Sangre azul

Éste era un niño que quería ser especial, miraba a su alrededor y se daba cuenta que todos los demás tenían dos manos, dos pies, un rostro, igual que él. Esto lo desanimaba porque se sentía corriente, sin algo especial que lo distinguiera de entre toda la humanidad. ¡No!, él debía ser mejor...

El niño iba en el primero de secundaria y caminaba a pie hasta la escuela, que quedaba bastante alejada del su casa. Mientras iba en la calle observaba las plantas, todas verdes; las aves, todas unos simples planeadores naturales; los autos, todos con un motor artificial; veía todo a su alrededor y no lo hallaba original, interesante, único. Pero él debía ser mejor, él debía ser especial.

Cierto día, mientras caminaba hacia la escuela, vio venir un un ganadero guiando sus vacas. El niño le temía a dichos animales, sí, era cobarde como todos en algún momento lo son. Él se subió a un árbol tan rápido como pudo, para evitar toparse con las vacas que se acercaban, una vez que éstas hubieron pasado, intentó bajar del árbol.

Pero al poner su pie en una de las ramas, ésta se quebró, cayendo el niño al suelo y dándose un buen golpe. Se levantó llorando de enojo por ser débil como los demás seres humanos, por no ser especial. Entonces vio su mano sangrando y se admiró de lo que encontró: su sangre era azul, no sólo azul, sino brillante. Era un niño con sangre azul, eso debía ser especial, es más, eso debía ser lo mejor, lo más especial que había en esta tierra.

Comenzó a reír a carcajadas, feliz de su hallazgo, contento de ser especial. Seguramente el mundo ahora debía rendirle pleistesía por ser quien era. La gente comenzó a acercarse asustada, algunos gritaban: "¡Una ambulancia, pronto, una ambulancia!". El niño estaba tirado sangrando en el suelo riéndose y sin entender por qué todos estaban tan asustados, probablemente les sorprendía su sangre azul brillante especial.

De repente comenzó a sentir mareo, debilidad y su vista se puso borrosa. Seguía riendo, quizá el hecho de ser especial le sorprendió tanto que alteró sus signos vitales. Todo estaría bien en un momento. Mientras la gente pedía ayuda, él reía locamente. Poco a poco fue dejando de reír, para quedarse dormido con un rostro muy alegre.

No despertó más. Murió siendo el niño de sangre azul. Murió feliz de ser especial. Murió sin saber que era hemofílico y daltónico.