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La Esposa

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Edouard, 8 de Marzo de 2017. Respuestas: 1 | Visitas: 323

  1. Edouard

    Edouard Poeta adicto al portal

    Se incorporó:
    15 de Marzo de 2016
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    Género:
    Hombre
    En boda real, de engalanada pompa juvenil sonora, los novios de la sacra vida parturienta se colocan cada uno las doradas alianzas en sus sendos dedos corazón. El obispo, que ya ha realizado el magnífico rito del matrimonio, los bendice con palabras henchidas de benigna y alada intuición divina. Ambos se dan el beso ardiente de la sana reconciliación de los opuestos sexos. Y se disponen jubilosos a emprender el vuelo singular por el alfombrado pasillo de terciopelo. Mientras, los concurrentes vitorean y aplauden tal magnífico acontecimiento. Pero, cuando están a punto de salir por el arco del triunfo, un gemido de dolor se escucha por parte de la noble y bella esposa ya del apuesto y aguerrido marido; en manto azafranado cubriendo sus anchas espaldas. La mujer cae desmayada al frío pavimento. Entonces, una risa despreciable se escucha desde un rincón de una galería de la sellada construcción de Dios. Es un viejo demacrado que imparte maldiciones contra la salud gloriosa de la mujer ya atada en Amor fulgurante. Suspira la manceba mientras el hombre desenvaina su espada para decapitar al crapuloso ser de demoníaco semblante. Pero ¡ay! ya se difuminó su imagen detestable en la vidriera sur donde se dibuja la imagen fatal del demonio de la Muerte.
     
    #1
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  2. Edouard

    Edouard Poeta adicto al portal

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    homo-adictus, parecía que iba a salir feliz y benigno el santo sacramento del matrimonio entre dos sujetos enamorados. Entre las palabras llenas de magistral eco divino por parte del obispo y después de los vítores de alegría de la concurrencia que allí depositaban sus más que fervientes dádivas de festejo compartido. Pero a la que se convirtió en mujer de tal apuesto galán le sobrevino una letal indisposición. Una especie de mareo, mezclado con un desvanecimiento, que no podría provenir sino de una entidad que en la iglesia se acurrucaba la muy vil en algún vericueto de los pasillos del edificio santo. Y que reía ante lo que era irremediable. Por mucho que el trastornado en odio furibundo por parte del marido se rebelase con audaz movimiento de caballero alocado. La próxima defunción de la mujer, anunciada por la risa sinuosa y demoníaca de un ser descompuesto en su faz degenerada y que, como ya definí en el relato, cuando iba el hombre compungido presto a cortar su cabeza se transmutó en la fatal imagen de la Mortandad en una de las vidrieras de la construcción señorial. Atentamente Edouard.
     
    #2

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