuchaba por las calles de polvo y piedra el rozar de las ropas del viejo arriero entre los fiordos del sueño. El burro se cansaba de jalar y se quedaba un ratito quieto, luego seguía, en su intención de volver al sitio donde el viejo tenía su casa.

Al amanecer los vecinos buscaron por los alrededores para ver si todavía estaba el cuerpo por ahí. No encontraron nada, el burro y el cadáver de su viejo amo desaparecieron. Esto fue por la época de las cabañuelas, esas lluvias locas que de repente llegan, y que si no llegan, son mal presagio para las siembras. Dos días después cayeron las lluvias, llovió todo el día y luego dejó de llover. La gente estaba feliz, habría buenas lluvias, habría buenas siembras. Todo se olvidó. Nadie se acordó del viejo y su burro.

Justo un año después, antes del amanecer, la gente del pueblo escuchó pasos de un burro y el rozar de unas ropas por las calles.
Luego del paso del burro se sintió una pestilencia insoportable, olía a muerto. Al amanecer se escuchó el llanto de las mujeres de la casa de El Principal del pueblo.
Todos los niños de la casa amanecieron muertos. Hubo mucho llanto y mucho dolor en esa familia. En los años siguientes pasó lo mismo. Se escuchó el paso del burro arrastrando un fardo y luego la pestilencia a muerto. Al amanecer los llantos, el dolor por los niños muertos, en una casa diferente cada año.

Pasaron muchos años hasta que a alguien se le ocurrió ponerle veladoras y hacerle rezos al viejo aquél y su burro. Las noches previas a las cabañuelas la gente ponía en sus puertas alfalfa para el burro y una botella de mezcal o aguardiente para el anciano, de quien nadie se acordaba ya cómo era. Se encerraban a piedra y lodo y esperaban. El burro jamás dejó de pasar y llevarse, al paso, las vidas de los más pequeños de una familia.

La gente se organizó para pedir perdón por el crimen que todos cometieron en la persona de aquel anciano. Se les ocurrió construir una capilla justo en el sitio donde quedó su cuerpo. Le ponían veladoras todo el año, le rezaban, le inventaron cánticos. En el pueblo hubo quien le mandó a hacer una imagen de yeso. Era un anciano parado al lado del burro. Sonriendo él al mirar hacia el frente, y el burro con la cola por un lado, como si estuviera feliz. No se le olvidó al ocurrente encargar al escultor pueblerino que el burro estuviera comiendo un delicioso bulto de alfalfa.

Pues fue costumbre que las mujeres embarazadas vinieran a traer ofrendas, pusieran velas e hicieran novenas al anciano, para que tuvieran sanos a sus hijos, para que él se los protegiera.

Sin saber bien las causas de la devoción, ésta se extendió a los pueblos colindantes. Ahí venían las mujeres preñadas andando por los caminos para pedirle al viejo y al burro, que sus hijos nacieran sanos. Luego fueron las que no tenían hijos, las que no podían tenerlos. Creció tanto la devoción que se organizaban peregrinaciones de todos los pueblos cercanos para venir a pedir al viejo muchos hijos y buenas cosechas.

Y toda la gente que venía preguntaba: ¿Y cómo se llama el santo? Pues para que nadie se ofenda o se sienta aludido no diremos el nombre verdadero, por precaución también, no sea que el viejo se enoje y venga con el burro y se lleve todos los chamacos de esta casa. Pos diremos que se llamaba San Melquiades.

Pues será o no, pero el mentado anciano y su burro se volvieron bien famosos.
Era certero y milagroso. Llegó a tal grado su fama que los ganaderos venían con todas sus vacas antes de las cabañuelas para que se las bendijera San Melquiades y cuentan que todas parían, sin faltar, una cría por año.

Una leyenda dio paso a otra.

Empezó a correrse el rumor de que el viejo del burro se aparecía por los pueblos, casi siempre por la salida de los panteones, casi siempre al caer la noche, casi siempre antes de Las Cabañuelas.

