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El tedio y yo

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por Ricardo Realpe, 16 de Noviembre de 2017. Respuestas: 3 | Visitas: 1008

  1. Ricardo Realpe

    Ricardo Realpe Poeta recién llegado

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    16 de Noviembre de 2017
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    PREFACIO

    Esta no es otra historia más, ni un relato menos; más bien es la vida ignorada de muchos.

    Nací en un lugar; más selva que urbanización, más salvaje que civilización. He ahí en la edad de diez años comprendí que somos la imperfección de toda especie animal, la macula de la naturaleza, ahora con la edad de veintiún años, afirmo con certeza mi determinación, sin embargo; hay sabios que no lo consideran como tal, “sabios” que no saben lo que yo.

    El tiempo transcurría, vacilando echaba vista atrás para ver que sería de mi vida, pero nada veía, más que incertidumbre y tedio; cuyo aburrimiento fue causa de mi desgracia, mas reprimí aquel vicio, o al menos lo logre por tres años….. Pues a la edad de trece años decidí hacerle frente al maldito tedio, en efecto, me fui de casa con el primer hombre que decía amarme, algo mayor por lo cierto; (comparado es como ver aun abejorro querer polinizar a una flor que aún no abre su capullo).

    Yo me fui de casa no por amor, sino… lo recalco, por aburrimiento; habrá otra palabra para lo contiguo, pero de esos por menores que se encarguen mis lectores si quieren buscar otra definición. Retomo el hilo: cada vez más frecuentaban las disputas y querellas en el hogar, cada vez más aumentaba el tedio en mi interior, que luego; vuelvo y digo durante tres años, tiempo suficiente para cometer una locura, a causa de la represión. Termine por ceder a la primera propuesta que me hicieron, en nombre de mi liberación; ¿liberación? He ahí el principio de mi infierno, torturada por el dominio que yo mismo concebí.

    Los primeros meses de haber convivido con el abejorro (por no llamarlo “marido” precisamente, palabra vulgar y desconocida en ese entonces para una niña) creía ingenuamente que todo sería color de rosas, peor aún, casi llego a la convicción de que aquello era la mejor decisión tomada jamás, pero bien sabido es el sabio proverbio que dice; “nunca terminas por conocer a nadie”.

    No sé qué estuvo mal, el castillo de arena que hice tan fortificado y casi inexpugnable, con el pasar de los días, miraba como el viento y el agua paulatinamente lo desmoronaba, hasta el punto que no quedo más que ruina.

    CAP I

    Érase una mañana, el gallo entonaba su canción matutina; única alarma que disponía. Horas antes, ya había preparado las maletas para mi viaje hacia lo que creí en ese instante mi paraíso, y que aquel seria el verdugo de mi aburrimiento. Ansiosa pero con cierto temor espere a mi “protector” que llego a las horas vespertinas. En el momento de su llegada, casi sin despedirme, sin ni un abrazo siquiera; simplemente un Adiós vacilante pero sin mirar atrás partí en ese instante.

    Transcurrió diecisiete horas a lo más, de aquel lúgubre trayecto. Llegamos en la madrugada, en seguida desempaque con felicidad y emoción, mientras observaba con mis ojos el aposento espacioso y solitario cual si fuese la versión de mi casa. La felicidad momentánea se perdió en mí, ocupando su lugar; la incertidumbre, la duda y el miedo. Mire la faz de mi marido con tanto asombro mezclado con repugnancia, que al instante el intuyo mi conmoción diciéndome.

    -no te preocupes, a partir de ahora serás feliz. Le respondí sin titubear

    - no me preocupa mi felicidad o mi infelicidad, a lo que temo es saber si lo que hice fue correcto. Tratando de convencerme el prosiguió diciendo:

    -lo es, y no te arrepentirás.

    Ensalzando lo susodicho con muestras de cariño y otras palabras tiernas, concluí en aceptar como correcta mi determinación.

    CAP II

    Pasaron varios días, nada malo de hecho, mi compañero de estancia; tal como a si lo veía, o como un hermano mayor, no demostraba pasiones alteradas que es natural en todos los hombres, pues en esos días; su afecto hacia mi eran tan inocentes como si se tratase de la relación entre dos niños, pero al entrar la segunda semana, su carácter impulsivo se hiso evidente, ya no me hablaba como a una niña, sino que me trataba como ya a una señorita, En efecto, se lanzó sobre mí con tal precipitación; que si no fuera por el cariño que le tuve por ser amable con migo en esos primeros días, creería que había abusado de mí. Cedi a su petición aunque no sin cierta repugnancia.

