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Los Once

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por negrojf, 28 de Agosto de 2009. Respuestas: 2 | Visitas: 1341

  1. negrojf

    negrojf Poeta recién llegado

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    26 de Agosto de 2009
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    El Uno(*):


    Ahí se acerca un cometa de fuego furioso descendiendo de los cielos. Abajo, posado sobre una rama se halla un enorme pájaro de ojos felinos. Alza el vuelo aquel pájaro, ágil entre los pájaros, para detener con alguna parte de su cuerpo el peligro. Será un Atlas que carga una esfera de plomo sobre sus espaldas. Si el cometa cae, se aplazará el sueño y el pájaro será atado a una estaca y será un Sebastián mártir. Si el cometa es detenido y su fuego se apaga, el plomo se convertirá en oro, será héroe por lo que dura el aleteo de una mariposa. Del baúl empolvado asomará sus mil ojos Yashin, la araña rusa. Del neblinoso Támesis emergerá Banks titánico para guardar la Torre de Londres. Pero sólo por lo que dura el aleteo de una mariposa, porque el pájaro sabe que ahí se acerca otro cometa de fuego furioso descendiendo de los cielos.



    El Dos y el Seis:


    Somos el muro de Troya, las altas torres. Nos une la sangre de Hércules, fuertes como la vieja roca. Si mi hermano yerra, ahí estaré yo, si he de herrar yo, él estará ahí. Es ese nuestro pacto tácito, milenario. ¡Tranquen las puertas que se acerca el enemigo! ¡Tensen el arco que alguien desea robar nuestra gloria! ¡Hermano!, ¡león!, atentos estén tus ojos porque ahí se acercan los agresivos navíos y el viento está con ellos. Si los detenemos, hermano, seremos eternos.


    El Cuatro y el Tres:


    Frente a mí, una autopista de aire, una fila de cirios. Seré entonces un relámpago que irrumpe en la noche azul, el rayo de sol que atraviesa el vidrio de las ventanas.


    Hagan un camino de estrellas que seré tren de polvo y veloz como la torre en un tablero de ajedrez. Hagan un camino de estrellas que tren de polvo seré y al polvo retornaré.


    Cielo, abre tu alma azul vértigo que soy el rayo de sol. Cielo, abre tu alma azul vértigo que volveré con los ángeles de luz. Seré relámpago que regresará como hijo pródigo y que dormirá en su profunda noche.


    Volveré y frente a mí tendré, una vez más, una autopista de aire, una fila de cirios.


    El Cinco:


    Una metamorfosis. Es primero leñador rudo e infatigable. ¡Chaz!, ¡Chaz!, derriba árboles sin piedad y éstos caen lento y lanzan a la noche estrellada un quejido de dolor. Pero ese quejido no le afecta al leñador, porque al final del día será la leña echada al fuego para calentarse cerca de su chimenea.


    Luego será el más prodigioso carpintero de toda la villa. Con su madera fabricará las más finas sillas, las más delicadas mesas de noche, las mas acogedoras cabañas, las más imponentes catedrales. También fabricará techos, barcos, sueños, para ser finalmente un viejo sabio que distribuirá sus bellas creaciones al que más considere prudente.


    El Ocho y el Once:


    Somos de la legión de Proteo, el que siempre cambia. La mímesis es nuestro mecanismo de defensa y de ataque. Esperamos como el calmo cielo a las aves y atacamos como el inclemente mar a la tierra. En nosotros está el equilibrio, lo claro y lo oscuro, el día y la noche, el escudo y la espada.


    Cuando la tormenta avanza y se estrella contra mí, yo quedo. Cuando la tormenta se estrella contra mí, permaneceré en quietud. Cuando avance seré tempestad, seré águila, seré corcel indomable, seré ímpetu. Cuando avance seré fuego sobre el camino, viento ágil que deshoja la margarita, la música que quiebra el cristal.


