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Puertas abiertas

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 1 de Agosto de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 347

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Tuvimos un romance por seis años. Nos amamos con locura e hicimos muchas más: el sudor bañándonos en un cuarto de alquiler, la osadía de enviarnos mensajes excitantes, fotos atrevidas por el teléfono celular, gemir y jadear en la casa de mis padres. La sigo amando y a diario quiero escribirle para contarle que sigo esperándola.

    ¿Cómo decirle que las puertas están abiertas? Esa pregunta ronda por mi mente desde hace más un año, es más, desde que nos alejamos por mutuo acuerdo. La veo casi a diario: trabajamos en la misma empresa galletera. Ella es asistente contable y yo vendedor. Sus ojos felinos me enloquecen; su cuerpo me excita. Gracia a ella empecé a escribir cuentos; era, y es, mi musa inspiradora. Recuerdo el primer cuento que le escribí: Historia oculta. Se enamoró del cuento. Escribía un cuento por semana y se los enviaba por correo electrónico. Por qué no vas a un taller, me decía, para que aprendas más. No me importaba en esos momentos ningún taller; sólo quería escribir para ella.

    Fabián, le hace falta algo a tus cuentos, me dijo un amigo, no tienen un inicio atrapante y los finales son predecibles, no son cuentos. Leer este dizque cuento me estresa, me dijo en otra ocasión. Tuve que aceptar que escribía pésimo. Al cabo de los años, decidí ir a un taller de cuento. Aquella noche, al salir del taller, suspiré ante el recuerdo de la desnudez de Beatriz. Camino a mi carro intenté guardar esa imagen. Casi tropiezo con un grupo de mujeres que venían hacía mí, todas sudadas y vestidas con ropa deportiva. Quise plasmar esa imagen para usarla en alguno de mis futuros cuentos. Alcancé a escribir: el latir de su desnudez me tiene extático. Después de escribir la frase vinieron los recuerdos de las veces que estuvimos juntos: el temblor de su cuerpo en la cama de mis padres, la noche de la posada navideña de la empresa, el viaje a la playa en pleno verano. Una sonrisa amplia se dibujó en mi rostro. Me propuse, como siempre, escribirle que aún la espero. Llegué al carro y encendí el motor.

    El departamento estaba a oscuras cuando llegué. Encendí las luces de la sala-comedor. Entré al único cuarto y dejé sobre la cama el papel que escribí. Cené unos Bizcochitos con Coca-Cola. Releí la frase y de nuevo no podía escribir, contarle lo que tenía ganas de gritar cada vez que la veía. Cerré los puños con fuerza, me sentía impotente. ¡Maldita sea! Grité desesperado. Después de diez minutos me calmé. Debajo de la frase escribí: “Si alguna vez lees esto… recuerda que te sigo esperando, las puertas están abiertas. No te sonrojes, es normal tener nervios y un poco de miedo. Te dejo de nuevo mi correo electrónico: ivoralgor@gmail.com, por si lo has olvidado...”. Luego me dormí. El despertador del teléfono celular me despertó. Luego de bañarme, para ir a la galletera, rompí el papel.

    Escribo un libro con ocho cuentos eróticos. Es la mejor forma que tengo para decirle que las puertas aún están abiertas. Se titula “El éxtasis de Beatriz”.
     
    #1

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