Decían que si le llevabas una paca de alfalfa al burro, y le dabas al anciano lo que quisiera pedirte, éste te regalaba un costal lleno de oro.
La gente andaba por esas épocas del año buscando a un viejo con un burro para darle alfalfa al animalito, y lo que pidiera al anciano. Era común ver a mujeres y hombres cargando con una paca de alfalfa y un sinnúmero de cosas en un morral de ixtle para ganarse los favores del viejo del burro.

Nunca se supo de alguien que se hubiera vuelto tan rico por la gracia concedida en el costal lleno de oro de San Melquiades; pero vox populi vox dei, y ay de aquél que lo ponga en duda.

 

Interesante historia donde claramente queda patente el interés de hacer las cosas cuando hay amenaza de por medio o para sacar algo de provecho, y si se me permite también, la brutalidad del castigo...
Recordaba a Melquiades como un personaje pintoresco de Cien Años de Soledad.

He disfrutado mucho el relato. Gracias y un abrazo

 

Gracias por el relato Melequias...una triste historia de aquel pobre anciano y su burro.... donde vemos a los humanos recapacitando depues de actuar de mala manera.

Cariños

 

Tiene mucho talento amigo, lo felicito por su escrito.

 

Sí, bueno, en este país hay muchos Melquiades entre los ancestros, son ese tipo de nombres en desuso, ahora, con la televisión, los que abundan son los Brallan, Brayan, Braian, del BRIAN influido por las series norteamericanas. Y el Melquiades nuestro no suena como el del otro lado del planeta, aquél es Melquíades, con ese quiebre sonoro en la I acentuada, aquí se pronuncia y escribe sin acento Melquiades, cayendo la acentuación en la A, como se pronuncia con influencias sonoras del Náhuatl. Y es muy recurrido el nombre para el cine y novela cuando se busca atribuir de facto un perfil indígena al personaje, aunque también lo he encontrado en personajes con poder: don Melquiades (sin acento)

Abrazos, gracias por comentar.

 

Gracias a ti por leer, abrazos amigo Feliz año.

 

Ay sí, así me decía mi mamá cuando era chiquillo, gracias por recordármelo. Abrazos amiga.

 

Un relato muy bien llevado de principio a fin. De enorme interés, desde la cruenta trifulca del inicio a la media leyenda que se va forjando y deformado con el paso de las generaciones, que van creando un santo, y se va perdiendo el origen mismo de la historia, la génesis, el porqué. Finalmente, cualquier viejo con un burro al lado podría ganarse el favor de las gentes humildes y creyentes en una leyenda que nadie se puede atribuir como propia, pero los burros comerían verde de alfalfa muy buena para sus crines y el viejo de turno engordaría sus bolsillos con lo que le habrían de regalar.
Muy buena, abrazos y te dejo rep.

 

Un relato excelente,que desde una plataforma fantasiosa arroja sus verdades, lo he leído con mucho interés. Los santos nacen como un resultado de algunas coincidencias negativas o a través de las supersticiones, de los errores humanos.
¿Y si no hubiesen muerto los niños? Es posible lo del burro y sus pasos aquella madrugada, que no era el único del pueblo,es posible lo del olor de algún cadáver de animal, entonces hablamos de conciencias cargadas de culpabilidad, son ellas las que generan a los santos.
Abrazos y felicitaciones.

 

Gracias por la rept. y por la visita.

De alguna forma la catarsis colectiva encontró razones para flagelar su consciencia y compensar un acto de injusticia. La otra visión es la de la búsqueda de la fuente mágica que nos libera de la sensación del desamparo. El libertador no surge de un cónclave cardenalicio, surge del martirio propio que se vuelve colectivo luego del arrepentimiento y se le obsequia la capacidad de ser consuelo de nuestros propios dolores y pesares, y con ello la espera del perdón que jamás pronunciaron los labios. Necesario e imprescindible el cobijo del mito, pues sin él, la magia jamás abres sus puertas.
Abrazos y muchas gracias.

