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Martín Adán

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por DeVoRoUx, 9 de Septiembre de 2006. Respuestas: 2 | Visitas: 17630

  1. DeVoRoUx

    DeVoRoUx Poeta veterano y reconocido en el portal.

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    Martín Adán (seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides, 1908) es otra de las grandes voces de la poesía peruana contemporánea. Publicó inicialmente una narración singular, tributaria de la vanguardia: La casa de cartón (1928), para luego ir formulando un verso absolutamente disímil y enteramente personal, en el que predomina el sentido formal, acompañado de metáforas inmediatas, simultáneas, que van labrando una expresión controlada, llevada por un instinto de orden, que permite que el metro y la rima sirvan a la vez como acicate y freno al fluir poético. Adán lucha contra el concepto tradicional de poesía, que trata de quebrar para dejar sentado que poesía es creación, es divinidad, no mímesis, no mentar con palabras. La rosa de la espinela (1939), Sonetos a la rosa (1931-1942), Travesía de extramares (1950), Escrito a ciegas (1961), La mano desasida, Canto a Machupicchu (1964), La piedra absoluta (1966), Mi Diario (1966-67) y Diario de poeta (1966-73) son sus principales poemarios.

    Que yo mismo ya era.
    ¡Dios humanísimo,
    Casa sin puerta,
    Prendido como yo de la roca
    Que afiló con su ciencia,
    El releer del troglodita
    Y la malicia de la abuela!
    ¡Burla perpetua a los que creen saberle, y llegan
    A cada minuto
    Con su cicerón y su Kodak y su maleta
    ¡Burla divina
    Como es todo dios que no se disgrega!
    Toda superficie y realidad,
    Está presente y latente.
    El hombre y menester que ya olvidaste
    Y el tiempo tuyo, el ascua que te queme si te enciende
    Que te atormente.
    Todo está, porque es una sola
    Y nació de su propio vientre,
    Y lo que no es ya y no es nada
    Sino Yo Mismo, mi crearme y mi creerme.

    ¡Cree, Arquitectura,
    ¡Cree, Cree!...
    El Angel no bajó: que es sueño o cirro
    Tu piedra es mano humana, feble, lueñe...
    Estarás manado siglos y riendo rocas
    Rompida fuente de fatal vertiente
    Muda, repetida la palabra.
    Es decir, ¿quíen lo dice... ¡madre honda de mis sienes!
    Sino la memoria, la malicia, la malaria?...
    ¿Quién echa al Diablo de sí mismo
    Sino la Nonata?...

    Escrito a ciegas
    ¿Quieres tú saber de mi vida?
    Yo sólo sé de mi paso,
    De mi peso,
    De mi tristeza y de mi zapato.
    ¿Por qué preguntas quién soy,
    Adónde voy?... Porque sabes harto
    Lo del Poeta, el duro
    Y sensible volumen de ser mi humano,
    Que es un cuerpo y vocación,
    Sin embargo.

    Si nací, lo recuerda el Año
    Aquel de quien no me acuerdo,
    Porque vivo, porque me mato.

    Mi Angel no el de la Guarda.
    Mi Angel es del Hartazgo y Retazo,
    Que me lleva sin término,
    Tropezando, siempre tropezando,
    En esta sombra deslumbrante
    Que es la Vida, y su engaño y su encanto.

    Cuando lo sepas todo...
    Cuando sepas no preguntar...
    Sino roerte la uña de mortal,
    Entonces te diré mi vida,
    Que no es más que una palabra más...
    La toda tuya vida es como cada ola:
    Saber matar,
    Saber morir,
    Y no saber retener su caudal,
    Y no saber discurrir y volver a su principio,
    Y no saber contenerse en su afán...

    Si quieres saber de mi vida,
    Vete a mirar al Mar.
    ¿Por qué me la pides, Literata?
    ¿Ignoras acaso que en el Mundo,
    Todo de nadas acumuladas,
    De desengrandar infinitudes,
    No sino un trasgo
    Eterno, sombra apenas de apetito de algo?

    La cosa real, si la pretendes,
    No es aprehenderla sino imaginarla.
    Lo real no se le coge: se le sigue,
    Y para eso son el sueño y la palabra.
    ¡Cuídate de su atajo!
    ¡Cuídate de su distancia!
    ¡Cuídate de su despeñadero!
    ¡Cuídate de su cabaña!

    ¿Quién soy? Soy mi qué,
    Inefable e innumerable
    Figura y alma de la ira.
    No, eso fue al fin... y era al principio,
    Antes de donde el principio principia.
    Soy un cuerpo de espíritu de furia
    Asentada y de aceda ironía.

    No, no soy el que busca
    El poema, ni siquiera la vida...
    Soy un animal acosado por su ser
    Que es una verdad y una mentira.

    ¡Es tan simple mi ser, y tal ahogo,
    Con punzada en nervio y carne!...

    Yo buscaba otro ser,
    Y ése ha sido mi buscarme.
    Yo no quería ni quiero ya ser yo,
    Sino otro que se salvara o que se salve,
    No el del Instinto, que se pierde,
    Ni el del Entendimiento, que se retrae.

    Mi día es otro día,
    Algún no sé dónde estarme,
    A dónde no sé ir en mi selva
    Entre mis reptiles y mis árboles,
    Libros y cementos
    Y estrellas de neón,
    Mujeres que se me juntan como la pared y como nadie... o como madre,
    Y el recién nacido que sobre mí llora,
    Y por la calle
    Toda las ruedas
    Reales y orginales.
    Así es mi día cabal,
    Hasta la última tarde.

