Serpiente

En la esquina más oscura del crepúsculo, donde los colores se disuelven en suspiros y las sombras juegan a ser gigantes, una serpiente de tiempo desliza su presencia. Su cuerpo, una línea sinuosa que atraviesa la noche, recoge en sus escamas las historias no contadas, los besos olvidados, los sueños que nunca despertaron.

Ella, la serpiente, se mueve con la elegancia de una melodía secreta, susurrando al oído del viento los secretos de los siglos. Cada movimiento es un poema sin palabras, una caricia al alma de la tierra que se estremece en su presencia. En sus ojos, dos pozos de misterio, se reflejan las estrellas que aún no han nacido, las luces de futuros que se tejen en el telar de lo imposible.

El tiempo, enredado en su cuerpo, pierde su sentido lineal y se convierte en un círculo perfecto, un eterno retorno a lo que siempre ha sido y siempre será. En su andar, la serpiente desdibuja las fronteras entre el ayer y el mañana, dejando en su estela un rastro de eternidad.

Sus escamas, relucientes como espejos de obsidiana, capturan los reflejos de lo que nunca fue. Cada destello es una posibilidad, una bifurcación en el camino de la existencia, un universo paralelo donde los relojes no dictan los latidos del corazón.

Y así, en la penumbra de la noche que se desvanece, la serpiente sigue su danza, uniendo con su cuerpo los fragmentos dispersos del ser. Porque en su sinuosa travesía, ella es el puente entre lo real y lo imaginario, el lazo que ata la razón con el sueño. Y en su mirada profunda, habita la promesa de lo eterno, el susurro del infinito que se filtra entre los segundos, como un hilo de plata en el tejido de la vida.

 

Guau, me encantó. Como te va sumergiendo hacia la profundidad y el misterio...¡Felicidades!

 

Gracias por pasar por mis letras