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Dulce mediocridad

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por alvaeno, 14 de Septiembre de 2006. Respuestas: 2 | Visitas: 965

  1. alvaeno

    alvaeno Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    27 de Agosto de 2006
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    Escribo sobre servilletas de papel. Abro mis sentidos. Siento con los poros abiertos. Con las manos abiertas. Con los ojos en los ojos. Con el alma en el alma. Cierro las puertas que me llevan a rincones oscuros. Abro las ventanas para poder ver el paisaje. Abro habitaciones para que en ellas entre el aire. Un aire renovado. Un soplo. Una luz que ilumine las estancias más oscuras de mi ser. Soy lo que tengo que ser. Tengo lo que tengo que tener. Merezco lo que merezco. Soy libre sin libertinaje. Vivo en sentido contrario a la moral establecida.
    Escribo sobre servilletas de papel, donde las letras no son palabras rotas por el viento. Abro mis oídos, escucho tu voz. Escucho tu canto, tu llanto, tu pesar, tu silencio. Miro dentro de ti, desde lejos, primero, desde cerca luego y así me introduzco en ti.
    Todos, como naves a la deriva, navegáis en mares de incertidumbre y contradicciones. No oís las voces interiores, no veis los paisajes que os rodean. Fracasáis en vuestra necedad, en vuestra mediocre intolerancia, en vuestra mediocre coherencia, que sólo os convierte en pobres idiotas cargados con dolores y penas inventadas. Os hablo de vida y en mis palabras encontráis muerte. ¡Que necios! Os fortificáis tras vuestras mascaras de plástico. Os eleváis por encima de la mentira y os construís un mundo acorde a vuestros miedos. ¡Que necios!
    Qué complejos os persiguen y os envían a la nada de la ignorancia a la nada de los necios.
    ¡Oh cuánta mediocridad! ¡Oh cuánta prepotencia! ¡Oh cuánta palabra desperdiciada! ¡Oh cuánto dolor os atenaza!
    Os escucho en vuestro día a día. Sólo podéis pensar en lo que os ocurre, en vosotros mismos. ¡Oh cuántos sabios redentores! ¡Oh cuántos solidarios hipócritas! Qué tristeza os encadena.
    Pensáis que sois el ombligo del mundo, que lo que os pasa sólo os ocurre a vosotros. Que el dolor os pertenece y que la felicidad, la alegría y la satisfacción de estar vivos se os niega. Estáis dispuestos a la más absoluta necedad, en vuestra ceguera inconsciente no hay lugar para la luz. Vuestros ojos no saben mirar y ver el único sentido de la vida, la luz, las estrellas, el universo, la energía que nos ofrece la tierra, la naturaleza.
    Pero yo no soy quién para erigirme en vuestro juez, porque yo también seré juzgado por vuestros pensamientos. Porque no entenderéis en qué estado me encuentro, un estado donde el alma se llena de luz, verdad y vida. Un lugar donde la coherencia de los necios me convierte en mediocre y necio a la vez.
    Entonces le damos vueltas a las vueltas y donde yo os juzgué, fui juzgado y donde os vi, fui visto.
    ¡Dulce mediocridad, dulce necedad!.
    Qué satisfechos os veo, a veces. Con vuestras rutinarias vidas arrastrando el carro del tedio. Qué felices os veo, a veces. Con vuestras sonrisas forzadas, con vuestros abrazos vacíos.
    ¡Dulce mediocridad, dulce necedad!
    Siempre buscando la estabilidad encontráis dependencia. Qué felices aparentáis ser cuando salís a divertiros por la obligación de ser jueves o sábado. Qué satisfechos puedo veros atiborrados de alcohol, cocaína o pastillas.
    Danzad, danzad en este teatro mágico, en esta puta farsa que os rodea. Perdiendo caricias inventadas, buscando algo de morbo, para así, satisfacer vuestros más bajos instintos.
    ¡Dulce necedad, dulce mediocridad!.
    A veces la envidia os corroe y los rencores os llevan a las batallas del odio y la intolerancia.
    Me hablas de libertades, de independencias, de nuevas formas de vivir, de sentir, de amar...Y luego el miedo te atrapa y te agarras al primer clavo ardiendo que calentará, por un tiempo, tu cama.
    Luego buscas en otros ojos un soplo de libertad, ya perteneces al mundo de las dependencias, al de las imposiciones y tu libertad se convierte en tu prisión. Quieres salir, pero tu miedo te lo impide.
    ¡Dulce necedad de los sentidos! ¡Dulce mediocridad de los idiotas!.
    Escribo sobre servilletas de papel.
    Reciclo mis sentidos, mis sentimientos y miro a mi alrededor, oigo músicas envolventes, me pierdo en tus ojos, me gasto unos días en ocupar tu estancia que abres para mí. Me quedo atónito sentado en la estación viendo como pasan los trenes. Me voy por las entrañas de la noche y pienso en ti. Tu equipaje siempre a punto de ser facturado. Tus caricias embargadas por el tiempo. Tus besos hipotecados en el banco del deseo. Y sigues mirándome aunque estés con él. Tu boca garabatea muecas en el aire de la suya y cuando lo besas me miras por encima de su hombro.
    Escribo sobre servilletas de papel. Reciclo mis días y mis noches. Me bebo de un trago tu cueva que ardiente abre las puertas del infierno. Me introduzco en tu misterioso y oscuro agujero y me atrapan tus glándulas y tus músculos internos presionan mi pene con intermitencias que parecen semáforos en ámbar.
    Y aún me hablas de libertad e independencia, de amor y comprensión, de tolerancia y empatía. Y me haces esclavo de tus mágicos efluvios, de tus aguas saladas y sigues hablándome de libertades e independencias.
    Escribo, reciclo, papel, servilletas, noches, días, tu cuerpo me condena.
    © Salvador Moreno Valencia[/SIZE][/SIZE]
     
