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El último roble

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Évano, 28 de Junio de 2013. Respuestas: 16 | Visitas: 1626

  1. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    —Sssssssstoc. Sssssssstoc. Sssssssstoc. Ssssssssstoc.

    —Déjame un rato a mí, Pepe.


    Pepe dejó caer el hacha en la hierba, apoyando las dos manos en el mango y el cuerpo en ellas, después de secarse el sudor de la frente con los reversos. Ariel se acercó, relevando a Pepe en la tarea de talar un gran roble que se inclinaba sobre el prado. Este lo recorría un riachuelo que emanaba de una pequeña presa del río que atravesaba la aldea. Era el regadío de antaño, cuando de estas montañas brotaba una vida dura y sometida.


    Una cigüeña y un milano daban vueltas en las alturas sin mover las alas, como llevados por un viento que hacía de noria horizontal e invisible. Bajo las aves, los gatos matutinos acechaban petrificados, entre la futura paja, el menor movimiento de topillos, ratones o saltamontes. Alguien había arrojado abundante leña para que el sol, esa mañana de principios de verano, calentara como nunca, tanto que hasta las nubes se habían evaporado.


    Dos yeguas, con las cabezas en el culo de cada una, no cesaban de latigueárselas suavemente, apartando así, por un instante, a las pesadas moscas que volvían al momento a la tarea absurda de increpar ojos, narices y rostros de los equinos. El potrillo de la madre, que resonaba el cencerro con su continuo "tolón tolón", dormía con sueño profundo, y quizás inquietante. Era un potrillo criado para carne. La madre giraba las crines con frecuencia, para cerciorarse de que su hijo aún estaba cerca de ella.


    —Ssssssssstoc. Ssssssssstoc. Sssssssstoc...


    Pepe alzó la vista y "se apoderó" de la visión del milano. Desde allí divisó los meandros del río, el valle repleto de chopos, alisos, fresnos, sauces, robles...; y a la cigüeña que lo acompañaba en el otro lado de la noria horizontal del viento; y a las montañas, que en este julio se adornaban con la infinidad de las flores amarillas de piornos y escobas. Pero no lograba ver más allá de los horizontes de la aldea.


    Pero Pepe, imaginándose milano, también divisaba los meandros de su vida y el recorrido de esta, desde que nació hasta el momento de talar el último roble que le correspondía.


    —Sssssssssstoc. Ssssssssssssstoc. Ssssssssssstoc.


    Ariel dejó clavado el hacha en el roble; dio media vuelta y escrutó a un Pepe que miraba al cielo. Acompañó a los ojos de su amigo y acertó que se había puesto en el lugar del ave rapaz.


    —¿Por qué elegiste este roble, Pepe? —preguntó para atraerlo.


    Pepe volvió a su cuerpo y miró a Ariel.


    —Porque está inclinado, medio cayendo sobre el prado; porque lo plantó mi madre el día que nací; porque bajo él dormí las siestas de la siega; porque me cobijó de nieves, lluvias y heladas... —las palabras de Pepe disminuían de fuerza, hasta sólo ser audibles para él mismo.


    Pepe se dirigió al roble y desclavó el hacha.

    —Terminaré yo —dijo más bien al hacha que a Ariel—. Ssssssssssstoc. Sssssssstoc. Sssssssssstoc...

    A cada golpe, tan fuertes que asombraban a un Ariel que no desviaba los ojos de los profundos cortes, el árbol emitía quejidos de desgarro, quizás porque el enorme peso rompía el tronco tenso.


    —Ssssssstoc.Sssssstoc. Sssssatoc. Sssstoc...


    Pepe aceleraba la rapidez de los movimientos del hacha mientras su memoria reciclaba veloz la tragedia por la cual hubo de salir de la aldea hace casi sesenta años. Parecían dolerle los hachazos más que al mismo roble. Ariel, al darse cuenta del peligro de infarto que rodeaba a Pepe, le dijo que descansara, que a sus casi ochenta años no era conveniente tales esfuerzos.


    —sssstoc. Sssstoc. Sssstoc... No te preocupes, esto es lo único que me queda por hacer —contestó sin parar de talar.


    —¿Me contarás qué ocurrió? —preguntó indeciso Ariel. Había oído la historia de Pepe, toda la aldea lo supo. Pero desconocía si él sabía la verdad, si alguien se lo dijo alguna vez.


    —Sssstoc. Sssstoc. Sssstoc... Aquí está enterrada Carmen. La saqué del cementerio de la aldea y se la di a este roble. Ahora quiero que me la devuelva, que me dé su madera para construirme el ataúd que me cobijará a mi muerte. Sssstoc. Sssstoc. Sssstoc...


    Al decir estas palabras, la imagen de Carmen colgada de la viga del techo de su alcoba explotó de pronto en la mente de Pepe.


