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Viendo entradas en la categoría: Poesía nocturna-.

  • BEN.
    El zapato estrellado

    contra el suelo del orbe

    mezclando obsidiana candor

    fuego drenado; siempre

    el mismo zapato enrejado,

    formando dibujos o bocetos,

    sentimientos de angustia, espanto.

    Oh, ese zapato agujereado por el cartón,

    cómo atrae mi atención; y capta

    la esencia de todo mi corazón.

    Espantoso zapato decorado con rejillas,

    orificios que insinuaron un sacrificio vulgar

    y anodino, oh, par de zapatos tan descastados,

    cómo ignoramos que los llevamos, todavía!

    Zapatos, sí, nuestra insignia metafísica,

    el austero diálogo del pasado siempre siendo

    presente-.



    07/05/21©
  • BEN.
    Tarde para esperar esperanza

    tarde para sucumbir a una especie de desacato

    tardes, para deambular entre las piernas

    como un pez cíclope o un insecto de doble ala.

    Tarde para desistir de la ilusión

    esta vida me desangra con su pervertida

    masa corrupta.

    Quién habita ahí, en el corazón de la vida,

    con su nombre pequeño, minúsculo,

    o su bandera de vitalidad oscura

    mientras transcurre fuera la nevada.



    ©
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  • BEN.
    Escucho el rumor de las hojas.

    Predispuestas a su implacable desgaste.

    La noche acoge un millar de ruidos.

    Son sus grillos los que buscan entre las piedras,

    cabezas deshilachadas de alfileres neutros.

    Buscan en la negrura su vaivén de fiesta.

    Ponen máscara a la tiniebla final del tiempo.

    Son monstruos luciferinos los que acumulan

    las basuras llenas de juguetes y otros trastos inútiles.

    Se vacían por las alamedas los participios rotos

    y las escuelas llenan su circunferencia en la pizarra,

    con trozos de leña.

    Con vidrios partidos y ecuménicos sombreros.

    El rumor de las hojas me promete otros pasos.

    Aventura en mitad de la tierra, división de astros.

    Y me escupen a la cara viejas pasiones de ídolos muertos.

    Y me enseñan la marca antigua de su razón inevitable.

    Es el tiempo con su flauta de pan y su hogaza imperceptibles.

    Es el tiempo con su náusea diminuta contrayendo su vómito.

    Es el tiempo, con su flamígera adicción de máscara contraída.

    Y es el pecho que simula su vocación dormida.

    Como un agua que recorre los manantiales y los hace prósperos.

    Llegan de la noche ruidos y rumores partidos,

    omóplatos haciendo su esfuerzo, clavos ardiendo

    en mitad de la pasión, y ese fenómeno de estatuas

    brindando por su falta de educación.

    Es la duplicidad de un miembro.

    Es la comunicación de un vaso sanguíneo.

    Y es la culminación de un saco vacío

    contra las almendras de recipiente.



    ©
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  • BEN.
    Miedos remotos me aproximan a las barcazas del mar. Sueños soterrados, llenos de ignominia, juegan conmigo en atardeceres imposibles. La llana voz de la sangría, acude a postrarse en mi regazo. Señuelos de osadía, voces guturales, parques subterráneos, cerrados en mi memoria. Las huellas de una noche nupcial sin ropajes. Desato la melodía inicial, golpe en el hueso, y fórmula cortés de evasiva. Mis miedos desatascan la ofrenda concluida en el desagüe.





    ©
  • BEN.
    Qué será de mi recuerdo

    de ese solitario recuerdo

    que acompaña cada madrugada

    mi insomnio y lo rompe en estrellas

    y lo acumula en densidades opacas.

    Estoy frente al mar, aún

    o soy solitario vigía de un templo

    en ocasiones primaveral, en otras

    sacrificio interno, flora inusual.

    Rotulé por intervalos las edades

    hasta hacerlas profundamente mías

    convoqué su magia hasta deshacerme

    resistí la obtusa materia de la rutina

    el diario pan contaminado por las

    rendijas vecinales.

    Estoy solo frente al río, como

    un poderoso anillo, que busca

    su azul línea de aposentos investigados,

    de neutras amarillentas y vulgares

    zafias promesas amatorias.