    Más frecuentes fueron cada vez los actos íntimos, sin pasar por alto, Aquellos primero meses me llene de satisfacción, vivía feliz de convivir con él; le servía como una esposa le sirve a su esposo, con el respeto y cariño que es necesario para preservar el matrimonio. Hay que resaltar que mi compañero, cumplió en los primeros meses su papel de esposo, era tan grato conmigo, atendía la casa a menudo, cumplía su deber tanto en el trabajo como en el cuidado de una mujer; en ese entonces vulnerable, sin embargo, entrando el mes séptimo casi un año de convivencia, las cosas cambiaron, de tal manera que yo no era para el más que su objeto sexual, aunque decía amarme, solo lo decía en su estado de razón, que eran en muy contadas ocasiones, porque toda la semana ausentaba dejándome sola en casa, y los fines de semana llegaba borracho; tan ruin como lo es normal entre personas de su misma calaña, pero nada puede hacer un manojo de espiga frente a la hoz. Decidí resignarme, tome la resolución de seguir criando al demonio que concebí, al menos tal fue durante esos tres años…..

    Con vuestro permiso lector permitidme entrar en detalles, en esta fase que explicare en el siguiente capítulo.


    CAP III

    Iniciando el tercer año, que equivale a treinta meses de sufrimiento, el día número; novecientos cincuenta seis, hubo cese al tormento, o eso es lo que creía. La cólera de mi marido apaciguo gradualmente, de tal manera que al pasar los días, me trataba con el cariño que me habíase tratado los primeros días. Sentí por vez primera la confianza que jamás había tenido, de hecho, casi llego a convencerme de su afecto sincero para conmigo.

    CAP IV

    Un día cualquiera salí de casa apastar junto con el caballo que mi marido me ha regalado el día posterior; aquel potro era lo más cercano que tenía a mi júbilo, ni siquiera Cristian; “mi marido”, llego alegrarme tanto durante tres años, lo que si logro un hermoso corcel en tan solo un par de horas, la razón quizá se deba a que, como dice el filósofo; -la miel se agria en un vaso sucio; o sea que el amor que el profesaba por mí me era indiferente, debido a la costumbre de que casi siempre lo decía, mas nunca lo demostró, así que concluí por no creerlo, sin embargo, por el potro que me regalo pude convencerme de lo que me dijo:

    -He cambiado, no habrá más reproches contra ti. Agrego continuamente.

    –Perdóname, más me absuelvo por mi ofrenda. Le respondí no sin cierta melancolía

    – perdono tu ofensa cometida.

    ¿Ofensa? O mejor dicho un agravio que Cristian acometió contra mí persona una semana atrás…(Oh! A vosotros mis lectores os relatare de la manera más breve posible ya que rehusó de detalles insulsos, en el siguiente capítulo).

    CAP V

    Una noche Cristian, ebrio, me agredió verbalmente, profiriendo palabras tan soeces; consecuencia de celos y calumnias que personas infames de mí han comentado. Me humillo de una manera que jamás nadie lo hiso, luego de lo acontecido; no llego a casa sino después de una semana, mientras sola yo lloraba; más que temor, por el tedio que me abrumaba. Justo en ese entonces comprendí que no había diferencia entre mi antigua casa con el nuevo aposento de ahora, pues en ambos alojaba el aburrimiento; solo dista en un solo punto, en que en la primera me exigían los demás severamente, y en la segunda me humillaban vilmente, en esos dos casos prefería la primera situación, o sea que quería volver de nuevo a mi antigua casa.

    Pese a todo he olvidado el agravio mencionado, así como he olvidado de igual manera agravios anteriores.


    CAP VI

    Cada vez más frecuentaba los paseos a caballo, varias horas casi a diario. Una tarde como de costumbre desmontaba de mi corcel y de repente vi sangrar entre mis piernas, mas no le di importancia porque pensé que simplemente, la menstruación era el motivo. Menstruación prematura o más bien menstruación demorada, ya que hace más de cuarenta días no me venía el periodo.