    —Sssstoc. Sssstoc. Sssstoc... Se suicidó. Su padre quiso obligarla a casarse con el hijo del rico del pueblo. Sssstoc. Sssstoc. Sssstoc...


    Ariel escuchaba las frases temblorosas de Pepe mientras veía saltar el sudor de sus cabellos canos y recorrer su cuerpo musculoso y grande. Sintió lástima por él, nadie, a lo largo de tantos años, le contó la verdad.


    —Sssstoc. Sssstoc. Sssstoc... No quiso huir conmigo. Sssstoc. Sssstoc. Sssstoc... Por la noche, el día que la enterraron... yo me la traje aquí. Sssstoc. Sssstoc. Sssstoc... Prométeme una cosa —dijo sin parar de talar.


    —Dime, Pepe, haré lo que me pidas.


    —Sssstoc. Sssstoc. Sssstoc... Asegúrate que me entierran en el ataúd que construiré con este roble.


    —Está prometido, Pepe. No te preocupes.


    El roble cayó sobre el prado con gran estruendo, como un último quejido ante una muerte repentina y dolorosa. Ariel observó la extraña savia rojiza del roble, pero no dijo nada; quizás se debiera a las fechas, porque jamás había talado en verano, sino que siempre se hacía la tercera semana de octubre, cuando la luna era nueva y la savia estaba abajo. Nunca se iba a leña en primavera, ni en verano, cuando la savia estaba en su máximo esplendor para alimentar a las refulgentes hojas. No entendía de savias ni de botánica, por lo que no dijo nada. Tampoco pareció importarle a Pepe.


    El milano voló raudo hacia la cigüeña, clavándole sus afiladas garras en el vientre. El vuelo de la cigüeña se descontroló y caían rápidamente en espiral. La tierra ya era muerte para las dos aves cuando el milano la soltó y alzó el vuelo. La cigüeña se estrelló contra la hierba húmeda. Todos los gatos que cazaban en el prado dirigieron las miradas al crimen. Luego no le dieron más importancia y continuaron esperando a que la vida les otorgara alimento para un día más.


    Esta escena le recordó a Pepe a su primer y único amor a lo largo de la vida. La Carmen que se suicidó estando embarazada, la misma que se negó a huir con él. Transformó a los gatos en los aldeanos que no hicieron nada por él ni por Carmen; los vio como a esos felinos a los que sólo les importa lo suyo y el día a día.

    Pepe, al acabar de construir su ataúd, murió. Lo talló con adornos de flores de piornos, con las mismas que Carmen Recogía para ofrecérselas a la virgen en la procesión anual de Pascua; día en el que se enamoraron. Talló la figura del roble en un lateral y al valle de la aldea en el otro. Los huecos que dejaban los dibujos tallados de las flores formaban una serpiente que las rodeaba. No había sido su intención, pero es lo que pensó Ariel al ver el ataúd.

    Poca gente fue al entierro. Las aldeas cercanas estaban casi despobladas y Pepe era un octogenario sin familia alguna. En el cementerio, cercado por un ancho muro de piedras y a más de un kilómetro de la escasa población, lo enterraron en una tarde calurosa, bajo dos metros de hierba polvorienta. El último muerto de por allí lo fue hace más de treinta años. A penas una veintena de almas albergaba el camposanto. Una debería de ser la de Carmen, pero su nicho siempre estuvo vacío. Sus carnes y sus huesos, su esqueleto, fue alimento para el roble, para el ataúd donde ahora estaba eternamente Pepe. Ahora sí, Carmen, de alguna manera, descansaba en el camposanto para siempre, junto a su amor.


    Ariel lloró por ese hombre que había sido su amigo, su único amigo, el que le había ayudado a sobrevivir a la extrema dureza de la alta montaña. Le había enseñado lo que sabía: las plantas que debía cultivar, las que no se helaban en las noches gélidas, ya fuera verano, porque helaba cualquier día del año; le dijo los días mejores para la siembra y la cosecha; cómo cuidar a las gallinas, conejos, patos, caballos, vacas u ovejas; cómo cortar la leña y guardarla para el invierno, o cómo encender la cocina, cómo abrir y cerrar los tiradores para que aguantara y calentara más, según los fríos. Pepe le había enseñado lo que sabía, a él, al nieto de aquel hijo de ricos que quiso casarse con Carmen. Una Carmen que no se suicidó, sino que la mataron, porque en verdad iba a fugarse a la ciudad con Pepe, para empezar allí una vida y criar al hijo que crecía en sus entrañas, al hijo de Pepe.