    El Otro, el Prójimo, es un fantasma.
    ¿Existe el aire,
    Donde te asfixias y recreas
    Respirando, tu cuerpo inane?
    ¡No, nada es sino la sorpresa
    Eterna de tu mismo reencontrarte
    Siempre tú los mismos entre los mismos muros
    De las distancias y de las calles!
    ¡Y de los cielos estos techos
    Que nunca me ultiman porque nunca caen!

    Y no alcancé el furor de lo divino,
    Ni a la simpatía de lo humano
    Lo soy y no lo siento ni así me siento.
    Soy en el Día el Solitario
    Y el absoluto en la Zoología si pienso,
    O como carnívoro feroz si agarro.
    ¿Soy la Creatura o el Creador?
    ¿Soy la Materia o el Milagro?
    ¡Qué mía y qué ajena tu pregunta!...
    ¿Quién soy? ¿Lo sé yo acaso?
    ¡Pero no, el Otro no es!
    ¡Sólo yo en mi terror o en mi orgasmo!

    ¡Y con todos mis sueños resoñados,
    Y con toda la moneda recogida,
    Y con todo mi cuerpo, resurrecto
    Tras cada coito, ciego, vano, sin pupila!...

    ¡Cuando no seas nada más que ser,
    Si llegas a la edad de la agonía!...
    ¡Cuando sepas, verdaderamente,
    Que es ayuntamiento de muerte y vida!...
    ¡Entonces te diré quién soy,
    Seguro sí, que ya sin voz, Amiga!

    Que se curan con hierbas eficaces
    Los puros animales que te hablan
    Allá, entre piedras inmateriales
    El mundo real y la ciencia humana,
    Donde, con una pelota
    Los muchachos aparentes hediondos gozaban.
    Sí, la vida es un delirio así, y sin embargo,
    En esa vida no estuvo mi nada,
    Ninguna, pero real, pero celeste o volcánica.
    ¡Qué tarde llega el Tiempo
    A su punto de olvido o de sensibilidad!
    Viene arrastrando, como el aluvión,
    De cúmulo, de suelo, de humanidad.

    ¡Cuán a destiempo llega uno a sí mismo!
    ¡Cuán inesperado y desesperado cualquier ya,
    Todo yo que cae con el Tiempo
    Desde nunca siempre y para siempre jamás!
    ¡Qué madrugada eterna no dormida
    Lo del resolverme en el hacer y en el pensar!

    La Soledad es una roca dura
    Contra la que arroja el Aire.
    Está en cada pared de la Ciudad,
    Cómplice, disimulándose.
    Me arrojo o me arrojo, sin cesar
    Yo soy mi impedimento y mi crearme

    La Poesía es, amiga,
    Inagotable, incorregible, ínsita.
    Es el río infinito
    Todo de sangre,
    Todo de meandro, todo de ruina y arrastre de vivido...
    ¿Qué es la Palabra
    Sino vario y vano grito?
    ¿Qué es la imagen de la Poética
    Sino un veloz leño bajo un gato írrito?
    Todo es aluvión. Si no lo fuera,
    Nada sería lo real, lo mismo.

    El Amor no sabía
    Sino tragarse su substancia
    Y así la Creación se renovaba.
    Todo me era de ayer, pero yo vivo;
    Y a veces creo, y la Vez me amamanta.

    No soy ninguno que sabe.
    Soy el uno que ya no cree
    Ni en el hombre,
    Ni en la mujer,
    Ni en la casa de un solo piso,
    Ni en el panqueque con miel.
    No soy más que una palabra
    Volada de la sien,
    Y que procura compadecerse
    Y anidar en algún alto tal vez
    De la primavera lóbrega
    Del Ser
    No me preguntes más,
    Que ya no sé...

    Supe que no era lo que no era, no sé cómo, y todo era
    Hasta la cosa de mi nada.
    Y fui uno no sé cuándo,
    Persiguiendo, por entre numen y maraña
    Dentro de ella, yo, nacido y flaco, ya con todas las armas,
    Yo por todo paso que me hacía,
    A ello persiguiendo... a la palabra
    A cualquiera,
    A la de la madriguera o a la que salta.

    Si mi vida no es esto
    ¿Qué será la vida?... ¿Adivinanza?...
    Que me dé tiempo el Tiempo, a más del suyo,
    Y yo me reharé mi eternidad;
    Lo que me falta,
    Porque la eché... me estuvo un momento demás.

    ¿Sabes de los puertos encallados,
    Del furor y del desembarcar,
    Y del cetáceo con mojadísimo uniforme,
    Que no nada y cae ya?
    ¿Sabes de la ciudad tanta,
    Que me parece ciudad,
    Sino cadáver disgregado,
    Innumerable e infinitesimal?

    Tú no sabes nada;
    Tú no sabes sino preguntar,
    Tú no sabes sino sabiduría
    Pero sabiduría no es estar
    Sin noción de nada, sino proseguir o seguir
    A pie hacia el ya.

    Prima ripresa

    (- Heme así... mi sangre sobre el ara
    De la rosa, de muerte concebida,
    Que, de arduo nombre sombra esclarecida,
    Palio de luz, de mi sombra me ampara.)

    (- Heme así... de ciego que llameara,
    Al acecho de aurora prevenida,
    Desbocando la cuenca traslucida,
    Porque sea la noche mi flor clara.)

    (- Abrumado de él, sordo por quedo,
    He de poder así, en la noche obscura,
    Ya con cada yo mismo de mi miedo.)