    Pasaron los días y el malestar era insoportable, sentí estremecer mi vientre cual puñal desgarrando entrañas, cuyo dolor se hacía más constante, no obstante; ignoraba las dolencia como algo habitual y pasajero que llega repentino y luego se va, o que con el tiempo sanaría. No fue sino hasta el mes tercero que acudí a un centro clínico, pues los síntomas fueron persistentes.

    CAP VII

    Llegue al centro clínico un sábado en la mañana en compañía de la madre de Cristian; doña Edit. ¿Cristian? El en ese momento estaría tomando con sus amigos. Tan pronto como ingrese a la sala de emergencia me atendieron, examinándome primero exteriormente, después el doctor inserto un no sé qué dentro de la vagina, era algo parecido como a una pequeña y alargada cámara. Atreves de aquel instrumento, el doctor diviso en el monitor que conectaba con dicho aparato; una especie de masa viscosa, el cual enseguida exclamo

    -señorita Andrea, me temo que lo que veo es un feto y no vive.

    El doctor que en realidad hacia el papel de detective, antes que su labor. En vez de calmar mi dolor, me agobiaba con preguntas tantas que me hacía, me sentí como si estuviera en un tribunal y el juez me sentenciaba arduamente. (Rehusó de anotar los interrogantes que el doctor me hiso)……prosiguió diciendo:

    -¿ha ingerido pastillas que atente contra su embarazo? indignada por la pregunta le conteste,

    -claro que no, ni siquiera sabía que estaba embarazada.

    Él se mostró incrédulo a mi respuesta, guardo silencio por un momento y luego repuso

    -señorita Andrea, lo que usted ha hecho se conoce como aborto retenido. Aquellas palabras cual saeta traspaso e hirió mis odios y otro tanto mi corazón….y sin serlo me sentía culpable y entre sollozos dije.

    - ya le he dicho que no sabía que estaba en cinta, de saberlo me hubiera cuidado…

    - ¿Qué ha pasado entonces? Añadió.

    -Salí de casa una tarde, agregue; habitualmente a montar el potro que me regalo Cristian, de eso; al desmontar del potro vi sangre entre mis piernas, sin embargo no le di importancia pensando que era la menstruación.

    Al parecer, las lágrimas que de ipso-facto que de mis ojos salían conforme hablaba, daban veracidad a mi relato, de tal manera que el doctor creyó en mi inocencia. El doctor esbozo una sonrisa, quizá para disculparse por hacer perjuicio sin saber nada; conjeturando en vagas deducciones, o tal vez para consolarme y balbuceo.

    – ya veo, esos casos son probables y le creo.

    CAP VIII

    Desperté sobresaltada por el dolor, no tenía otra opción que acudir a doña Edit, porque Cristian madrugo a irse al pueblo a tomar con sus amigos en el bar. La suegra llego tan pronto como pudo y me condujo al centro clínico más cercano; ella fue quien velo por mí, estando a mi cuidado el tiempo que convalecía tanto en la clínica como luego en la casa. Yo no era para Cristian más que una sombra, solo me buscaba para satisfacer su necesidad. El ignoraba igual que yo por completo que pudiese estar embarazada, pero cuando el apareció de súbito en la casa le comente a pie de página todo lo que paso, interrumpiéndome con voz desgarradora dijo:

    -¿Que?! Has matado a nuestro hijo…. Nuevamente las palabras cual bisturí abrieron mi corazón apenas sisado; sintiéndome culpable sin serlo, pero toda la responsabilidad caía en mí. Con la mirada cabizbaja… lagrimas bañaban mi rostro, también a Cristian de cuando en cuando le salía alguna que otra lagrima que empapaba sus mejillas. El lloraba de rabia quizá y yo por remordimiento.

    CAP IX

    Al anochecer Cristian se marchó al pueblo, a ahogar las penas con el alcohol, mientras yo postrada en cama lloraba. Al día siguiente, sin pensarlo empaque las pocas cosas que tenía y emprendí el rumbo que me llevaría a mi antiguo hogar, partí a eso de las dos de tarde y llegue al siguiente día a las cinco de la mañana aproximadamente.

