Qerida Familia.

Cien mil chicles vendí, noticieros y un sin fin de dulces; millón cien mil cristales limpie, millón cien mil actos de humillación traspase; a los veinte quince años tolere, para entonces sonidos ó coches surtir después.

Diminutos lujos de mi hogar ausentados por mis manos, llantos, cicatrices y cantos de dolor plasmaron, por el quiebron del hijo ex soñado sollozando decepción. Pero continúe en refrendo de venenosa hierba verde, en antros u hoteles, en barrios y factores, en hogares o rincones exteriores para lograr contener gente a mi mando, ya en el cielo los pobres; ya anduve con bonitas novias y billetes por doquier.

A farmacias y a soriana asalte, donde gustamos concurrir recuerdo bien, también nuevos Walt Mart y en Manhattan viaje, California, nueva york y toda Australia, mientras de lo más bajo empecé, donde nadie jamás imaginaba este poder, camionetas extranjeras como en la aduana el calzado yo cruzaba.

Liquide polvito blanco de yerba también, que en las vegas nevada, sin fintar, como fichas en casino por kilos de polvo en venta sorteé; asesine a mil, y ha gente inocentemente plena, con el R Quince que tanto soñé.

Ahora solo sé que me queda por que la muerte impaciente por mí en espera ha de andar, y si la otra vida es sincera, ya nos miraremos después, por lo tanto, ya saben de mí. Extraño el pasado, con sus amigos y licores, la humildad y mi Durango querido que me vio nacer. De amarlos nunca pare, querida familia.

Aldo Orozco. 2 de junio 2011.