    Estoy solo frente a las habitaciones

    frente a los órganos interminables

    de las flores emasculadas, de los pistilos

    o de las coronas escuálidas e insensibles.

    No hay más poema que éste, no hay más

    concreción posible, estilita del desierto,

    parto para no reunirme jamás

    con mis ancestros-.



    ©
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  • BEN.
    Sobre la misma noche

    acantilada y sometida,

    sobre la misma piel de serpiente,

    con relámpagos cruzados admitidos

    desde lejos, y con vestidos de amatista

    frugal, río, sombra o anillo,

    me visten, a mí, quizás el más huérfano,

    los dientes fugitivos de las rosas

    con que empaño mi cristal.

    Con círculos concéntricos, animados

    desde alturas tales como depósitos

    de agua, sales minerales, granuladas

    metamorfosis del alba, a mí, el recién

    llegado que se instala en cada habitación

    y conserva el anillo redentor en su mano

    nocturna.

    Yo llevo dejándome la sangre a litros,

    desde tiempos inmemoriales, guardando

    mis convicciones u ofensas, a través

    de los aullidos del sueño, no me molestan

    tráficos ni ausencias desmedidas.

    Y guardo en mi navaja, sombras de otros

    días, como cáscaras de plátano

    que alguien, en el camino se dejó, adormecido.

    ©
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  • BEN.
    Y hay luciérnagas impávidas y secretos hostiles

    y luminosidades inquietas y razones materiales

    nebulosas deterioradas y vergüenzas similares

    donde reposan los huesos en forma de cadencia.

    Y hay resoluciones y trámites y leyes percibidas

    como sombras entre los dedos que aman y asienten

    hay regulaciones míticas que a nadie sorprenden.

    Existen pozos negros que buscan la boca de alguien

    cuyo destino es levantarse temprano, y huellas

    y un barco que abraza las tempestades recientes.

    Sobre las estrellas signos derrotados por las múltiples

    avenidas, y ojos e iris de pulpos contrariados

    donde se fraguan los misterios del éxtasis.

    Hay documentos y papeles y desvanes ocupados

    por vigas de cemento y rosas almacenadas

    en sacos que hieden a cartas irrecuperables.

    Mundos y galaxias y relámpagos unánimes

    y sangre vespertina que amenaza con su cuello

    frágil de paloma.

    Entonces yo entro y hay habitaciones y huecos

    y hierbas húmedas y jaulas metálicas que sueñan

    sus libertades sublimes de pata de conejo.

    ©
  • BEN.
    Yo voy haciendo noche

    día estrellas fugas astros

    haciendo riqueza fruto

    tardío enjambre de donde

    se perlan tacitas clásicas

    de cristal y terciopelo.

    Yo voy descifrando noches

    días lunas venganzas oyendo.

    Sacos de almendra raídos

    como un viento tan seco

    que arañase la superficie.

    Yo mezclo la voz y el eco

    futuros ensimismados errantes

    poses fanáticas cruces u olvidos

    deformes.

    Y en mi pecho nace una estrella

    o un ala llena de rocío, escarcha

    fúnebre de lo que aconteció un día.



    ©
  • BEN.
    Arañando la superficie
    de un dedo investigado
    culmino con hoces las crepitaciones
    del llanto, y asesino, convencido,
    las manifestaciones del odio.
    Admiro, procaces los latidos,
    de un corazón rubicundo, que amonesta
    mi propia insatisfacción neutralizada.
    Escarbo los infatigables depósitos
    del miedo, donde el llanto es una voz,
    y un eco profundiza en horizontes tenues.
    De lascivas tierras prometidas, hasta
    el llanto de una nueva voz.
    Algo que empuja la savia bruta
    del nacimiento hasta las vísceras inquietas
    de la vida y de la tierra.



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  • BEN.
    Duermo. Nada bueno

    augura el viento. Son

    cicatrices imperiosas,

    las que envanecen hoy

    mis cabellos. Duermo.

    No hay nada bueno.

    Siglos de torpeza.

    Vainas de la desesperanza.

    Sombríos gestos acumulados.

    Espaldas mojadas y niños

    desorientados, que viajan.

    Por el aire, por el viento.

    Calcinados semilleros.

