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La Cocavacoa.

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Melquiades San Juan, 25 de Octubre de 2013. Respuestas: 2 | Visitas: 755

  1. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Cocovacoa, no recuerdo con exactitud su nombre, suena como eso, es en lengua nativa.

    De niño presencié una extraña batalla. Un poderoso caimán, rey de la desembocadura al mar de los enormes ríos de corren sobre el lecho de mi tierra natal, de buen tamaño, casi como el tronco de un árbol, se traba en una batalla a muerto con una enorme Boa, así le llaman por esos rumbos a la pariente de la anaconda, o quizá a la misma anaconda. El terror de las márgenes de los pantanos dio un giro salvaje que lanzó grandes cantidades de agua por todos lados. Todos los que estábamos sobre la lancha, de pesca en un fin de semana, quedamos sorprendidos. Pronto se reunieron los demás pescadores para observar la pelea entre estos dos monstruos selváticos. Veíamos coletazos y movimientos desesperados de la mandíbula asesina del caimán tratando de coger el cuerpo de su mortal enemiga. Las poderosas garras del reptil lograban rasguñar el cuerpo de su congénere reptífera, que no lograba envolverlo por completo.

    Ambos se sumergían y desaparecían por varios minutos. La lucha era sin cuartel, de poder a poder. El chapaleteo funcionaba como un llamado para los demás caimanes, pero por desgracia para él, o ella, solo acudían ejemplares muy pequeños, los nativos dijeron que quizá el contendiente era el caimán madre, y quienes los rodeaban sin poder o saber cómo intervenir, eran sus crías. Llegó un punto en que la Boa logró rodear al caimán, le inmovilizó por completo y se sumergió con él al fondo del estero. No volvió a salir. Nos sentimos intimidados y ese fin de semana de pesca se frustró. Yo tenía alrededor de los 10 años y acompañaba a mi padre en esa aventura. Cuando volvimos a nuestra casa de inmediato me reuní con mis vecinos, les conté de la lucha. Los mayores identificaron de inmediato al personaj: Cocavacoa, no es exacto el sonido del nombre, sonaba así, con esos tronidos con que la lengua aquella creaba sus palabras, klt o cltk. Para no hacerlo más complejo lo dejo así.



    La Cocavacoa sale del agua y deja su cuero de serpiente gigantesca sobre una piedra. Se viste siempre de mujer, sale y camina desnuda por la selva. Tiene el cuerpo del color de la luna y hay quienes afirman que su cabello tiene enredados, como adornos, estrellas y luceros. Muchos son los que resisten a sus tentaciones, son los que la sobreviven, los que nos cuentan, los que nos advierten del peligro que significan sus encantos. Seduce a los hombres jóvenes con su desnudez y a los viejos con las riquezas, para estos últimos se muestra como una mujer anciana, de esas que saben preparar muy rico el chocolate espumosos, esas que preparan el aguardiente de caña muy sabroso con sabores de frutas. La que tuvo tantos maridos difuntos que le dejaron piedritas de oro como herencia. Ella, vestida de vieja, se le aparece a los hombres maduros entre las matas del plátano, secas.
    Luego de una largas jornada de trabajo desyerbando alrededor de los platanales para que las hierbas no le quiten alimento de tierra al plátano, los hombres viejos solo piensan en volver a sus chozas a descansar, a tomar un delicioso Tazcalatl hecho de achiote, maíz y cacao; un Potsol de masa con bolas de cacao, y tirarse a la hamaca a oír el canto del Chiltotl o del Tzentzontl. En esos momentos se aparece ella, vieja pero melosa, con sus dientes salteados y el cabello largo largo. Muestra una vasija con sus bebidas, con sus tesoros, y el hombre que la mira va hacia ella para tomar la refrescante o embriagadora bebida. Cuando llega a donde estaba la última vez, ella ha desaparecido. Aparece más allá, sonríe y ofrece; el hombre la sigue. Hace lo mismo una y otra vez hasta que el hombre burlado ha enfurecido y la sigue ahora lleno de ira al sentir, pensar, que una vieja se está burlando de él. Así desaparecen entre la selva, no se vuelve a saber nada de ellos.

    Pero la imaginación popular no se queda con los misterios, como todo hombre, cuando no sabe qué ocurre inventa una respuesta. Unos dicen que cuando el hombre encantado termina rendido, el espanto (así le llaman a estos personajes míticos) se deja alcanzar al fin. Cuando el hombre le cruza el cuerpo con su machete, la mujer se transforma en un fardo de hojas de palma o de plátano, secas y con forma de un cuerpo; el encantado descubre que lo que ha perseguido es un espanto y se llena de pánico a la vez se escucha una carcajada que resuena en los cerros, los risco, las cascadas y las cuevas que rodean al sitio. Dicen que el hombre enloquece y emprende la huida. Las montañas le cierran el paso y las cañadas se ofrecen su vista frente a él como un enorme abismo. La risa impera en todos lo ambientes.


