Un desahogo

Como cuando te das cuenta de que no perteneces a ningún círculo de amigos por que eres rara y ves la hipocresía de lejos.



A veces duele por que quieres pertenecer y eso es parte de ser humano, relacionarse. En el fondo sabes que no tienes vida social por que al ser cuidadora de un individuo con necesidades especiales, tu tiempo es exclusivamente para ese ser.



Las redes sociales se han convertido en un medio necesario para obtener información de una manera más rápida, también para estar más cerca de familiares y amigos pero en mi caso es todo lo contrario, nunca me he sentido tan sola como ahora.



Al ser madre de un joven con autismo, es inevitable terminar por aislarte del mundo y todo lo demás. Lejos del bullicio, del ruido, lejos de las miradas, los prejuicios, lejos de las críticas, de todo aquello que quite la paz.



Con el tiempo te vas acoplando a tu rutina, a tu hogar, a ese espacio seguro que has creado por amor donde si hay aceptación y tranquilidad. Puede que sea como una burbuja en donde sientes seguridad y puedes ser tú.



El otro día me di cuenta de que no tolero el ruido yo tampoco ni luces muy brillantes. Tal vez me he acostumbrado tanto a la luz tenue y al silencio que ya ni me reconozco. Cuando salgo es para cosas importantes o algo que se quedó pendiente pero siempre procuro regresar a mi casa.



No sé, este invierno ha sido sin duda el más largo y difícil pero siempre trato de mantener una buena actitud. Pienso en cómo los árboles después de mudar todas las hojas se mantienen en pie y en la primavera renacen más hermosos y fuertes.



Me llena de gratitud el saber que siempre habrá un nuevo amanecer y una nueva oportunidad para crecer y mejorar. Para abrazar a mis hijos y ver el futuro con optimismo.