Siniestro fin

Se funde la agonía en un siniestro fin. La voz desgastada se sume en un idilio autodestructivo. Es hora de cavilar en la existencia de un demonio interior que se ruboriza al ver el cálido metal que ceñido está a las manos. Una lágrima lejana se derrama en las cenizas de una hoguera que se apagó hace unos minutos. Nadie ríe ante el llanto sórdido de una madrugada sin fin. Huele a humedad hedionda. El alcohol se ve opaco entre polvos de níveo color. El éxtasis se evapora y esquizofrenia sale a flote. El cigarrillo humea a lado de un vaso, de cristal, roto. Un desnudo cuerpo se limpia la mancillada cordura y se persigna para ahuyentar el remordimiento del proceder. La carmín cálido pinta los lirios del jardín trasero. Ha huido la madrugada y el sol incinera un inerte cuerpo que sintió ganas de morir. El ulular de las sirenas se impacta contra el pavimento. Una llamada anónima las ha despertado para conciliar la redención inexistente. El silencio es absorbido por la verja que nadie notó ensangrentada. En el baño una nota póstuma: “Al demonio conmigo”. Vuelve la madrugada y en otro sitio comienza de nuevo un siniestro fin.