Pequeñas cosas

Reconoció, con ese mirar propio de los centinelas, la tendencia a la tardanza con la que las horas pasaban esa mañana. el peso incoloro de los minutos se veía arrastrado desde lejos acompañado por toda la luz del mundo. Parecía que no acabaran de llegar retenidos en el horizonte. Toda espera tiene estas cosas y las horas terminan agotadas de navegar contra corriente. Cuando llegan,-siempre llegan-, a veces lo hacen sin saber ni dónde están, ni de dónde vienen. Lo mejor en estos casos es dejarlas pasar.

La escarcha, nada acostumbrada a entretenimientos, jamás entendió de protocolos. eso explica el por qué de la brevedad de sus actos.

A cierta hora, la luz devora el derrumbado cielo y las auroras, con maquillado dolor, se diluyen entre sus impecables traiciones al infinito con la esperanza de no quedar empapadas por la quietud de todo ese desorden tan amansado.

el desprecio, consciente de la inminente aparición del temor,-origen y señor de toda imprudencia-, recorrió las lejanas leyendas siempre de datación imposible, en busca de admiración. hoy, procura no ir más allá del territorio de lo posible.

Hace tiempo que todo aquello a lo que miramos nos ha dejado de sorprender. es preocupante cómo se nos escapa, poco a poco, la humanidad que nos queda.

De madrugada, la bruma arropa al otoñal rocío. Mientras tanto, esa inocente esponja que es la Luna absorbe los últimos devaneos del Universo.