    (- Despertaré a divina incontinencia,
    Rendido de medida sin mesura,
    Abandonado hasta de mi presencia...)

    (Travesía de extramares, Lima 1950)

    Quarta ripresa

    - La que nace, es la rosa inesperada;
    La que muere, es la rosa consentida;
    Sólo al no parecer pasa la vida,
    Porque viento letal es la mirada.

    - ¡Cuánta segura rosa no es en nada!...
    ¡Si no es sino la rosa presentida!...
    ¡rosa y a la vida Si Dios sopla a la
    Por el ojo del ciego... rosa amada!...

    - Triste y tierna, la rosa verdadera
    Es el triste y el tierno sin figura,
    Ninguna imagen a la luz primera.

    - Deseándola deshójase el deseo...
    Y quien la viere olvida, y ella dura...

    (Travesía de extramares, Lima 1950)



    Sesta ripresa

    - La rosa que amo es la del esciente,
    La de sí misma, al aire de este mundo;
    Que lo que es, en ella lo confundo
    Con lo que fui de rosa, y no de mente.

    - Si en la de alma espanta el vehemente
    Designio, sin deseo y sin segundo,
    En otra vence el incitar facundo
    De un ser cabal, deseable, viviente...

    - Así el engaño y el pavor temidos,
    Cuando la rosa que movió la mano
    Golpea adentro, al interior humano...

    - Que obra alguno, divino por pequeño,
    Que no soy, y que sabe, por los sidos
    Dioses que fui ordenarme asá el ensueño.

    (Travesía de extramares, Lima 1950)



    Ottava ripresa

    - No eres la teoría, que tu espina
    Hincó muy hondo; ni eres de probanza
    De la rosa a la Rosa, que tu lanza
    Abrió camino así que descamina.

    - Eres la Rosa misma, sibilina
    Maestra que dificulta la esperanza
    De la rosa perfecta, que no alcanza
    A aprender de la rosa que alucina.

    - ¡Rosa de rosa, idéntica y sensible,
    A tu ejemplo, profano y mudadero,
    El Poeta hace la rosa que es terrible!

    - ¡Que eres la rosa eterna que en tu rama
    Rapta al que, prevenido prisionero,
    Roza la rosa del amor que no ama!
    ¡Ay, que es así la Rosa, y no la veo!...

    (Travesía de extramares, Lima 1950)
     
    #1
  2. Jaime1962

    Jaime1962 Poeta veterano y reconocido en el portal.

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    DeVoRoUX:

    Gracias amigo por permitirnos conocer la obra de un poeta como Martín no había tenido el placer de leerlo.

    Un saludo

    Jaime
     
    #2
  3. DeVoRoUx

    DeVoRoUx Poeta veterano y reconocido en el portal.

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    SOL

    El sol brincó en el árbol.
    Después todo fue pájaros.

    Lejos, aquí, llovía
    el cielo de tus manos,
    un cielo pequeñito,
    profundo, solitario.
    Hora todo es distancia,
    ceguedad, aletazo.

    El sol tiene en el árbol
    inquietudes de pájaro.

    (Publicado en el Mercurio peruano de julio - agosto de 1928)
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    QUARTA RIPRESA
    Bien sabe la rosa en qué mano se posa.
    Refrán de Castilla

    Viera estar rosal florido,
    cogí rosas con sospiro:
    vengo del rosale.
    Gil Vicente

    -La que nace, es la rosa inesperada;
    La que muere, es la rosa consentida;
    Sólo al no parecer pasa la vida,
    Porque viento letal es la mirada.

    -¡Cuánta segura rosa no es en nada!...
    ¡Si no es sino la rosa presentida!...
    ¡Si Dios sopla a la rosa y a la vida
    Por el ojo del ciego... rosa amada!...

    -Triste y tierna, la rosa verdadera
    Es el triste y el tierno sin figura,
    Ninguna imagen a la luz primera.

    -Deseándola deshójase el deseo...
    Y quien la viere olvida, y ella dura...
    ¡Ay, que es así la Rosa y no la veo!...

    (De Travesía de extramares)
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    POESÍA, MANO VACÍA

    Poesía, mano vacía...
    Poesía, mano empuñada
    Por furor para con su nada
    Ante atroz tesoro del día...

    Poesía, la casa umbría
    La defuera de mi pisada...
    Poesía la aún no hallada
    Casa que asaz busco en la mía...

    Poesía se está defuera:
    Poesía es una quimera...
    ¡A la vez a la voz y al dios!...

    Poesía, no dice nada:
    Poesía se está, callada,
    escuchando su propia voz.

    (De Diario de poeta)
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    ESQUIZOFRENIA

    Manicomnio del alba, asilante un lucero
    friolero, adormilado, tan ave todavía…
    -Apenas la tarde se pone luz ap-te-ro,
    cuerdo, inmóvil, etcétera, a toda celestía.

    En la rama cimera de un arbógeno aguacero,
    estrellín, estrellón, anoche se dormía,
    el pico bajo el ala, a un grado bajo cero,
    sin hembra al lado, al lado de un viento que rugía.

    Hora aletea torpe con las alas rociadas;
    loco de soledad, se ignora estrella y pía
    en tema de ave y topa con las brisas cerradas.

    -Avestrella, delirio, patetismo mentales…
    Los anteojos de Núñez deploran tu manía
    en ciegas adherencias de orvallos lacrimales.

