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"Memorias que vuelven cada verano"

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Melquiades San Juan, 6 de Julio de 2013. Respuestas: 3 | Visitas: 555

  1. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    La miré a los ojos y le declaré mi amor... todo mi amor. Todo, todo, todo mi amor.

    Se me quedó viendo sin comprender bien qué era eso de amor. No era una palabra muy común entre nosotros, todavía no había llegado por aquellos rumbos la televisión, que la pondría de moda. Yo la conocía porque iba todos los domingos a la <<matiné>> y cuando el abuelo se descuidaba me metía a la función de los viernes por la tarde a mirar cómo la <<Marilyn>> se daba sus buenos besos con todos sus galanes mientras se decían: te amo, mi amor, y tantas otras cosas. Y después de ver todos esos besos, que parecían tener sabor, me quedaba con las ganas de saber a qué sabía los besos.

    Bueno, ella no iba al cine, era más chica que yo, yo iba en quinto año de la primaria y ella en tercero; pero bien dicen que la palabra hace estragos en la consciencia y deja la duda vigente en nuestro cotidiano.
    Ah, pero le dije: <<es un secreto nuestro, solo tuyo y mío>>.
    Asintió. Secreto... sí, ella sí sabía qué era guardar un secreto, eso -creo- es lo primero que se aprende.

    Yo tenía unos secretos de ella muy bien guardados: monedillas que siempre se le perdían a su madre y que le servían para saciar su adicción a los helados.

    Ella sabía bien qué era guardar secretos.

    Fue una necedad de saber qué era eso del amor. De verdad no era común en esos tiempos. Cuando nuestros padres nos mostraban sus afectos decían: Mi bebé. Mi niño lindo, te quiero mucho... y todo eso acompañado de muchos abrazos y besos; a veces de regalos. No, no nos decían <te amo>. Eso vino con la televisión. Con el cine: fue lo que puso de moda esa palabra. Casi era palabra de adultos.

    Pues desde entonces anduvo con esa declaración en la consciencia, todo mi amor declarado iba con ella a todos lados.

    Pronto descubrió como se aplicaba el amor. Unos novios se dieron un beso y dijeron: te amo.
    Beso y amor van juntos. Vio el beso y los gestos placenteros que lo acompañaban. Qué diferente era el amor entre los adultos. Se besaban. Nuestro amor se manifestaba en compartir helados, galletitas con bombón, limonadas. Deliciosas por supuesto. Pero besos... no, eso no. Mi declaración amorosa era producto de la natural imitación a las cosas que miraba, producto de mi experto adiestramiento cinematográfico. Ella no iba al cine. Me sorprendió el día en que me dijo: dame un beso. La verdad es que no se me había ocurrido hacer eso, no sentía la necesidad de besarla. La única inquietud que traía en la boca por esa época, era esa sensación extraña de un diente flojo, a punto de caerse.

    Le dije que no, pero ella insistió: quiero saber a qué sabe. Parece que es sabroso, más sabroso que un caramelo.

    Lo pensé un poco, luego acepté. El instinto nos hizo buscar un lugarcito privado y ahí... ssmuackss.
    La baba de ambos sabía horrible. ¡Qué decepción! La reacción inmediata fue limpiarnos los restos de saliva de la boca con el antebrazo. No, el enamoramiento no tenía una culminación deliciosa tal como sucedía con los adultos, sabían más ricos los helados, los dulces, las galletas. Nuestro <<amor>> siguió siendo algo lindo y privado entre nosotros, lago más cercano que una amistad. Ver juntos el corretearse de los perros. Jugar a <<los encantados>> echando trampas, pues jugábamos procurando no perder, ayudándonos, protegiéndonos. El afecto, la comunión, la sensación de tener un pacto secreto entre nosotros sí era placentero, muy placentero.

