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El marino

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Old Soul, 28 de Mayo de 2015. Respuestas: 0 | Visitas: 269

  1. Old Soul

    Old Soul Poeta adicto al portal

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    Era su primer embarco, llevaba nueve meses navegando por océanos y mares. Había estado en el África y en Europa, en Asia y en la China, y por fin regresaba a su pequeña isla, a la que arribaría la mañana del seis de enero exactamente.
    Estaba deseoso de ver a su familia, a sus padres y a sus tres hermanos, a su abuela y a su tía materna, a su tío político y a sus dos primos. Quienes vivían todos juntos en la antigua y gran casa familiar, la misma casa de su infancia, de su adolescencia y de su madurez, la única casa que había habitado en toda su vida.
    Tenía anhelos por darles todos los regalos que les llevaba. Marfil tallado y gena de África para su madre y para su tía, pequeñas esculturas y cuadros de Europa para su padre, de Asia seda para su abuela y una cítara para su tío, y, para sus hermanos y primos, pirotecnias de la China.
    Le contentaba el hecho de que fuera el seis de enero cuando arribasen, pues recordaba con cariño todos los preparativos navideños que hacían, como rituales de la propia familia.
    Recordaba, siempre con afecto, el engalanar de toda la casa, entre hermanos y primos. El adornar el drago del patio, con cintas y luces de colores brillantes y con una estrella, que tallase su padre en madera, la cual colocaban en la base donde nacían las ramas. El clavetear de marcos de ventanas y dinteles de puertas con pequeños alfileres para sujetar letras de cartón y tela que formaban letreros que felicitaban las fiestas. El poner estrellas de papel de alumino por todas las paredes y, en la baranda de la escalera, entrelazar en sus barrotes coloridas cintas con forma de espirales. O, lo que siempre más le gustó, el prender en la noche del cinco de enero velas por toda la casa, las cuales, por ser el mayor, siempre le encomendaron que apagase cuando todos se iban a dormir. Responsabilidad que desde un principio le agradó y a la que nunca faltó.
    La noche justo antes de llegar a puerto soñó con una vela negra. Una vela negra que no se consumía pues, al contrario, lo que se consumía era su alrededor, derritiéndose todo como si estuviera hecho de cera. Primero se derritieron unas cortinas, luego, la mesa en la que estaba la vela, empezó a gotear hasta quedar fundida en un charco, después el techo, las paredes y el suelo comenzaron a chorrear hasta que se deshicieron en un negro charco que agrando el que ya había. Así, poco a poco, la casa se derritió entera y sólo quedó la inagotable y negra vela intacta. Momento en el que despertó.
    Agitado desde el sueño, llegaron a puerto la mañana de ese seis de enero, y bajó a tierra temeroso. Angustiado hizo el recorrido hasta su casa, y allí encontró los escombros aún humeantes de lo que fuera su hogar, ante sus ojos los simples despojos del incendio que matase a su familia.
    Dicen que a continuación embarcó y nunca más pisó tierra, aunque esto último parezca poco probable. También dicen que nunca más recordó un sueño ni celebró más la navidad, que jamás tuvo pareja, más que el ron y el mezcal, y que nunca tuvo descendencia ni legítima ni por legitimar, pero que, allá donde esté, todos los seis de enero, de madrugada, sin faltar, prende una vela negra para apagarla inmediatamente después, antes de descansar.
     
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