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II

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Walter René, 7 de Julio de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 471

  1. Walter René

    Walter René Poeta recién llegado

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    3 de Julio de 2012
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    Schopenhauer en una de sus parábolas dice «En un crudo día invernal, los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para prestarse mutuo calor. Pero al hacerlo así, se hirieron recíprocamente con sus púas, y hubieron de separarse. Obligados de nuevo a juntarse, por el frío, volvieron a pincharse y a distanciarse. Estas alternativas de aproximación y alejamiento duraron hasta que les fue dado hallar una distancia media en la que ambos males resultaban mitigados.», de una manera poética, Cernuda expresa la misma idea en un corto verso: «Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.» Desde temprana edad presentí esta insoslayable verdad que con paso firme anuncia que una distancia insalvable se levanta siempre entre dos seres por muy íntimos que sean; lo que muchos calificaban en mí como un acre egoísmo no era otra cosa que esta verdad manifiesta. ¿A qué viene todo esto? Simple, voy a escribirles sobre una mujer. Vosotros diréis que este escrito corresponde al lado de mi blog por ser algo muy personal, pero para mi desdicha, ella lo visita esporádicamente y, como es de esperar, no queremos que se entere de la existencia de este escrito dedicado a su persona, ya que al igual que la mayoría de enamorados, también soy cobarde y orgulloso. Tengo a mi favor alegar que el amor no se goza de la misma forma si no le contamos a alguien nuestro sentir, porque comunicárselo a otro implica pensar de una forma armoniosa y tierna en el objeto de nuestro amor, además que sentimos un placer adicional: la vanidad que experimentamos al expresar este complicado sentimiento de una forma original que hace que los demás se sientan identificados. Explicado lo anterior, aprovecho la muy atinada manía de ella de desinteresarse por estos sitios culturales para exorcizar con vosotros, la santa trinidad de mis demonios. Se comprueba en muchos aspectos que nuestra cultura tiende a lo trino y yo que formo parte de la misma, no soy la excepción, por eso, acertadamente puedo decir que la quiero, la deseo y la extraño. Quiero sus bajas pasiones, sus sentimientos doblegados hacia mí, sus múltiples demonios y sus caras de Jano, quiero su estoicismo, su semblante de guerrera que no retrocede, quiero la forma en que también ella me quiere, sus vastos conocimientos sobre diversas materias; pero también hay cosas que no quiero: no quiero su oscuro hermetismo, sus letales silencios y a veces, su ilimitado sarcasmo. Deseo su historia, su corazón abierto, su olor a hembra, sus brazos blancos y su mirada dura, la aquiescencia de nuestras vidas, el amor subrepticio a su sexo. Extraño su endiablado ingenio, nuestros coloquios viperinos, blasfemos e incluso estúpidos, aburridos y escasamente afectivos. Extraño los juegos de ego y las descargas tremendas de adrenalina que padecía a su lado. Todo esto ella no lo sabe y tampoco vosotros le contaréis, puesto que entre los dos, las cosas no funcionan así. Todo amor está condicionado por el trato que se dé la pareja, tanto uno como el otro, y cualquier cuestión que está condicionada pone en juego la conveniencia y ésta a su vez, nos remite al interés; esto ella lo sabe muy bien, sin embargo, a veces es necesario hacerse el ciego para que las cosas sucedan. Pero en nuestra historia, las cosas no sucederán por la «primitiva experiencia espiritual del amor: del amor que unifica sin dominar ni ser dominado, que acepta e incluso quiere y afirma al otro como otro». Ambos nos parecemos demasiado como para exigirnos ceder y lo sé muy bien, no es intención de ninguno de los dos obligar, manipular o forzar al otro para que cambie; simplemente nos aceptamos y logramos entender que “no se pueden pedir peras al olmo”. De la misma razón que me sucede con ella, vosotros encontraréis siempre en mí, si no empatía, sí tolerancia. Hay una sola cosa que cautiva sobremanera: la autenticidad. No importa si las costumbres de la otra persona no compaginan con las nuestras, pero si en verdad esa persona es auténtica, eso pesa más por sobre cualquier cosa: ella es auténtica. Ahora les pido que vosotros y yo, le deseemos suerte a ella adonde sea que vaya: http://www.youtube.com/watch?v=FIcek86Tq9Y
     
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