Tríptico

Embriaguez, despertar; sueño que ha viajado entre sueños hasta dar con sus labios abiertos; repleta de ambrosía la espera en el cántaro de su boca, de la que sorberé sus palabras de silencio puro e intacto, y que en su vientre se mecerán pronunciando mi nombre.


Y es tu boca esa que a mi boca en dos abre como un rayo divide a la tormenta. Es el cristal de tu lengua empapada por el alcohol de un rito sagrado, y que recién nacida y eterna destroza mis palabras hundiéndose en mi boca como una almeja de cuarzo erecta, la que devuelve con movimientos precisos los obstinados impulsos de mi sentimiento.


Y en el ala del sombrero del viento, en un rolar de sí mismo, brincando empecinado entre amalgamas de un espacio sin eones, como si las cuatro patas de un cachorro eterno de tigre hubieran retozado sobre el vidrio resbaladizo de la noche, caló así la membrana del tiempo tu mirada cardinal, en volutas y humo y presagios, marca que quedaría para siempre, hasta el fin de los tiempos.