    Mi familia, sin decirle siquiera que partiría para donde ellos, al parecer me esperaban, ya que vi en sus rostros un semblante de felicidad… Mi abuela tenía una sonrisa de oreja a oreja, que junto con mi hermana y mi tía al unísono dijeron:

    -Ah! que sorpresa, no esperábamos tu regreso pero lo anhelábamos. Aquellas palabras me hicieron sentir segura; cual escudo en mi defensa sentía que me protegía, sabía que había cometido un error al haberme ido de casa pero no sabía que mi familia perdonaría mi error. Ellos me aceptaron nuevamente… En el transcurso de unos minutos mi hermana al notar mi angustia dijo:

    -¿Qué ha pasado hermana? Vacile a la hora de responder; no porque no quería contar mi cuita, sino porque aquellos recuerdos encendían la hoguera del sufrimiento que conviene mantener apagada, pero de forma concisa lo conté mi historia, al terminar le pregunte a Diana

    -¿Dónde está mama? Ella respondió. –hace una semana se fue a Pasto y me temo que no volverá sino después de un tiempo, pues empaco maletas como para un largo viaje y según por lo que me dijo, ella se ha de quedar viviendo por allá.

    CAP X

    Cristian, al llegar a casa y no notar mi presencia se encolerizo, quizá porque no le dije que me vendría, lo deduje porque en el siguiente día; reciente de mi llegada, el llamo a mi abuela preguntando por mí, así que sin querer tuve que contestar la llamada; casi con temor agarre el celular…. Con tono exasperante él me decía:

    - ¿Por qué te fuiste sin avisar, crees acaso que puedes marcharte sin previo aviso… He!?

    Con voz trémula pero firme le conteste. - ¡me vine porque ya me canse de ti ¡…

    La discusión se mantuvo por varios minutos, que al final concluí diciéndole que en la semana volvía, lo dije simplemente para evitar y no prolongar más la banal discordia, porque sabía que eso aplacaría la ira de Cristian. Al cabo de una semana volvió y llamo nuevamente preguntando si ya iba a salir de viaje; de antemano yo estaba prevista con subterfugios, que le convencí diciéndole que el viaje seria para la otra semana, y así sucesivamente; pasado la semana el llamaba y yo le decía lo mismo, no por miedo de decirle la verdad; la verdad era que ya no quería estar con él porque no lo quería, sino para apaciguar su sufrimiento… como dije, todo el mes, de cada semana estuvo llamándome, luego de eso, el teléfono en su nombre dejo de sonar, tal vez ya comprendió cual era mi verdadera intención, por eso dejo de insistir.

    CAP XI

    Era enero, del ¿día diecisiete o dieciocho?... esperaba desesperadamente en el terminal el bus que me conduciría a la ciudad donde mi madre se encuentra, digo desesperadamente, porque de seguro para todos el ajetreo de un largo viaje, es desagradable. Llegando casi a mí destino me dio la impresión de que aquello no era conveniente, vagos cuestionarios en mi cabeza rondaban, me decía para mis adentros. -¿y si mama a un este disgustada por lo que hice? ¿El perdón y el olvido serán posible? ¿Ella comprenderá mi incomprensible actitud de antaño? … cuyos pensamientos de duda me abrumaban, quería echar vista atrás y volverme pero ya era tarde; el bus ya había llegado a su destino.

    Mi madre no estaba en aquel tumulto de personas congregadas para recibir a los parientes recién llegados, efectivamente no debería estarlo, pues nuca le me mencione del viaje, quería darle una sorpresa. Con la dirección en mano, cogí un taxi. El chofer me condujo a lo que podría indicar el lugar descrito por el papel que entre mis dedos tenía. (dirección inconclusa, que al parecer disgusto al taxista por la expresión que se manifestó en su semblante) de hecho lo era; como quien a tientas busca lumbre en medio de la oscuridad para ver exactamente por dónde anda, así estaba yo en medio de esa gran ciudad preguntando conforme avanzaba. Después de unas dos horas de tanteo llegue a donde reside mi madre, vacile en el momento de tocar la puerta… ella llego a mi encuentro y nos contemplados como dos extraños, sin proferir una palabra., luego de unos minutos ella rompió el silencio diciendo:

    -sigue hija. Musito de continuo

    -¿Cómo has estado?. Como quien no espera respuesta prosiguió

    -¿qué te trae por acá?.... Por su sosa manera de actuar, intuí que casi no le conmovía mi visita, me atrevo a decir que nada.