    El Diez:


    El general piensa, medita, camina unas veces a paso lento, otras a pasos más veloces. Se acerca a la esquina de la habitación en la que se halla, recoge del suelo un rollo de papel carcomido por las polillas. Quita la cuerdita que lo sujeta y extiende el plano sobre la mesa. Es un mapa. Traza algunas líneas, dibuja en rojo pasos por las montañas y los ríos. Desenfunda su espada y, decidido, la clava con fuerza sobre un punto fijo, calculado. En esa noche de Domingo encantada, de luces y visiones, el general sonríe con malicia.


    Esto lo soñó en una noche de Marsella Zidane, bailarín celeste. Esto lo soñó Diego, el favorito de los dioses aztecas, y Pelé, pantera entre las panteras. Lo soñó Hagi, el rumano, y Valderrama el león ajedrecista.


    El diez lo soñamos todo el mundo.


    El Siete:


    Si es alfil blanco, es escandinavo vikingo, teutón, un anglo guerrero o de la Francia de luz. Este alfil se desliza sobre los cuadros de hielo con delicadeza dejando atrás los pinos nevados y los robles caídos, pero a su vez lo hace con la fuerza de un panzer y la arrogancia de un caballero medieval.


    Si es alfil negro es de Nigeria o de Camerún o de algún fuego africano, de esos fuegos gigantes como estampidas, gigantes como el sonido que brota de la música de sus tambores y de su sangre. El alfil negro no se desliza, cabalga indomable quemando el pasto.


    Pero ay del que se enfrente a un alfil trigueño porque éste no existe en el ajedrez y por lo tanto no conoce de cuadros. Brinca de un lado para otro como la pulga en los pelos de un perro, finge como la mujer de la noche, engaña y corre como el buen ladrón y de vez en cuando salta como un niño travieso.


    Es temible, brujo, chamán del Amazonas, hechicero. Es un saltimbanqui, es un desubicado, es una fiesta, el carnaval encarnado.


    Es un alfil trigueño.


    El Nueve:


    Duende o dragón alado. Elegante pavo real o torpe rinoceronte. Me comparan con el pescador, pero soy el elegido. A veces prodigioso en el arco y la flecha, otras veces cañón de asalto.

    Heme aquí en un espacio verde infinito. Infinito porque el tiempo se me hace eterno cuando me acerco a la meta. Es como cuando quieres desesperadamente llegar a tu hogar y entonces comienza a llover fuerte como un diluvio, y entonces corres. Corres y tu camino se te hace cada vez más y más largo.


    Es increíble. Falta poco y mis piernas se sienten ya cansadas. Entonces respiro. No sé lo que respiro, si es aire o polvo de estrellas, pero es algo así como magia. Una magia que invoca el pasado en fotografías de color sepia: mis viejos, el pueblo de paredes blancas, la cancha hecha polvo, la voz ronca de mi abuelo, la luz azul profundo que irradia los ojos de mi amor del alma, la estación del tren donde trabajaba. Y luego, parpadeo y escucho un grito, un grito enorme, un grito que hace temblar la tierra, que llega hasta el cielo. No son los ángeles con sus trompetas, es el hermano al que le prometí la sonrisa y mi último aliento. Ellos gritan y yo grito y corro como loco a la esquina del parque y grito, grito como loco. Entonces miro al cielo agradecido y observo (¡Vaya que visión!) un cometa de fuego furioso que desciende de los cielos.
     
    #1
  2. rodrigotoro

    rodrigotoro Poeta adicto al portal

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    21 de Julio de 2009
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    que interesante pasaje a las fabulosas visiones que desarrollas en tu narraciòn amigo. Verdaderamente es un trabajo muy elegante y rico en recursos. felicitaciones. un tremendo gusto pasar....R. toro
     
    #2
  3. negrojf

    negrojf Poeta recién llegado

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    26 de Agosto de 2009
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    Gracias Rodrigo por tu apreciacion, me alegra muchisimo que te haya gustado ;)
     
    #3

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