    La vida nos separó antes de lo previsto. Yo me fui a otra ciudad. Volví algunos años después. Era todo un puberto. La televisión en blanco y negro ya hacia acto de presencia en algunas casas, con ella llegaron las telenovelas. Cuando volví, lo primero que hice fue buscarla. Había cambiado mucho. Estaba por entrar al bachillerato. Era una chica muy linda, ¡qué ojos tan bonitos tenía! Sus cabellos largos y brillantes me sedujeron. La primera reacción que tuvo fue la de apenarse. "Chiviarse" dicen por aquí. Le daba pena todo. Se sentía insegura por todo. Eran otros tiempos. Lo único portátil que se podía traer entre las manos en esos tiempos era un radio de baterías, y era tan voluminoso que nadie lo traía. Lo explico para que se pueda imaginar ese otro mundo no tan lejano, aunque parezca lejano.

    La mayor parte del tiempo que duraron mis vacaciones la pasamos juntos, pronto recobramos toda aquella familiaridad de antaño. Fuimos al mar, caminamos por la floresta rumbo al río. Nos sentamos en alguna peña a contemplar el paisaje externo a nuestros sentidos. Las cosas no eran tan inmediatas como ahora, tenían un ritual tácito bien establecido. La liga era ese tomarle la mano y que ella no me rechazara. Sentí ese fulgor interno inexplicable, ese que angustia hasta la muerte después de sentir que todo lo que me importa está ahí y que unos días más tarde desaparecerá por completo de la vida. Los instantes se hacen tan breves, se vive una especie de eternidad finita, (válgaseme el término en consideración de mi pobreza discursiva). Eran tiempos donde la "valentía", "el atrevimiento", abrían todos los caminos; y era mía, solo mía la parte protagónica.
    Fui "valiente". No le declaré todo mi amor como años antes.

    -Te quiero -le dije.
    Se me quedó mirando con esos ojos tan bellos. Su rostro, con rasgos aún infantiles, se mantuvo frente a mí, ofreciendo sus virginales labios a los míos.

    ¡Benditas telenovelas! -Ahora lo digo-.

    Ese beso fue lo más hermoso que recuerdo del epílogo de mi pubertad. El cerebro que existe en el estomago se contrajo y burbujeó. Una sensación dulce y placentera recorrió todo mi sistema nervioso desde el dedo gordo de mi pie y se escapó hacia el cielo por mis cabellos electrizados. ¡Oh sí! Es una energía aún no estudiada suficientemente pero que es tan común que algún día ha de solucionar nuestras carencias de ella.

    Fueron tantos besos que mis labios siempre anduvieron hinchados.
    Comimos helados también, por supuesto, tomamos cocos en la arena mientras la playa se revolcaba amorosamente con la arena pariendo espumas al instante. La playa solitaria me regaló el deleite de abrazarla entre las olas. Esos cabellos colgando preñados de agua salada. No puedo olvidar sus pestañas grandes, humedecidas, bordeando esos ojos suyos que me miraban de una forma tan especial, tan íntima.


    La miré a los ojos y le declaré mi amor... todo mi amor. Todo, todo, todo mi amor.

    Ella ya sabía bien que era el amor y yo también. Lo sentimos, lo vivimos; y luego lo sufrimos.

    En esos tiempos el correo no se llamaba email. Se llamaba carta, y no llegaba por la red en un instante.Tardaba muchos días, era vía aérea y viajaba en secreto, metido en sobres con estampillas. Tenía otra vía: la terrestre, esa era peor, venía por tren y tardaba semanas.
    No había hotmail ni gmail, lo único que traía y llevaba las cartas era el cartero.

    Llegué a tener una caja llena de cartas, todas ellas eran una delicia para la lectura. Cada letra un suspiro, una oleada de sensaciones agradables. De repente las cartas dejaron de llegar. Las tías con las que vivía en la ciudad se volvieron mudas y tontas cuando preguntaba por mis cartas. Me dediqué a espiar al cartero, pasaba los jueves por la tarde. Con tan mala fortuna que, cuando volvía de la escuela, él ya había pasado. Malos tiempos en los que uno no se manda solo. Yo hubiera dejado todo para ir a verla, para saber qué había pasado.