 

Mis ocupaciones estrambóticas luego me llevan a escudriñar las páginas de los diccionarios, y otras veces las del santoral. Gracias a san "gugul" santo patrono de la sabiduría moderna, se puede espiar con apoyo del santoral, las vidas y razones que los llevaron al altar. Cuántas veces te encuentras con verdaderos asesinos en los altares haciendo piadosos milagros a sus fieles, ignorantes estos que el icono de su fe fue un genocida "defensor de la fe" en el medievo.
No se salva la santificación en la época moderna: a punto estuvo don Marcial Maciel de repetir la hazaña de un tío suyo: llegar a los altares por su carisma recolector de fortunas para la causa. Y uno que lo protegió desde su puesto está también en espera como beato.

Los santos que la gente elige sin cónclaves vaticanos tienen más que ver con su realidad. Por el norte del país han aparecido un tal Malverde y otro Juan Soldado. Responden a tanta necesidad de sentirse mirados y escuchados por lo divino en un mundo siempre lacerante.

Abrazos, gracias por tu visita querida amiga y jefa.

 

Gracias amigo prisionero inocente.
A lo largo y ancho de mi país subsisten todavía estas leyendas. Los muros de los viejos pueblos, sus calles empedradas, la terrible necesidad, ayudaron a inventarlas. Coincidencias e hilar supersticiones que dan el paso hacia la ansiada puerta que no se abre completamente entre el mundo místico y el humano. Ambos alaridos se unen y se consuelan. Yo te adoro y tu me das los milagros, me salvas.

Muchas gracias por tu lectura. Abrazos a tu hijita. Feliz año para toda tu familia Marcus.

 

Interesante tu relato, aunque lo veo un poco brusco … antes, esas personas las hacían Santos, pero hoy en día nadie las cree, pero, haberlas las ahílas. Gracias por ese contenido en tu prosa que nos hace recapacitar. ABRAZOS

 

Hola.
ya ves, como es la gente,
es bueno segurles la corriente.
Un gusto leerte
Saludos y estrellas
¡SONRIE!

 

Hola Rosa, abrazos, me es grato hallarte en este relato.

Abrazos.

 

Es lo mejor verdsad. abrazos.

 

Me encantó el relato, Don Melquiades, y me trajo a la memoria un montón de historias del pasado, cuando en los pueblos, de una voz a otra iba creciendo cualquier historia, acabando en heroicidades que nada tenían que ver con el principio. Real, muy real ha sido en esta España durante mucho tiempo. La mayoría de las leyendas.

Un placer haber paseado y disfrutar de esta historia.

Se le saluda afectuosamente.

 

Nos ha gustado cantidades hermano, Nos ha gustado cantidades.
Justo es una reflexión en la que la Corpo anda estos días.
También nos ha gustado lo de san Melquiades
quizás te encuentres en el panteón a nuestro compañero san armilo.

Abrazos

 

Primero se tira la piedra, luego se adora al muerto..., muy típico del ser humano. Muchas lecturas se pueden extraer de esta magnífica prosa, entre ellas, los contradictorios y curiosos mecanismos del hombre para vencer sus miedos ...o para fabricar santos. Muy buen relato, Melquiades. Mis felicitaciones.
Un abrazo.

 

¡Me encantó!
Me resulta muy interesante el hecho de que el texto pareciera querer explicar el origen de una leyenda pero no está ajena a ella, ya que los mayores misterios quedan sin explicación, como las razones del asesinato, o la razón de las muertes de los niños o el sonido del burro y de las rastras.
Y con todo, uno pica el anzuelo y lee y queda conforme con la explicación a pesar de los elmentos fantásticos que persisten.
En fin, me encantó, me gustó mucho.
Ahora bien.... ¿Existe algo de toda esta leyenda o es pura ficción?