    (De Itinerario de primavera)
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    URBANISMO

    Extramuros; meaban tufillos de ganado;
    el sol, viudo, fregábase la marmilla de cobre,
    y un ficus malarioso, paupérrimo, baldado,
    ingería la purga de un regato salobre.

    Ketty; sus ojos agros ya se han urbanizado;
    Ketty, yanquis elevan hierro y cemento sobre
    sus pupilas palustres; postrero parvo prado
    de la corbata verde de algún amigo pobre…

    En seda vegetal salvo el color extenso
    que ingenieros albinos, mascando chicle, a tenso
    cordel y a teodolito, van hurtando a mi pena:

    -Viento agudo mondaba la tarde, que era una
    manzana madurísima, y el plato de la luna
    colmábase de tiras de cáscaras morena…

    (De Itinerario de primavera)
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    POEMAS UNDERWOOD

    Prosa dura y magnífica de las calles de la ciudad
    sin inquietudes estéticas.
    Por ellas se va con la policía a la felicidad.
    La poesía gafa de las ventanas es un secreto de costureras.
    No hay más alegría que la de ser un hombre bien vestido.
    Tu corazón es una bocina prohibida por las ordenanzas
    de tráfico.
    Las casas rumian sus paces de buey.
    Si dejaras saber que eres un poeta, irías a la comisaría.
    Límpiate de entusiasmos los ojos.
    Los automóviles te soban las caderas, volviendo la cabeza.
    Cree tú que son mujeres viciosas. Así tendrás tu aventura y
    tu sonrisa para después de la cena.
    Los hombres que tropiezan tienen la carne encallecida de
    oficina.
    El amor está en cualquier parte, pero en ninguna está
    de otro modo.
    Pasaban obreros con los ojos resentidos con la tarde, con la
    ciudad y con los hombres.
    ¿Por qué había de fusilarte la Checa? Tú no has acaparado sino
    tu alma.
    La ciudad lame la noche como una gata famélica.
    Y tú eres un hombre feliz, quizá el único hombre feliz.
    Tienes camisa y no tienes grandes pensamientos de ninguna
    clase.
    Ahora siento cólera contra los acusadores y los consoladores.
    Spengler es un tío asmático, y Pirandello es un viejo estúpido,
    casi un personaje suyo.
    Pero no he de enfurecerme por pequeñeces.
    Mil cosas han hecho los hombres peores que sus culturas:
    las novelas de Víctor Hugo, la democracia, la instrucción primaria,
    etcétera, etcétera, etcétera, etcétera.
    Pero los hombres se empeñan en amarse los unos a los otros.
    Y, como no lo consiguen, acaban por odiarse.
    Porque no quieren creer que todo es irremediable.
    La polis griega sospecho que fue un lupanar al que había que
    ir con revólver.
    Y los griegos, a pesar de su cultura, fueron hombres felices.
    Yo no he pecado mucho, pero ya sé de estas cosas.
    Bertoldo diría estas cosas mejor, pero Bertoldo no las diría
    nunca. Él no se mete en honduras -y está viejo, quiere paz y hasta
    apoya a los moderados.
    El mundo no está precisamente loco, pero sí demasiado
    decente. No hay manera de hacerle hablar cuando está borracho.
    Cuando no lo está, abomina de la borrachera o ama a su prójimo.
    Pero yo no sé sinceramente qué es el mundo ni qué son los
    hombres.
    Sólo sé que debo ser justo y honrado y amar a mi prójimo.
    Y amo a los mil hombres que hay en mí, que nacen y mueren a
    cada instante y no viven nada.
    He aquí mis prójimos.
    La justicia es unas estatuas feas en las plazas de las ciudades.
    Ninguna de ellas me gusta ni poco ni mucho -no son diosas
    ni mujeres.
    Yo amo la justicia de las mujeres sin túnica y sin divinidad.
    En punto a honradez, no soy de los peores.
    Como mi pan a solas, sin dar envidia a mi prójimo.
    Nací en una ciudad, y no sé ver el campo.
    Me he ahorrado el pecado de desear que fuera mío.
    En cambio deseo el cielo.
    Casi soy un hombre virtuoso, casi un místico.
    Me gustan los colores del cielo porque es seguro que no son
    tintes alemanes.
    Me gusta andar por las calles algo perro, algo máquina, casi
    nada hombre.
    No estoy muy convencido de mi humanidad; no quiero ser
    como los otros. No quiero ser feliz con permiso de la policía.
    Ahora en las calles hay un poco de sol.
    No sé quién se lo ha llevado, qué mal hombre, dejando
    manchas en el suelo como un animal degollado.
    Pasa un perrito cojo -he aquí la única compasión, la única
    caridad, el único amor de que soy capaz.
    Los perros no tienen Lenin, y esto les garantiza una vida humana
    pero verdadera.
    Andar por las calles como los hombres de Pío Baroja -(todos
    un poco perros)-.
    Mascar huesos como los poetas de Murger, pero con
    serenidad.
    Pero los hombres tienen posvida.
    Por eso dedican su vida al amor del prójimo.
    El dinero lo hacen para matar el tiempo inútil, el tiempo
    vacío…
    Diógenes es un mito -la humanización del perro.
    El anhelo que tienen los grandes hombres de ser
    completamente perros. Los pequeños hombres quieren ser
    completamente grandes hombres, millonarios, a veces dioses.
    Pero estas cosas deben decirse en voz baja -siento miedo de
    oírme a mí mismo.
    Yo no soy un gran hombre -yo soy un hombre cualquiera que
    ensaya las grandes felicidades.
    Pero la felicidad no basta a ser feliz.
    El mundo está demasiado feo, y no hay manera de
    embellecerlo.
    Sólo puedo imaginarlo como una ciudad de burdeles y
    fábricas bajo un aletazo de banderas rojas.
    Yo me siento las manos delicadas.
    ¿Qué soy, qué quiero? Soy un hombre y no quiero nada.
    O, tal vez, ser un hombre como los toros o como los otros.
    Tú no tienes las ojeras demasiado grandes.
    Yo quiero ser feliz de una manera pequeña. Con dulzura, con
    esperanza, con insatisfacción, con limitación, con tiempo, con
    perfección.
    Ahora puedo embarcarme en un trasatlántico. E ir pescando
    durante la travesía aventuras como peces.
    Pero ¿a dónde iría yo?
    El mundo me es insuficiente.
    Es demasiado grande, y no puedo desmenuzarlo en pequeñas
    satisfacciones como yo quiero.
    La muerte es sólo un pensamiento, nada más, nada más…
    Y yo quiero que sea un largo deleite con su fin, con su calidad.
    El puerto, lleno de niebla, está demasiado romántico.
    Citeres es un balneario norteamericano.
    Los yanquis tienen la carne demasiado fresca, casi fría, casi
    muerta.
    El panorama cambia como una película desde todas las
    esquinas.
    El beso final ya suena en la sombra de la sala llena de candelas
    de cigarrillos. Pero ésta no es la escena final. Pero ello es por lo que
    el beso suena.
    Nada me basta, ni siquiera la muerte; quiero medida, perfección,
    satisfacción, deleite.
    ¿Cómo he venido a parar en este cinema perdido y humoso?
    La tarde ya se habría acabado en la ciudad. Y yo todavía me
    siento la tarde.
    Ahora recuerdo perfectamente mis años inocentes. Y todos los
    malos pensamientos se me borran del alma. Me siento un hombre
    que no ha pecado nunca.
    Estoy sin pasado, con un futuro excesivo.
    A casa…