    Tumbas sin apogeo.

    Ladrones de huertos

    ajenos. Duermo, nada nuevo

    augura el viento. Tiempo

    sigiloso que ofrece su clima,

    a la razón olvidada de un dios.

    Hay mucho silencio, nieve,

    escarcha, rocío. Unos cuantos

    gramos de azafrán violento.

    Roedores que marcan su terreno.

    Afuera, el espacio abarca al tiempo.

    Se desmoronan los recuerdos

    y silba la frágil letanía de coles crujientes

    y solas.

    Duermo. Cerca de los agujeros

    negros, de las guaridas innombrables

    de la tierra seca y áspera.

    Impetuoso, renazco sólo

    para morir en el día, imperfecto.

    Duermo. Nada bueno

    trae el viento.

    ©
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  • BEN.
    Yo voy haciendo noche

    día estrellas fugas astros

    haciendo riqueza fruto

    tardío enjambre de donde

    se perlan tacitas clásicas

    de cristal y terciopelo.

    Yo voy descifrando noches

    días lunas venganzas oyendo.

    Sacos de almendra raídos

    como un viento tan seco

    que arañase la superficie.

    Yo mezclo la voz y el eco

    futuros ensimismados errantes

    poses fanáticas cruces u olvidos

    deformes.

    Y en mi pecho nace una estrella

    o un ala llena de rocío, escarcha

    fúnebre de lo que aconteció un día.



    ©
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  • BEN.
    En sus ojos de Cristo inútil

    destartalados los techos se vienen abajo

    confiscados por una patria que simula sus vencejos

    de norte a sur o de sur a norte son varios

    los que estimulan reptiles sinuosos o plásticos derivados

    son multitud los que alejan su atmósfera delicada

    su trigo elemental su tierra despejada por la sangre hermética

    y abrupta. Son miles los que claman

    vencedores de la nada, aquiescentes con naciones del olvido,

    tenues lagartos de boca remendada, auroras debilitadas

    por el vértigo de la sombra. En sus ojos

    de ciencia inútil, buscan ecuadores sistemáticos, ejes

    mutilados apenas perciben las largas extensiones de calcio.



    ©
  • BEN.
    En las quietas cordilleras

    como quietas están las increíbles colinas,

    nos separan una inmensidad de nubes

    y de escuetas nebulosas con gaviotas

    marinas. Son la escuela simultánea

    que ofrecemos como un altar prohibido.

    Decadencia y compromiso, singulares

    marchas incógnitas. Deseamos lo inevitable.

    Concedemos poco al arbitrio. En las inmóviles

    lagunas, y en las paredes de adobe incontestable,

    marchamos como supremos artífices

    de una vida atormentada. Somos el futuro

    de un bosque que no nos necesita.



    ©
  • BEN.
    Voy mirándome

    exigiéndome transparencias

    intuiciones que no resten

    aniquilamientos que sumen.

    Consigo realidades pelmazas,

    gente que huye de sus tiendas,

    aplazamientos universales

    de esas pequeñas treguas sin nacimiento.

    Voy salvándome

    mordisqueo leves hojas de abedul,

    incremento el forraje de las bestias,

    donde como de su mano y ellas comen

    de las mías.

    Mis manos, las observo, penetro

    y desvelo sus estúpidos secretos,

    las eficaces miradas de un litoral

    en suspenso permanente y caduco.

    Mis alas, aquellas de un dios vacío,

    me interrogan desde lo alto de los depósitos:

    desabastecidos, ignorantes.



    ©
  • BEN.
    Yo voy golpeando el silencio,

    pecho ardido, ración de sangre,

    en un sombrío gesto, silencio,

    cual desierto enérgico de vetas

    exigentes. No arranco, a aquella voz,

    ni una sola lágrima,

    ni una sola agua brota, de esa roca

    enésima. Arden las arenas y murmuran

    los espacios, las venas dilatan

    la sangre que por ellas corre, tumultuosa.

    Voy golpeando el silencio, ese donde

    comemos todos, y me arden, en la mirada,

    tizones encendidos, en la boca, vocablos de mierda,

    sangre, y una mancha de odio sepultado.

    Quiero tirarlo todo, dejar atrás el lastre.

    ©