    A Ariel se lo contó su abuelo con lágrimas en los ojos, pues él también amó a Carmen con pasión. Y con lágrimas, en los ojos de su abuelo, le oyó oír el nombre del asesino: su padre, su mismo padre la ahorcó. Luego especuló que podría haber sido por deshonrar a la familia, por miedo a las represalias de su familia, la familia rica de la aldea, por aquel entonces. Otras malas lenguas aseguraban que el padre estaba locamente enamorado de la hija, que se volvió loco cuando la hija dijo de marcharse. De todas maneras, qué más daba, ya no tenía solución, nada hubiera conseguido con decírselo a Pepe. Si se lo hubiera dicho, el resto de su vida hubiera sido odio hacia el padre de Carmen, hacia su abuelo y su familia, quizás hacia él mismo. Ahora sabría la verdad, por fin, y por fin encontraría con los brazos abiertos a su amor de siempre, y para toda la eternidad y, quizás, quién sabe, la encontraría junto a su hijo.

    Gracias por leer. Se les saluda afectuosamente.
     
    #1
    Última modificación: 8 de Octubre de 2013
    A Ro.Bass y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. AntonioG

    AntonioG Poeta recién llegado

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    muy buen relato évano, bastante conmovedor y que rescata la simple complejidad de la vida rural.
     
    #2
  3. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Así es, Don Antonio, las aldeas encierran muchos secretos, aunque este es obra de la unión de varios de ellos, y un poco de ficción. Creo que debí colocarlo en fantásticos. Gracias por pasar. Se le saluda.
     
    #3
  4. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    Que trágicas son a veces las historias de amor o las historias. Al final queda el imaginar que trascienden...
    Tres abrazos Sr Évano!
     
    #4
  5. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    :SAún no me dan permiso de dejarte reputación :)
     
    #5
  6. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    En las aldeas hay muchas historias, señora Ethel, y algunas superan la ficción. La realidad casi siempre supera a la ficción. Y no se preocupe por la reputación, me doy más que por contento con que usted utilice su preciado tiempo en leerme. Un montón de abrazos aldeanos y montañeros. Ya vi que en su perfil salió del agua, a contemplar ese mar misterioso e inmenso. Es bonito, como su manera de ser y usted misma.
     
    #6
  7. Luis Á. Ruiz Peradejordi

    Luis Á. Ruiz Peradejordi Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Una narración espléndida, que nos lleva por las tierras y campos que conocemos, y que nos cuenta la historia terrible de unos amores desdichados. Bien escrita y bien resuelta. Ciertamente interesante. Un placer pasar por estas letras. Un abrazo.
     
    #7
  8. MARIANNE

    MARIANNE MARIAN GONZALES - CORAZÓN DE LOBA

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    a veces se muere de pie, mil besos
     
    #8
  9. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    16 de Octubre de 2012
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    Muchas gracias, Don Luis, por su paso tan agradable por este relato. Se le saluda. Señora Ro Bassetti, lo del hacha es real, yo mismo probé la manera de trabajar de antaño, y le aseguro que tienen el cielo merecido: talar el roble, luego a rodajas de unos treinta centímetros para que entre en el leñero de la cocina, y luego rajar a trozos las rodajas, es simplemente un trabajo de lo más duro que hay. Estuve dos días hecho polvo. Muchas gracias por su paso entre mis letras. Se la saluda. Cierto, señora Marián, la gente de estos lares, los "ancianos", creo que mueren de pie, hasta el último momento, como el roble. Se la saluda, amiga.
     
    #9
  10. MP

    MP Tempus fugit Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

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    Prosa del MES

    (Seleccionada por la administración entre las propuestas remitidas por moderadores y/o usuarios)
    Muchas FELICIDADES
    MUNDOPOESIA.COM

     
    #10
  11. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Muchísimas gracias, son detalles que incentivan a uno a continuar escribiendo. Un súper abrazo a todos y un montonazo de saludos afectuosos. Se lo agradezco desde el corazón de un aldeano montañero aficionado.
     
    #11
  12. manumalversación

    manumalversación Poeta fiel al portal

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    Muy buena prosa, la historia deja huella, recomendable 100% pararse a leerlo, saludos
     
    #12
  13. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Muchas gracias, manumalversación, es usted muy amable. Se le saluda afectuosamente.
     
    #13
  14. Samuel17993

    Samuel17993 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muy bello (y triste), Évano. Escribes muy bien, amigo... Da igual por qué o quién, ahora, hubiera muerto pues es comida para el roble que le daría sepultura...

    Un saludo de Samuel.
     
    #14
  15. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Muchas gracias, señor Samuel, por su visita. Se le saluda, amigo, un abrazo.
     
    #15
  16. alicia Pérez Hernández

    alicia Pérez Hernández Poeta que no puede vivir sin el portal

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  17. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Muchas gracias señora Alicia, es usted muy amable. Se la saluda afectuosamente.
     
    #17

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