    #1
  2. scarlata

    scarlata Poeta veterano en el portal.

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    17 de Febrero de 2006
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    Me encantan tus relatos.

    Un besote.
     
    #2
  3. Ciela

    Ciela Poeta veterano en el portal

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    1 de Diciembre de 2005
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    Mujer
    Escribo sobre servilletas de papel. Abro mis sentidos. Siento con los poros abiertos. Con las manos abiertas. Con los ojos en los ojos. Con el alma en el alma. Cierro las puertas que me llevan a rincones oscuros. Abro las ventanas para poder ver el paisaje. Abro habitaciones para que en ellas entre el aire. Un aire renovado. Un soplo. Una luz que ilumine las estancias más oscuras de mi ser. Soy lo que tengo que ser. Tengo lo que tengo que tener. Merezco lo que merezco. Soy libre sin libertinaje. Vivo en sentido contrario a la moral establecida.
    Escribo sobre servilletas de papel, donde las letras no son palabras rotas por el viento. Abro mis oídos, escucho tu voz. Escucho tu canto, tu llanto, tu pesar, tu silencio. Miro dentro de ti, desde lejos, primero, desde cerca luego y así me introduzco en ti.
    Todos, como naves a la deriva, navegáis en mares de incertidumbre y contradicciones. No oís las voces interiores, no veis los paisajes que os rodean. Fracasáis en vuestra necedad, en vuestra mediocre intolerancia, en vuestra mediocre coherencia, que sólo os convierte en pobres idiotas cargados con dolores y penas inventadas. Os hablo de vida y en mis palabras encontráis muerte. ¡Que necios! Os fortificáis tras vuestras mascaras de plástico. Os eleváis por encima de la mentira y os construís un mundo acorde a vuestros miedos. ¡Que necios!
    Qué complejos os persiguen y os envían a la nada de la ignorancia a la nada de los necios.
    ¡Oh cuánta mediocridad! ¡Oh cuánta prepotencia! ¡Oh cuánta palabra desperdiciada!.¡Oh cuánto dolor os atenaza!.
    Os escucho en vuestro día a día. Sólo podéis pensar en lo que os ocurre, en vosotros mismos. ¡Oh cuántos sabios redentores! ¡Oh cuántos solidarios hipócritas! Qué tristeza os encadena.
    Pensáis que sois el ombligo del mundo, que lo que os pasa sólo os ocurre a vosotros. Que el dolor os pertenece y que la felicidad, la alegría y la satisfacción de estar vivos se os niega. Estáis dispuestos a la más absoluta necedad, en vuestra ceguera inconsciente no hay lugar para la luz. Vuestros ojos no saben mirar y ver el único sentido de la vida, la luz, las estrellas, el universo, la energía que nos ofrece la tierra, la naturaleza.
    Pero yo no soy quién para erigirme en vuestro juez, porque yo también seré juzgado por vuestros pensamientos. Porque no entenderéis en qué estado me encuentro, un estado donde el alma se llena de luz, verdad y vida. Un lugar donde la coherencia de los necios me convierte en mediocre y necio a la vez.