    Suceden muchas cosas, unas veces los nativos encuentran los cuerpos de los extraviados en el fondo de los barrancos, arañados por los espinos y el filo de las rocas; las cuerdas de los huaraches reventados, o estos dejados entre las hierbas durante la huida. Algunos vuelven, pero han perdido la razón. Nada cuentan, nada dicen, viven sumidos en la idiotez absoluta. Cuando llega la noche entran en crisis, miran hacia la oscuridad temerosos de que algo conocido por ellos aparezca. Por las noches se escucha de vez en vez la carcajada de una vieja y todos se estremecen. Los encantados gritan desesperados mientras pronuncian su nombre con los dientes al descubierto.


    Ella no descansa, siempre está al acecho, le gusta como huelen los hombres después de las largas jornadas de trabajo bajo el sol en los cultivos. Los acecha, los huele, le gusta mirar sus músculos y su piel tostada. Quiere lamerlos con su lengua de serpiente. Cuando el hombre joven vive solo en su choza, se transforma en mujer, entra y se junta con él en la hamaca. Él está desnudo, agobiado por el calor, ella restriega su piel de víbora sobre su cuerpo, su cuerpo es suave ahora, recorre con su lengua la piel del hombre para saborear las sales de su cuerpo. Incendia al hombre, lo hace enloquecer y provoca su abrazo. La Cocavacoa es apasionada, ella bebe la piel con su propia piel. Es piel lisa y sensible cuando seduce, cuando lleva al clímax.

    Cuando el hombre busca entre las piernas de la espanto el sitio femenino para culminar su desenfrenado deseo dentro de ella, no lo encuentra, no existe. Reacciona y se enfurece, es el momento en que la mujer se transforma en serpiente al sentirse rechazada, lo abraza con su cuerpo de Boa y lo destroza.
    Eso cuentan los hombres, porque eso es lo mismo que les contaron los viejos de parte de sus propios viejos. Todos los hombres saben de ella, conocen todos sus trucos y engaños, están advertidos para no caer en sus encantos, no obstante eso, siempre hay encantados, parece que no existe una forma de conjurarla.

    Los hombres van al río por la noche cuando el calor es sofocante, ella los sigue, los espera, los escoge.
    Cuando tienen mujer los seduce en el río, siempre en noches de luna. Los hombres nadan hacia la piedra gigante. Siempre hay unas piedras gigantes en las pozas de los ríos. Son ríos salvajes, jóvenes también; cuando llueve durante semanas los ríos crecen y arrastran todo a su paso, se llevan árboles enormes y desgajan los cerros haciendo que broten de ellos las enormes y misteriosas rocas que estaban escondidas en sus entrañas. Así apareció un día, de las entrañas de los cerros la ciudad de Tkutzulmulk, Pero esa es otra historia que contaré algún día. Por eso están esas enormes rocas ahí, enmedio de esas pozas que parecen unas minúsculas lagunas. Casi siempre hay un árbol frondoso que sombrea al fondo del recodo del río. Ahí, durante las noches de luna la mujer espanto observa el paisaje selvático nocturno.

    Uno de sus deseos fue ser humano -dicen-, pero no fue así porque cuando los dioses cocieron el maíz para formar al hombre, la masa se acabó y solo quedó una pequeña porción incapaz de servir para otro cuerpo. Los dioses estaba preocupados porque era una masa sagrada a la que de alguna forma habría que dotarla de figura para que fuera un ser vivo. Todos los seres ya estaban hechos y estaban vivos, no había nada más qué hacer.
    Se miraron entre sí y decidieron que harían polvo las ofrendas de jade y obsidiana que adornaban sus pechos y sus sienes y la añadirían al resto de la masa sagrada, harían con ella el cuerpo de una mujer.
    La masa fue insuficiente y solo alcanzó para una sola pierna, decidieron entonces que de la cintura hacia abajo sería una Boa, y de la cintura hacia arriba una mujer. El jade y la obsidiana son apenas visibles en la noche, por eso la espanto sumerge su cuerpo en el agua de la cintura hacia abajo antes de transmutarse como mujer unos cuantos instantes.

    Los dioses se dieron cuenta de lo que habían hecho. Sintieron lástima por la soledad futura que acompañaría a este ser durante toda su vida, no tendría una pareja para amar y aparearse para procrear su especie, provocaría miedo a quien la viera, por su cuerpo de serpiente. Entonces, al soplar en su boca el hálito de vida pusieron en ella el elixir de la eternidad y también la magia de la transmutación. Ella sestea desde entonces en las peñas como una mujer, la más hermosa y seductora de todas, pero no tiene órganos sexuales porque jamás crecerá un hijo en su vientre. Mira a los hombres y los desea, se transforma en mujer por un instante porque la transmutación es un don que se ejerce solo temporalmente, no puede ser permanente.
    Ellos vienen y ella suele el volverse espejo de sus deseos: se vuelve la mujer que han anhelado siempre.

    La Cocavacoa solo puede sentir al hombre, como placer, dentro de sí, por su boca, no tiene órgano sexual, se los come, y ellos mueren consumidos por la mujer de sus sueños.



    © Melquiades San Juan.
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    #1
    Última modificación: 25 de Octubre de 2013
  2. Rogelio Miranda

    Rogelio Miranda Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Un placer encontrarme con tu prosa hermosa. Te felicito.

    Saludos.
     
    #2
  3. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Gracias por tu paso y las palabras. Abrazos.
     
    #3

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