    (Publicados en La casa de cartón)
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    ANTRO

    ¿Cómo, Cosa, así… vacía,
    A cima de espina y pena,
    Como ninguna… serena:
    Deshumana todavía?
    ¿Dónde el dios y su agonía!…
    ¿Dónde la tumba y la esposa!…
    ¿Dónde la lengua gloriosa!…
    ¿Dónde el azar que a ti se eche!…
    ¿Dónde la sangre y la leche!…
    ¿Dónde, Capullo de Rosa?…

    (De La rosa de la espinela)
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    CINCEL

    El pétalo, que palpita.
    Entallando intensidad,
    Tiró a brío y brevedad
    La materia hermafrodita.
    Sexo de forma infinita,
    En un ejemplo que crece,
    Va a parecer do perece:
    Con millonésimo escorzo,
    Curvo y crispado en un torso,
    Mútilo de belvedere.

    (De La rosa de la espinela)
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    PUNTO

    At length the man perceives it die away,
    And fade into the light of common day.

    WORDSWORTH

    Pues la rosa venidera,
    Próspero seno errabundo,
    Fruto y flor y amante y mundo,
    Lírica, acoge si espera.
    Punto en que pulula esfera
    De épico tacto, futura,
    La facción de la hermosura
    Va, derechera y estable,
    Derrota inconmensurable
    De celestial singladura.

    (De La rosa de la espinela)
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    OTTAVA RIPRESA

    How many loved your moment of glad grace,
    And loved your beauty with false love and true,
    But one man loved the pilgrim soul in you,
    And loved the sorrows of your changing face…

    YEATS


    Je sais qu'une âme implique un geste
    D'où vibre une sonorité
    Qu'harmonieusement atteste
    La très adequate clarté.
    GIDE


    -No eres la teoría, que tu espina
    Hincó muy hondo; ni eres de probanza
    De la rosa a la Rosa, que tu lanza
    Abrió camino así que descamina.

    -Eres la Rosa misma, sibilina
    Maestra que dificulta la esperanza
    De la rosa perfecta, que no alcanza
    A aprender de la rosa que alucina.

    -¡Rosa de rosa, idéntica y sensible,
    A tu ejemplo, profano y mudadero,
    El Poeta hace la rosa que es terrible!

    -¡Que eres la rosa eterna que en tu rama
    Rapta al que, prevenido prisionero,
    Roza la rosa del amor que no ama!

    (De Travesía de extramares)
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    TODO LO IGNORAS PORQUE ERES DE PIEDRA…

    Todo lo ignoras porque eres de piedra,
    Todo lo ignoras porque es otro el día;
    Todo lo ignoras porque es otro el río
    Y sigue siendo así todavía.
    Nada es realidad sino de enfrente,
    Y con mi mano encima, encallecida.
    ¡Cuando tú sepas por qué fue la ojera,
    Cuando tú sepas lo de mi camisa,
    Cuando lo sepas todo, piedra noble
    Si lo sabes, piedra caída!
    Vivían todos porque ya vivían
    ¡Que todo caiga, Piedra!
    Todo reviva,
    Todo sea,

    La otra vez, el tiempo
    El tiempo de minúscula e idea,
    Este cuerpo de estar
    Y de amor de belleza
    ¡No reparar en rima,
    Todo sea del pie a la cabeza!

    ¡Toda la letra que no se interpreta
    Todo será en un día,
    Mi sudor de verano,
    Y mis pies sucios,
    Y mi vida por de fuera
    Todo lo que no soy y que me viva
    Ya lo sé, yo enfermo de mi primavera!