    “Probablemente la ausencia mía durante tres años, a causa de mi estúpida decisión; ella se convirtió de sentimientos fríos”.... Pensaba frívolamente. Pero al pasar los días comprendí que mi pensamiento era erróneo, porque luego de haber convivido un lapso de quince días con mi madre, entendí que ella en ese momento tenía varios problemas, no comprensible para una niña en ese entonces, quizá por ello, ella demostraba no su buen sentimiento de madre, sin embargo, como ya mencione, después de una semana sentí su verdadero amor para conmigo, que no ha cambiado; al contario, su cariño hacia mí fue más profundo entonces.

    CAP XII

    Solo dos y efímeras semanas, de un tiempo exiguo estuve con mi madre, de ahí; por insistencia de Cristian me fui a la ciudad de Neiva donde él estaba; cuyos paisajes me hacen recordar lo queria olvidar. Pese a todo, me fui a su encuentro, lo hice por compasión y no por otra cosa…. El me llamo después de tres meses, con voz casi moribunda me dijo:

    -hola Andrea, por favor ven… te necesito, date por enterada que antes de ayer tuve un accidente, por ende te necesito…. Por favor ven.

    Llegue a Neiva al otro día. Aquel aposento de antes, ahora era una lúgubre casa; en la sala, en la cocina y en cada rincón desprendía un desagradable tufo, como si la casa también estuviera expirando. Para mi sorpresa, cuando vi a Cristian mohíno; meditabundo en su raído sofá cual espectro; espantada quede al verlo demacrado, ojeroso, desahuciado…en otra palabra, estaba como un zombi y ni hablar de su voz que exhalaba un vaho de cementerio. (La casa era la analogía de su aspecto, y su aspecto es la analogía de su casa; los dos van de la mano)

    Al verme, como el sediento que recupera las fuerzas después de haber bebido un vaso de agua, que asido privado de ella por un tiempo…energéticamente y de manera alterada dijo:

    -oh! ¿En verdad eres tu querida?, gracias por venir… Perdón por ser un tonto, perdóname…. mientras lagrimas enjugaban su rostro, que por ello sentí compasión.

    Yo sin pronunciar una palabra, simplemente miraba no sin cierta melancolía aquel cuerpo cadavérico. Luego, para sosegar la oscuridad prendí con mi voz la luz que disipo un poco la funesta estancia; diciéndole:

    -¿Qué te ha pasado? Mientras mis dedos se perdían entre su andrajoso cabello; ademan que consoló mucho a Cristian que alegremente respondió.

    - nada querida, ahora que estas aquí nada pasa, pero antes. Después de un mes de tu abandono caí tan bajo; he aquí, mírame y date cuenta de lo que digo, pero…guardo silencio y en breve agrego:

    –tú no tienes la culpa, este es resultado de mis actos.

    Yo me torne poco sentimental a sus palabras el cual, con voz seca le respondí.

    –de hecho lo es, y si estoy aquí contigo es por compasión y no por otra cosa, date por enterado que estaré a tu lado solo hasta que te recuperes, para ti no soy más que una nodriza, y para mi tú no eres más que un paciente…. cada palabra gesticulada hacían deprimir a un más Cristian, afectándole gravemente, calle por prudencia. Al cabo de unos minutos cambiando de tema interrogándole pregunte:

    -¿ya has ido al médico?

    -no, esos charlatanes no saben nada.

    -¿Cuánto tiempo llevas la mano lisiada?

    -hace cuatro días, en consecuencia no he podido hacer nada, a duras penas me mantengo con pan y agua.

    -¿vuestra madre sabe el estado en que te encuentras?

    -no!, no quiero preocuparlo por tan poco

    -ha! Ósea que me has elegido a mí para preocuparme he!.. ¿Por qué?

    - porque te amo aun

    -¿acaso no más a doña Edit entonces?

    -si pero…. A qué se debe tantas preguntas, ya párale por favor…

    A si como preguntaba secamente, también lo miraba severamente con ojos desanimados; para darle a entender que lo que por el sentía no era más que rencor, y aún más por usarme con su pueril pretexto, sin embargo, con esforzada sonrisa le dije:

    -mañana vamos a la clínica, es necesario que te saquen una radiografía. Cristian se exalto por lo que comente, gruñendo:

    -claro que no, basta con ejercicios para recuperarme, además tú estás conmigo.

