Los anillos

Cuando Manuel y María se entregaron los anillos de compromiso con apenas quince años, juraron no quitárselos jamás y mantenerse así unidos para siempre; A María la enterraron con su anillo ante la imposibilidad de arrancárselo sin amputarle el dedo.
Durante los años posteriores a la muerte de su esposa, los amigos de Manuel le aconsejaban que se desprendiera del suyo, que solo así dejaría de hablar de ella como si estuviera viva. Lo que ellos desconocían es que María le esperaba en casa cada día para recoger pacientemente sus quejas sobre los oscuros días presentes; aunque Manuel reconocía que, últimamente, su voz se había reducido a un susurro; parecía que estuviera extinguiéndose, al igual que su imagen; claro que él lo atribuía a la necesidad de cambiar su audífono y desde luego, a la de graduar sus lentes.
-No puedo seguir aquí cariño-le susurraba ella- no querrás que me convierta en un alma perdida.
Esa mañana, al despertar, a Manuel le sobresaltó ver el anillo de su esposa en la mesilla de noche. El crujir del viejo armario ropero le dio pistas, al abrir la puerta la encontró allí, acurrucada, tras la ropa de invierno, tratando de esconderse, como avergonzada; advirtió que estaba adquiriendo ese mal color que ella tanto temía.
-No quiero que me veas así Manuel, estoy horrible; conmovido, intentó abrazarla, pero su presencia inconsistente se escurrió entre sus brazos, comprendió entonces que era el momento de dejarla marchar, no deseaba que su dulce y bondadosa María se convirtiera en uno de esos espectros que vagan por ahí gimiendo y provocando terror. Decidió que debía quitarse el anillo y dejarla partir; por primera vez, su anillo cedió con pasmosa facilidad desde el primer intento, nunca antes había sucedido; lo depositó, junto al de ella, en la mesilla de noche; en aquél mismo instante el espíritu de María se evaporó ante sus ojos. Solo entonces Manuel asumió la muerte de su esposa. Lloró sin descanso hasta la extenuación días y noches completos, dejó de comer, de dormir; vagó por la casa lamentando su infortunio; comprendió que no podría vivir sin María;Como al quinto día, comenzó a sentirse extrañamente aliviado e ingrávido; recorrió una a una las diferentes estancias de su casa advirtiendo que estaban invadidas por sus vecinos y amigos; le sorprendió que todos lo ignoraran mientras se abrazaban entre ellos llorosos; entonces vislumbró un ataúd rodeado de cuatro velones - ¿Quién sería el desventurado?- entre asustado y curioso avanzó por el pasillo sin que a nadie pareciera importarle su presencia.
Quedó horrorizado ante la visión: allí, vistiendo su mejor traje, estaba él, con una entupida sonrisa que jamás tuvo en vida y en su mano,¡el anillo! ¡Por todos los demonios! ¿Quien había sido el insensato que le había puesto de nuevo el anillo?...

Alberto, un joven empleado de banca, que había solicitado el traslado al pueblo en busca de esa calidad de vida de la que tanto se hablaba, sentía que le habían estafado al venderle esta casa; nadie le advirtió que incluía un espectro malencarado que, noche tras noche, se paseaba increpando y maldiciendo su suerte, atrapado por culpa de un anillo...

 

Gracias de nuevo por acercarte a mis letras. Es muy grato para mí recibir tus felicitaciones. Un abrazo

 

Gracias Rosa, un honor que visites mis letras, espero que al igual que este trabajo, también encuentres algún otro que merezca tu cosideración.
Un abrazo.

 

Hola amigo Luis, gusto verte por aquí, gracias, me alegro que te haya gustado, lo que he leído de tí me parece excepcional, así que tu opinión como la del resto de compañeros, es muy valiosa para mí.
Creéme si te digo que en algún momento pensé en convertirlo en un relato de, al menos, cinco páginas...Hay mucho que decir del poder que se encierra dentro del aro de unos anillos que dos niños se entregan en plena adolescencia y para el resto de sus vidas. Asi que puede que haya segunda parte
Un abrazo

 

Ciertamente apreciada amiga princesa, el amor de los ancianos que después de toda una vida juntos, se aman mas alla de la muerte, incapaces de vivir el uno sin el otro, es envidiable. ¡Toda una vida juntos,amándose! Un privilegio que no todos podemos contar. Gracias por tu comentario y por tu visita. Un abrazo