    (De La mano desasida)
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    LA CAMPANA CATALINA

    De la coplería arequipeña, inédita, de Martín Adán:"La Campana Catalina" (1936)

    and many a heart tant was gay,
    within the tomb now darkly dwells,
    and hears no more those evening bells!
    Th. Moore
    I
    -¡Catalina, catalina,
    campana de acompañarte
    uno, la lengua de oro,
    aal uúltimo aire!...

    ¡Callándote, que no te oye!...
    ¡Das el ángelus al ángel!
    ¡Que la Catalina habla
    como si le faltara aire!

    -La campana Catalina
    nunca tocó a tal valle.
    ¡Catalina la campana
    no niega cuando no plañe!

    ¡Que la Catalina canta,
    en el domingo del aire!
    ¡Que la Catalina, tonta,
    que ella reía llorares!...

    ¡Que la Catalina, ciega,
    que no se pierde buscándole!...
    ¡Que la Catalina miente,
    que sí que llamó a alguien!

    ¿Y las voces inauditas,
    inciertas, inefables...?
    ¿Por qué responder a veces
    apenas, a voz de nadie?

    -¡Catalina la campana,
    la de falsos olvidares,
    que te quedas con amor,
    que te quedas con amante!

    ¡Catalina, Catalina
    descúbretele, reclámale,
    que el río gloguea ya,
    que ya se despinta el valle!

    Que la Catalina calla,
    porque padeció callares,
    que la Catalina es ella,
    pero no la quiere nadie.

    -¿Que la Catalina puede!
    ¡Que la Catalina sabe!
    ¡Que la Catalina, de oro,
    como corazón constante!...
    Que la Catalina esconde
    su corazoncito grande,
    que lo que provoca envidia
    uno no la fía a nadie.

    -¡El ha de volver a bello!
    ¡El ha de volver a valle
    Él ha de volver a ti,
    a la campanita madre!

    ¡Que con lampo y con zureo
    tornará alado a cauce,
    la inmortalidad, ardida
    de estrellas y soledades!

    ¡Que es de tu cuerpo, de tu alma,
    de tu bronce, de tu alcance!...
    ¡Hétele, que se te esconde!
    ¡Llámale, llámale, llámale!

    ¡Que asorda la campanita!
    ¡Que arrasa un soplo anhelante!
    ¡Que por sobre todo otea!
    ¡Que le distinguió el aire!

    La campana Catalina
    tañe, tañe, tañe, tañe.

    IV
    Bescheidet auch mit alten Leidensregeln
    St. George
    Guillén, Rodríguez y yo
    íbamos a una tarde,
    desde el tañido de Tingo,
    sobre sonares de sauces

    -¡Que la mamita del Dios,
    la de los siete puñales!...
    ¡Que la mamita del Caima!...
    ¡Que la mamita del Carmen!...

    Exacerban a un sollozo,
    que se ahorca, por soltarse
    la guitarra, indestructible,
    y la mano, infatigable.

    Y fue un dolor plañidero
    que se sofoca en pañales
    como el dolor de los niños
    que atentan a los panales.

    Y en sí misma, a mujeriegas,
    la muerte sigue a mi valle,
    embarrando hasta la luna,
    sobre un trote sin ijares.

    ¡Y una sima, de resón!...
    ¡Y una raridad del aire!...
    ¡Y un goce de la herida!...
    ¡Y una gana de vengarme!...

    -Yo quiero ser el que soy;
    y quiero no preguntarte,
    guitarra, por que soy otro
    que no atina a preguntarme.

    Bordonean las guitarras
    sutiles de los gañanes;
    y ya tira de su cuerda
    el bordoneo, implacable.

    -No te enamores de veras,
    que te querrán con puñales.
    Di que vas sin corazón;
    porque lo dejan sin sangre.

    Como el vilano a la luz,
    el corazón siempre arde.
    Como el vilano al viento,
    el corazón nunca cae.

    ¡Poesía, no me hiciste!
    ¡Soy más que tu verso grande!
    ¡El río se va a la mar,
    y yo me quedo acordándome!

    -Es la muerte, y no revives.
    La perfección ¿qué te vale!
    Siempre serás el tu origen,
    preso en la umbela del aire.

    Molinos muelen y muelen
    Mis huesos en otro valle,
    por hogaza ácima inmensa,
    por sustentar a Dios Padre.

    Y el molino muele en vano.
    Y el molino muele el aire.
    ¡Y guitarra, remolino
    de antónimos y compases!...

    En voz, en follaje, en poda
    gimen las iras torcaces,
    y rezuman higo y fuego
    roja miel y dulce sangre.

