Vida Compartida

Cuando el sentimiento parte las emociones naufragan. Es la isla del amor el corazón a la deriva, es el adiós estrella guía después de la partida. Es de la razón intentar amarrar la vida, es por pasión todo cuanto la religa.
Dorada ilusión a la que acuden los soles a confesar su agonía. Tanta felicidad no proviene de la muerte, proviene del candor de los días. Sólo un poquito de tiempo basta al momento que jamás volverá. Sobra en él cualquier detalle de aquello que pronto no estará más. Cuanto despojo, de lo que por voluntad propia sobrevivirá a merced de sí mismo, olvidado de no haber podido con “todo”, nada ahora resulta demasiado donde reina oscuridad: Las cosas, los mundos, las situaciones que he tenido cerca siempre estuvieron allí. El querer verlas de nuevo las convierte en pasto del ahora, trayéndolas hasta una realidad impensada. Sería bastante mejor el no tener que explicar nada, y que con la simple idea del amor presente se diera a entender todo. No existiría otra forma natural de atravesar el sentido humano de lo que significa “no ser”, a ser nada que no tenga que ver con el amor. Es así como la muerte se define a sí misma. El lado oscuro de la vida no es otra cosa que un auto-eclipse, que sólo es capaz de ocultar al amor por una fracción de segundo, el mundo donde se viene a morir, el mismo mundo que da crédito a la muerte, sin ponerse todavía nadie de acuerdo con relación a lo que realmente “no es”, para poder saber entonces a donde lleva.