El Olor De Los Libros.

EL OLOR DE LOS LIBROS.

Tuve un novio que me confesó que para él nada tenía más sabor que robarse un libro de las pobladas mesas de las grandes librerías. Allá él, que ése no es mi estilo.

No puedo vivir sin el ritual de sumergirme ávidamente entre los libros nuevos y usados que se exponen en los locales de venta. Quien quiera descubrirme cuando desaparezco, deberá acudir a las librerías de la Avenida Corrientes, a aquellas en los que esas *maravillas de tapas de colores y contenidos inabarcables se me ofrecen como manjares. Me atrapa allí como un afán bulímico y todos mis sentidos se encienden ante tal inconmensurable exquisitez. Sólo entonces lamento no ser adinerada.

Me he acostado y me acuesto con los libros. Fueron y son mis amantes infaltables: pacientes y fecundos, pernoctan a mi izquierda ¡y sin roncar!. Me los llevo de viaje, no me gusta prestarlos y no me privo de acaraciarlos.

Estuve pendiente de un proyecto del cineasta argentino Alejandro Agresti: “El perfume de los libros”. Nunca se estrenó por estos pagos que yo sepa y lo lamenté. El título me caló hondo porque, sin pudor alguno, huelo a los libros con intriga y con placer. Los hay con aroma a cera o a medicinas, otros huelen a humedad o a historia amarillenta. Tienen un aroma a primera vista – tendría que haber dicho a primer olfato- y otros, subsisiguientes, que deben revisarse con minuciosidad. Olor a manos amalgamadas, los usados. Y hay perfumes de presagios en los nuevos. Percibo fragancias muy concretas como de estanterías de cedro, otras más sutiles como de promesas de encuentros. Hay libros que huelen a frontera intensa, a esencias de la imprenta y a periplo interior.

Huelo y clasifico: “Olor a libro cercano a chimenea, Olor a libro propio de vitrina de oligarca, Olor a maletas mundanas, Olor a encierro de eruditos, Olor a esfumadas trementinas, Olor a secante de primer grado superior, Olor a cajones de mudanza, Olor a tinta recién nacida...”

Los libreros ya me conocen y ni si inmutan cuando comienzo a aspirarles sus tesoros. Los huelo siempre antes de hojearlos y me tiene sin cuidado la mirada de la gente.

Tuve otro novio que me acompañó a mi cita infaltable con los libros. Osó interrumpirme mientras me embriagaba con unos cuantas publicaciones de poesía. Me preguntó con expresión de asombro, algo avergonzado - ¿¿¡¡Por qué olés así a los libros!!??-.

¿A que ya lo imaginaron?. ¡Sí, señoras y señores!. ¡Que este novio fisgón me duró muchísimo menos que el ladrón de librerías!.

 

Es una muy linda narración, tenemos unos amantes comunes,
y no me refiero al ladrón ni al pudoroso inoportuno.
Amo los libros igual que tú. No sólo su contenido,
probablemente mi cielo es una enorme biblioteca de castillo,
con un sofá deforme por mi huella y una chimenea acogedora.
Mis cigarros y mi pastel milhojas, de tapa dura y con cientos de historias.

Vaya si huelen, y es muy extraño encontrar alguno que no lo haga bien.

Un abrazo cariñoso mi Ciela.

 

Ni a la Infierna. Que en esos sitios no hay libros y jamás merecerás semejante castigo.


Un abrazo para mi Viento.

 

y que el aroma de los libros jamás nos abandone.


Abrazos.

 

Muy bueno Ciela, aplaudo de pie. Yo también soy de esos que huelen los libros, no sé si hay mucha gente que lo hará pero a mi me encanta y se me hizo vicio. No puedo dejar de hacerlo. Saludos!!

 

... seguro que sos vos el que muchas veces, de modo cómplice, comparte el ritual de tal impregnación.

Un abrazo y muchas gracias por tu tiempo.

 

Para mi ha sido un gusto y una exquisites leer, mejor digo, oler tu cuento :wink: . Bueno de principio a fin y los novios que se vayan con los malos olores :lol: . Un placer leerte.    

 

Me has hecho reir. Y por las dudas, me hice de un buen desodorante de ambientes.


Un abrazo.

 

HERMANITAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA LO QUE ME ESTABA PERDIENDO....
LO RESCATE DEL DESVANNNN ASI QUE LO ENVIO PARA COMPARTIR MAS ARRIBA UN BESO GRANDOTE TE QUIERE LUZ.


TE DEJO MI CORAZON...

 

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¡Pero mirá hasta dónde llegaste!. Gracias, Hermanita, por descender al sótano o por subirme a las estrellas.

Ya nos iremos juntas de parranda a paladear esos aromas que amamos.