    Se queman cielos y cielos
    a una noche que arde;
    y se juntan miedosos,
    uno a otro, valles, valles...
    -¡Y sin tacto lo cogí!
    ¡Algo de la noche, madre
    guitarra!... ¡Y heló la mano
    del sí acertar a acordarme!
    -¡Amor que se pone en ti
    muy pronto se ve en el aire!
    -¡Ay, el aire ha de ponerle
    en viento que ha de tornarle!
    -¡La dicha, no te me niegues,
    no te escondas ni aplaces!
    ¡Yo siempre seré el que espera,
    dispuesto a desesperarse!
    Bordonean las confusas
    guitarras irrefragables;
    y va aserrando su borde
    el bordoneo, crispante.
    ¡Guitarra, de no cejar!...
    ¡Guitarra, de no acordarte!...
    ¡Maldición de malquerido!...
    ¡Mansedumbre de cadáver!...
    -¡Yo no fui! ¡Fue el que lloraba
    yo, cuando no era nadie
    yo, y la guitarra era
    yo, sangre y sombra, la madre!
    Con el lucero y el llanto,
    lágrimas y luminares
    de higos y de guitarras,
    pendientes y entrañables!...
    ¡Oh, cómo truena y penetra
    la campana del callarme!
    ¡Oh, qué badajo yo mismo
    contra mi alma y hueso y carne!
    ¡Lo sé, el río, mi río,
    yo, que yerro por tu valle,
    quejándome de llamar
    con los nombres sustanciales!
    ¡Sabiduría infinita
    de no saber olvidarte!...
    Y Dios toca la guitarra,
    y llora ya sin doblarse.
    ¡Por la eternidad intacta,
    por el designio incesante,
    por la persona infinita
    y por la obra interminable!
    ¡Poesía, tú no vas:
    tú vienes de originarme,
    y en tu término palpita
    la eternidad de no hallarte!
    ¡Que la mamita del Dios,
    la de los siete puñales,
    como recordando mía
    semana de no acordarme!...
    ¡Y como los nombres nombran
    con los sueños por delante;
    y como aran los bueyes,
    con testículos impares!
    La guitarra va y viene,
    va y viene y en su abismarte
    como el que se ahorcó,
    ya inocente, en el aire.
    -La muerte, ablanda tu hueso
    duro, para sujetarme:
    yo no huiré a parte alguna,
    porque estoy en todas partes.
    Yo siempre estaré en la vida
    a sombra de costillares,
    golpeando cuerdas y nervios
    y remeciendo los árboles.
    ¡Infinita brevedad,
    que sigue y sigue, aun de sangre,
    que se desangra el absorto
    de la que cobra el celaje!...
    -¡Clava en tu carne tu hueso
    y echa a morder en el aire,
    que Dios no quiere contigo
    sino errar adivinándote!
    -¡El goce te habrá enterrado,
    tesoro de despertares!
    ¡Mi ver lo tragó la tierra:
    dunas lo llevan y traen!
    Sangra, sangra la reciente
    guitarra, eterna e incurable.
    Treno tanto, treme, treme,
    con la mama de la madre.
    -Amor no es sino tu nombre
    dicho a la oreja de nadie.
    Si lo dices, dilo quedo:
    procura no despertarte.
    -¡Yo no sé sino que vivo
    porque me maté muy tarde!
    ¡Yo no sé sino que muero
    de tanto temer matarme!
    ¡Esta música maldita
    que no acaba, y que no acabe!...
    ¡Ay, manera de matar,
    que no mata lo bastante!...
    ¡Repetir que no, que no!...
    ¡En el fluir, atravesarte!...
    ¡Acallarlo, con sordera!...
    ¡Contener brazo del aire!
    -¡Ay, que me enfrío de muerte!
    ¡Ay, que me pasó mi sangre!
    ¡Ay, que me puse a morir-
    me de través en el cauce!
    Luz deslumbra, ¿y qué esclarece!
    Es, y azoga los cristales.
    ¡Poesía sin través,
    tu verso es interminable!
    Los sentidos se abalanzan
    a un inútil esforzarse
    de serojos sitibundos
    para con aguas fugaces.
    -¡Y mueres, y no te alegras!
    ¿No lo querías sin margen?
    ¡El agua que te ahoga
    es el llanto ya sin sauce!
    -¡Que los ayes me desuellan,
    ay, sin llegar a tocarme!
    ¡Que ya me quiero dormir
    en los brazos de los ayes!
    Bordonearon las tremendas
    guitarras imponderables;
    y va enfriando su asfixia
    a oscuridad del aire.