    Entonces le damos vueltas a las vueltas y donde yo os juzgué, fui juzgado y donde os vi, fui visto.
    ¡Dulce mediocridad, dulce necedad!.
    Qué satisfechos os veo, a veces. Con vuestras rutinarias vidas arrastrando el carro del tedio. Qué felices os veo, a veces. Con vuestras sonrisas forzadas, con vuestros abrazos vacíos.
    ¡Dulce mediocridad, dulce necedad!.
    Siempre buscando la estabilidad encontráis dependencia. Qué felices aparentáis ser cuando salís a divertiros por la obligación de ser jueves o sábado. Qué satisfechos puedo veros atiborrados de alcohol, cocaína o pastillas.
    Danzad, danzad en este teatro mágico, en esta puta farsa que os rodea. Perdiendo caricias inventadas, buscando algo de morbo, para así, satisfacer vuestros más bajos instintos.
    ¡Dulce necedad, dulce mediocridad!.
    A veces la envidia os corroe y los rencores os llevan a las batallas del odio y la intolerancia.
    Me hablas de libertades, de independencias, de nuevas formas de vivir, de sentir, de amar...Y luego el miedo te atrapa y te agarras al primer clavo ardiendo que calentará, por un tiempo, tu cama.
    Luego buscas en otros ojos un soplo de libertad, ya perteneces al mundo de las dependencias, al de las imposiciones y tu libertad se convierte en tu prisión. Quieres salir, pero tu miedo te lo impide.
    ¡Dulce necedad de los sentidos! ¡Dulce mediocridad de los idiotas!.
    Escribo sobre servilletas de papel.
    Reciclo mis sentidos, mis sentimientos y miro a mi alrededor, oigo músicas envolventes, me pierdo en tus ojos, me gasto unos días en ocupar tu estancia que abres para mí. Me quedo atónito sentado en la estación viendo como pasan los trenes. Me voy por las entrañas de la noche y pienso en ti. Tu equipaje siempre a punto de ser facturado. Tus caricias embargadas por el tiempo. Tus besos hipotecados en el banco del deseo. Y sigues mirándome aunque estés con él. Tu boca garabatea muecas en el aire de la suya y cuando lo besas me miras por encima de su hombro.
    Escribo sobre servilletas de papel. Reciclo mis días y mis noches. Me bebo de un trago tu cueva que ardiente abre las puertas del infierno. Me introduzco en tu misterioso y oscuro agujero y me atrapan tus glándulas y tus músculos internos presionan mi pene con intermitencias que parecen semáforos en ámbar.
    Y aún me hablas de libertad e independencia, de amor y comprensión, de tolerancia y empatía. Y me haces esclavo de tus mágicos efluvios, de tus aguas saladas y sigues hablándome de libertades e independencias.
    Escribo, reciclo, papel, servilletas, noches, días, tu cuerpo me condena.


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    Celebro consumas servilletas de papel con propósitos tan bellos.

    Un abrazo, un servilletero lleno.
     
    #3

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