    Silencio y más silencio. El teléfono... sí, lo intenté muchas veces. Pero donde ella vivía, en esos tiempos no había línea telefónica. De la caseta mandaron a un propio para buscarla y dejarle un mensaje. Todavía era un tiempo en el cual la gente hacía favores gratuitos. Cuando volví a llamar, el sujeto me dijo que ya no vivían ahí. Que la familia se había marchado.

    Su padre trabajaba en una compañía constructora y había llegado con ella a la ciudad. Cuando los contratos se terminaban en el lugar la compañía se iba a otro sitio. O él buscaba otra empresa donde prestar sus servicios.

    Se esfumó. Desapareció de mi vida. Qué dolor tan grande sentí. Qué angustia tan destructora.

    Pasaron los años y con ellos vino la solvencia y la independencia de mi vida. Volví, intenté seguir sus huellas, la encontré en otra ciudad. Cuando me vio se descompuso completamente. Era trabajadora social de una institución pública. Pidió a su compañera que la sustituyera mientras saludaba a su "primo".

    Tenía dos niños pequeños. Estaba casada. Me reclamó por dejar de responder a sus cartas.
    -Te avisé -me dijo-, siempre te dije por carta dónde estaba. Jamás me escribiste. Pensé lo peor. Sufrí mucho, mucho. Lloró.
    -No me llegaron tus cartas. De repente dejaste de escribirme.
    -No es cierto, siempre te escribí. Te esperé mucho tiempo.


    Esa sensación que deja un beso es inolvidable. Es un canto. El primero, si se tiene buena fortuna, y viene acompañado del amor, toca la vida de una forma tal, que se queda vibrando para siempre en eso que definimos como alma. El primero. Sacro, santo como cualquier iniciación. Irrepetible, inolvidable. Mi arpa ha vibrado tantas veces, y a cada instante le corresponde un soplo de ternura. Nada como el primero, es como mi nombre, como mi esencia, como un silencio que se rompe para albergar las voces de la vida. Un canto virginal que se asoma sin el aderezo pasional, que luego llega y cumple su función. Un beso basta en ese tiempo, basta para vibrar y volverse inolvidable, una huella para toda la vida.
    Los tiempos aquellos eran así.



    "Memorias que vuelven cada verano"
    <Compilando y Comprendiendo>.
    Ciudad de México, Verano de 2013. ​
     
    #1
    Última modificación: 8 de Julio de 2013
    A Évano y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. Évano

    Évano ¿Esperanza? Quizá si la buscas.

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    Me hizo recordar el primer beso, el primer amor que jamás se olvida; y me sacó una sonrisa al tener que explicar hoy lo que eran las cartas jajajajjajaja. Más lentas, sí, pero mucho más románticas, tenían "otro no sé qué". Un placer haber paseado por tan excelente relato y saludarle, Don Melquiades San Juan.
     
    #2
  3. MP

    MP Tempus fugit Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

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    Bellísimo relato, remembranzas de esos momentos único, primerizos e irrepetibles.

    Un abrazo
     
    #3
  4. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Estimado amigo, qué placer conversar en esta tertulia maravillosa que es nuestro portal.

    Pues sí, es que lo único que llega hoy por correo son los estados de cuentas, los reportes de hacienda, las cuantas de los servicios municipales. Las cartas personales son escasas, todo es email, y si la angustia de unos segundos de espera por un mail amoroso es terrible, hay que imaginar cómo era con aquellas cartas que si acaso aparecían una vez a la semana. En ellas había que resumir los estados y sentimientos contenidos hasta el instante de plasmarlos en una hoja de papel y mandarlos por correo, luego la espera de días.

    Abrazos amigo. Es un placer charlar en estos espacios con usted.
     
    #4

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