    El dialogo que al principio era, término en discusión; él se obstinaba en su resolución y yo le incitaba a que acuda al centro clínico, pero al final salí victoriosa de la patética disputa…Cristian; como quien es derrotado por su adversario, bajando la espada dijo:

    -está bien, como quieras querida, mañana a primera hora vamos

    Al día siguiente, al llegar a la clínica; luego del examen. El doctor al ver la radiografía exclamo:

    -vaya señor…me temo que el humero esta descoyuntado, pero lo grave es que empezó a encarnarse la concavidad del omoplato y remontarlo va ser muy doloroso… si lo hubiese dejado a si por otro poco, el brazo le sería inútil. Cristian absorto quedo ante estas palabras, quizá reflexionado cuan estúpida fue su decisión y obstinación

    La operación duro el Alba. Con el brazo enyesado salió Cristian entrando el ocaso. Una vez en casa, yo estuve a su cuidado durante unas dos semanas de interminables días, al cabo de ese tiempo Cristian se recuperó casi complemente, por consiguiente, era preciso dejarlo por su cuenta; así que fríamente con desanimado acento le dije.

    -me voy, espero que estés bien. Con mirada triste Cristian musito

    –no te vayas por favor, quédate conmigo o de lo contrario me suicidare. Mantuve la misma posición y sin cambiar de compostura respondí.

    -has lo que quieras, ya no estas bajo mi responsabilidad…. Y sin volver la mirada me fui a mi ciudad natal al instante

    CAP XIII

    (Han pasado dos meses de lo anterior narrado).

    Como todos, mi vida es una monotonía más (estudiar, trabajar, comer, dormir, etcétera etcétera….) nada extraordinario de hecho. Cuando los astros de cáncer pendían sobre el espacio, conocí a un apuesto joven, por cierto; yo a él ya lo había visto desde mi tierna infancia, pero no fue sino después de un tiempo que él se atrevió a saludarme. Entable una amistad con aquel joven apuesto llamado Juan, no sin cierto temor; digo temor porque la experiencia vivida recientemente me hiso una mujer desconfiada, de modo que aborrecía a los hombres, sin embargo, luego de varios días de tratar con él, comprendí la frase del filósofo Nietzcshe: “el remordimiento es como la mordedura de un perro en una piedra; una simpleza”.

    Juan me hiso ver la vida y la muerte, el odio y el amor, de otra perspectiva. Me di cuenta que Juan no era normal, o al menos era muy diferente a la mayoría, puesto que tenía una forma diferente de pensar, en efecto congenie como no creí volver hacerlo.

    Conforme pasaban los días, nuestra amistad confortaba… y sin más, me entregue a él, en cuerpo y alma. En aquella ocasión aprendí la definición de lo que es hacer el amor; contraste del sexo. Segura de mi misma le conté mi historia; naturalmente, no es de extrañarse de personas inteligentes; Juan ensimismado prestaba atención de todo cuanto habla que al terminar mi relato, con sabias palabras dijo.

    -la experiencia es la mejor maestra. Vuestra desgracia es preciso darla a conocer anónimamente, para el que la escuche o la lea se instruya, y que el prudente evite andar por el mismo sendero que tu…. Mientras sentía su cálido brazo estrujando mi pecho suavemente contra el suyo. Prosiguió:

    -no creas nunca en mis palabras, sino en mis actos y cuando te mienta, debes saber que los artistas mentimos para decir la verdad, mientras que los políticos mienten para ocultarla.

    Hoy medito aquellas palabras que Juan me dijo aquel día, pero mi pensamiento se ofusca, evitando encontrar el sentido a esas enigmáticas y metafóricas palabras, pues lo único que recuerdo de aquel jueves de lluvia copiosa, es su rígido y a la vez frágil cuerpo varonil bajo el mío… solo eso y nada más.
     
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  2. Maramin

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    Bienvenido, Ricardo, buen inicio en el portal compartiendo una buena historia en esta redacción que nos ofreces como primicia y muestra de tu obra literaria.

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    #2
  3. spring

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    Pues Ricardo, lo cierto es que tienes talento para escribir, a mi me ha cautivado tu historia porque mantiene el suspenso de lo que sucederá, es fluida la narración y hace participe al lector. Nuevamente mi bienvenida, saludos.
     
    #3
  4. Ricardo Realpe

    Ricardo Realpe Poeta recién llegado

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    gracias respetable amigo, me aluden vuestras palabras. Saludos
     
    #4

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