1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

La huella

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Melquiades San Juan, 20 de Mayo de 2013. Respuestas: 1 | Visitas: 586

  1. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

    Se incorporó:
    3 de Diciembre de 2008
    Mensajes:
    5.147
    Me gusta recibidos:
    664
    Género:
    Hombre
    Es un ejercicio cotidiano, algo que el doctor pensó como bueno: amarrar los recuerdos fuertes después de despertar. Entre el vapor oloroso del café me seduzco a mí mismo al transitar por los pasos, sonidos, emociones almacenados en mi mente. Luego aparece ella. Y con ella las bóvedas, las hojas de un limonar, los pasillos poblador de acordes de cuerdas donde los pájaros, celosos, no vienen a escuchar.

    Se acumulan las décadas ya sobre su imagen. El tiempo la ha hecho una especie de fantasma adorado. A veces la sueño, cuando la sueño, viene y está en su desnudez tan viva como en aquellos hermosos e incomparables tiempos. Despierto y siento su aroma, el sabor delicioso de su saliva aún se siente en mi lengua. Sus ojos no dejan de mirarme, y sus cabellos me tientan suavemente el pecho desnudo.

    Ha venido esta mañana el recuerdo, vestido de lluvia; talvez porque la lluvia también ha venido: hoy es tiempo de lluvias. Y recuerdo su silueta opaca, agachada, venir bajo el aguacero torrencial, rumbo a la puerta de mi auto. Ella está ahí, dentro, con los cabellos mojados, con sus generosos labios decorados de rojo. Me mira, cómo mirar esos ojos hermosos y oscuros que parecen dormir como perlas negras entre uno párpados con cuerpo de concha de mar. Muchos minutos se pierden en la distancia, muchos diálogos pero subsisten mágicamente los detalles que vuelven ese recuerdo un encantamiento, un instante mágico.
    Entre la lluvia los paisajes se pierden, apenas la línea gris del asfalto que nos brinda la fuga, sí la fuga, la evasión de nuestro mundo formal hacia uno donde somos cualquier cosa menos extraños, menos ajenos.

    Dentro de la camionera un paño vaporoso nos envuelve, es una lluvia fría. Ella seca su cabello con el aire caliente del auto. Se descalza, sus zapatos están vueltos una ciénega. Sube sus pies hacia el parabrisas para aprovechar el aire caliente del anti empañante y deja sus huellas en el vidrio. Veo sus pies hermosos, cuidadosamente tratados. Las huellas duran solo un instante en el vidrio, luego se borran, se entregan en brazos del recuerdo y desaparecen. Humea la taza, afuera no llueve, pero dentro de mí, ahí donde se guardan los recuerdos más hermosos, ha prevalecido a través de los años ese instante, más poderoso que todas nuestras evasiones de fin de semana. Cierro la página y la recuerdo. Ella siempre está ahí, en mi silencio, sonriendo unas veces; otras unida a mí en el sudoroso abrazo que nos empató el alma.

    Esta mañana, el candor de su imagen vino a mí con todo el poder de su ternura. La bebí lentamente, sorbo a sorbo, cada detalle de su ser está presente. Se me ocurre un pensamiento para explicar nuestro romance: fuimos dos navíos atados por un momento en el mismo muelle; luego la mar y sus gaviotas, sus albatros, tus tormentas. Hay, sin embargo, un ápice de esperanza que puede volverse fortuna. Sus calles, sus sitios, los rincones aquellos donde nos convertimos en puntos diminutos. Queda la casa que albergó nuestros furtivos encuentros para tejer la magia.

    Suelo volver. Hay un cuerpo en fuga de su laberinto.
    Yo navego por sus calles cada otoño. Ella lo sabe. Voy buscando en las siluetas su figura. Ella lo sabe. Tras los ventanales de los cafés me oculto para ver pasar toda esa gente que la oculta. Ella lo sabe. Hay un jardín al que nunca fuimos para evadir las miradas de los conocidos. Ella lo sabe, se lo dije: andaré por ahí; ella lo sabe.

    Esta mañana también he recordado la dolorosa despedida. Esas cosas que atan para siempre. Las que son irrompibles mientras dura la vida. Llanto por el que se va y por los que se quedan. Ataduras amorosas. Ojos llenos de llanto, labios que no se cansan de besarse. El afán de consumir los cuerpos para dejar en esa última unión toda la esencia del alma. No resulta, ella lo sabe. El alma es de una esencia infinita cuando se vuelve alimento o cuando bebe sustancia amorosa de otra alma.

    Hay algo con que cierro este instante para volver a la realidad, es una visión que me consume la quietud cuando visito sus calles, sus banquetas, sus montañas llenas de edificios. Es su imagen recorriendo y atisbando por todos los lugares. Buscando el recuerdo congelado en el tiempo aquél, y me preocupo porque todo ha cambiado en nosotros, no somos como esos muros que siguen siendo lo que fueron. Los vientos, los ocasos, los aromas no envejecen. Qué buscarán sus ojos, qué esperarán los míos.
    Cierro el instante con la idea de que nos hemos cruzado muchas veces y no nos hemos reconocido, solo queda el recuerdo poderoso de esa tarde con lluvia iniciando la fuga de fin de semana. La visión de su pié, perfecto y bello; y la huella que duró un instante solamente, hasta que de sus labios brotó la palabra: ¡vamonos!, y nos fuimos.
     
    #1
    Última modificación: 20 de Mayo de 2013
  2. Mamen

    Mamen ADMINISTRADORA Miembro del Equipo ADMINISTRADORA Miembro del JURADO DE LA MUSA

    Se incorporó:
    17 de Diciembre de 2008
    Mensajes:
    23.509
    Me gusta recibidos:
    5.787
    Género:
    Mujer

    He disfrutado con tu lectura,
    donde nos regalas buenas imágenes,
    de ese amor que te dejó huella,
    de ese amor que penetró en la piel,
    donde el recuerdo queda vivo y el mutuo beso
    y un profundo cariño...
    Un placer haber pasado, un beso poeta.
     
    #2
    Última modificación: 20 de Mayo de 2013

Comparte esta página