    Bordón y prima se casan
    en una clausura de ayes,
    y se oye un callar de beso,
    y cunde un vaho de sangre...
    -¡Que el ritmo vuelva y me lleve
    a donde puedan matarme!
    ¡Ya nazco otro, y no siento
    -yo dolor- el que me pare!
    ¡Yo me ande sobre cayado
    de gana que no se harte,
    y yo me costee en leño
    de eternidad inestable!
    ¡Y yo, mis dioses bebidos
    regrese de lupanares,
    de dioses que no consientan
    ni perderme ni salvarme!
    ¡Sí, allá en el puerto de Thule,
    donde amanece a los ángeles,
    que remiran judas ciegos
    y barajan gordos naipes!...
    Cuando en casa sin aliento,
    presente aún el ángel,
    desnudan un lecho manos
    mudas, ciegas, de una madre.
    ¡Ay, rumbo en que cupo el barco
    apenas y ya no cabe!...
    ¡Ah, altamar de guitarra!...
    ¿Qué cielo para tu mástil!...
    -Guitarras digan mi nombre;
    besos husmeen a mi aire:
    es en vano: me perdí,
    y no quiero recobrarme,
    -¡Redivivo nacerás,
    si te acuerdas de acordarte!
    ¡Humanidad es de olvido!
    ¡Y Dios es inolvidable!
    -Necesidad, alma mía,
    ¿Hasta cuándo habré de estarte?
    ¡Hágase el hecho una vez;
    y yo pueda ir a mi hambre!
    -¡Lo que una vez hiciste
    siempre habrá de trasoñarte!
    ¡Mi corazón es de entonces,
    pero mi fe era de enantes!
    -¡Mi gozo, ser, crece, crece
    más alto que tu desaire!
    ¡Me place mi vida en flor,
    rodrigada de huracanes!
    -Eternidad, alma mía,
    ¿hasta cuándo habré de fiarte?
    ¡Haz de mi sexo la roca
    y de encaro de uno y nadie!
    ¡Abrazo no la extasíe!
    ¡Mirada no la embarace!
    ¡Amor no sepa decirla
    los mil nombres del amante!
    Que eternidad es así.
    De alma y cuerpo y río y valle.
    ¡De pregunta y de callar,
    y de encaro de uno y nadie!
    -¡Ay, que no puedo morirme,
    que me soy de hueso y carne,
    y un alma que no me suelte,
    y un beso que habrá de dárseme!
    ¡No hay ojo para la proa
    y no hay cuerpo para el viaje!
    ¡Sólo apenas; sólo amarras;
    variedad, empuje, alcance...!
    ¡Qué soledad numerosa,
    de retraimiento unánime!...
    Mirando el aire sedente
    avanza el aire emigrante.
    ¿Qué humano se hace ninguno
    para ya en ello embarcarse!
    Y por la mar de las cosas
    va uno a la angustia de nadie.
    Es apenas leño y hierro,
    pero guía un querer salvarte
    de no sé quién tuyo acaso,
    de huesos y venas grandes.
    Mudez y musculatura
    conciertan ritmos tenaces,
    el cantar echa su hedor,
    axila, red, a los trances.
    -¡Sí, yo, que derroché todo
    mi botín de inanidades,
    de ternuras sin amor,
    ganadas al abordaje!...
    ¡Derrota en que cupo el barco
    apenas, y ya no cabe!...
    ¡Ah, altamar de la guitarra
    sin ala para tu mástil!...
    ¿Qué mano empuño extensiones,
    haz de quillas y de trances!
    Y singla hacia puerto intenso,
    pulso puro, el navegante.
    ¡Embraste la madera,
    y quieres echar los trastes!
    ¡Ah, guitarra, el barco mío,
    sin cielo para tu mástil!...
    Y va en la fuerza durísima
    la humanidad de la nave;
    hondo en carga inescrutada,
    la sentina inescrutable.
    -¡Alma y cuerpo eres de alma
    y ya no puedes fiarte!
    ¡Humanidad es de sido,
    y Dios es irreparable!
    ¡Vida, es tu esfuerzo en vano,
    que vivir es invocarte!
    ¡Abres la boca, y no estás,
    nunca, ninguno, en tus mares!
    -¡Amor, amor odiará!
    ¡Tú serás tú imaginarte!
    Pereció la última mano,
    pero sobrevive el ásgase.
    ¡Ah, mi corazón de ahora,
    de menester de ahogarse!...
    ¡Ay, mi corazón de entonces,
    de salvaciones falaces!
    Hora se va mi deseo.
    De aquí se va, sin llevarme.
    Aquí quiere lo que no es.
    Y mi alma, enamorándome.
    Amor alguno vendrá,
    Y estará un amor mirándome.
    ¡Yo no sé sino que supe,
    Y que no sé olvidarme!
    ¡Guitarra, no me lo digas,
    que dices secreto al aire!
    ¡Tristeza, no tengas miedo,
    que yo tengo miedo, madre!
    Golpean sus corazones,
    impasibles los gañanes,
    los ojos como de alumbre,
    las manos como de alambre.

    VIII
    Llego a verde absoluto,
    regresando; y no es el valle.
    ¡Y cómo pesa el pie,
    calzado de espesa sangre!
    Andando sobre mí mismo,
    yo me procuro, cargándome;
    y cada cosa me orienta
    a un coágulo de sangre.
    Miro buey: dos ojos ciegos,
    que lucen a eternidades,
    bajo testuz que es un vaso
    de ofrenda de dura sangre.
    Miro regato, de córnea
    que una vez miró, vivace:
    una lividez de párpado,
    rusida de quieta sangre.
    Casi humus, casi luz,
    vasta electricidades,
    los trigos ganados tremen,
    vibran: ¡que abreve la sangre!
    Nieves de cimas y cirros,
    alcores de claras sales,
    toisón del cordero albo
    morirían para sangre.
    ¡Ay, que paró el que seguía
    como el eterno romance!...
    Y se me va la palabra
    como se iría mi sangre.
    Y escuchando a luces mudas,
    aprehendo lo impenetrable:
    que todo mi sangre vierte
    si no lo agita la sangre.

    X
    Alberto Guillén, ya cera,
    ya la miel de los panales
    inúndate, macerando
    tus corazones a mares.
    Celda alguna permanece
    por que nunca más te apartes,
    gota de miel sin goloso,
    abeja írrita y pinchante,
    La corona de aguijones
    de las sienes se te cae,
    y en aureola de iris
    de élitros la truecan ángeles.
    -Ave y nube singular
    que labran de gusto el valle,
    hasta la colmena en ciernes
    de tu Yanahuara cande.
    -De una miel que era tan dulce,
    que alanceaba al tragarse;
    de una miel que así se acendra,
    que a sí misma se relame.
    -De la flama y del fluir
    de mieles sentimentales,
    las de los nombres en celo
    que se hieren en el aire.
    -El valle, en tu corazón,
    inmóvil, mueve agua y cauce;
    y el río traspasa, miel,
    gota a gota, tu cadáver.
    -Hondo en tu patria terrena,
    ejemplo a eternidade,
    dulzura que quiebra el vaso,
    luces y zumbas y sabes.
    El logaritmo en derrota
    por el exágono plañe
    a cera que se derrite
    y a miel que fluye en Dios Cauce.

    (De La Campana Catalina)
     
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