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la que comía ceniza

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Melquiades San Juan, 25 de Octubre de 2013. Respuestas: 12 | Visitas: 1575

  1. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Una cosa es ver comer ceniza a nana Geña y otra es dejar que te abrace, te cargue y te cuente cuentos infantiles.
    Nana Geña no sabe contar cuentos infantiles, asusta a los niños, los hace llorar de miedo. Pero los niños, con todo y eso, le piden y le lloran para que ella deje lo que está haciendo y venga al lado del fogón y le cuente un cuento.
    Cuando las brazas arden plácidamente lamiendo la barriga de la olla llena de frijoles con huesos de cerdo, la anciana bruja deja que el calor haga su trabajo y se sienta en un tronco de sauce viejo viejo viejo, que está desde hace muchos años en su cocina. Se recoge hacia arriba y se mete toda la falda entre las piernas estiradas y se prepara para contar un cuento de espantos a los niños. Yo me sé casi todos sus cuentos. Conozco cada movimiento de sus facciones cuando ella está dando vida a sus historias. Me detengo a verle la boca, tiene cuatro dientes muy largos, dos abajo y dos arriba. Amarillos todos. Antes tenía cinco, el que se le acaba de caer vivía enmedio de los dos de abajo. Parecía un trapecista, como esos que vinieron con el circo que se instaló en los terrenos enmontados de la abuela.
    Cuando nana Geña hablaba -lo recuerdo muy bien- el diente se columpiaba y yo no dejaba de mirarlo. Ella se reía mucho cuando me descubría espiando a su diente bailarín. El día que desapareció me dijo que se lo había tragado junto con la ceniza. No he contado aún que nana Geña solo comía ceniza, se metía los puños de ceniza en la boca y los masticaba como si estuviera comiendo maíz molido, ese que llamamos "pinole", ese que utilizamos para preparar el Tazcalatl, o el Potsol.

    Una vez le pregunté a nana Geña por qué comía ceniza, se me quedó mirando mucho tiempo antes de responder.

    -Soy bruja -me dijo-. Soy una bruja muy poderosa, muchos me quieren matar echándome hechizos en la comida. Una vez casi muero hechizada, fue cuando tenía la medianía de edad. Cuando sané me dí cuenta que las gallinas y los guajolotes se comen la ceniza, y como el fuego lo purifica todo, desde entonces como pura ceniza, ceniza y maíz molido y muy tostado, del que yo mismo hago en el comal de barro.

    Esa vez me invitó a comer ceniza, me dio un tremendo empacho que ya mero me muero, me llevaron al médico y me recetó muchas medicinas, no me curé, me estaba muriendo. Vino nana Geña y mamá, como ya estaba desesperada porque no me componía, aceptó que ella me tratara, me dio a tomar uno de esos tés que ella prepara. Luego, con una caña de bambú delgado y una jícara me puso una lavativa con flor de muerto y unos polvos de semilla de ojo de venado, y en un ratito salió todo lo que estaba atorado. Cuando me curé me volvió a dar de comer ceniza,

    -No mata -me dijo-, es cuestión de acostumbrarse.

    A escondidas de mi madre, nana Geña y yo comíamos ceniza de iguana, de víbora de cascabel, de carne de conejo.
    Nunca más me volví a enfermar de nada.


    Las tardes son lluviosas en la selva chiapaneca, las lluvias duran semanas enteras, por eso se da tan lindo el café, por eso todo es tan verde. Mientras llueve la gente se reúne en las barracas del la finca del abuelo y los viejos se ponen a contar historias, se turnan uno tras otro. A mí me gusta escuchar a Zenaida, ella cuenta unas historias muy bonitas, gracias a ella sé cómo fue que el agua de las montañas se viste de gota y cae, era un misterio para mí hasta que Zenaida nos reveló que el agua es sagrada, que es el llanto de los dioses y que cada gota de lluvia tiene su magia, que es bueno pedirle un deseo antes de que caiga a la tierra y toda su magia se la regale a las plantas. También nos contó Zenaida que el viento no es otra cosa que nosotros mismos cuando ya estamos muertos, que no vemos sus cuerpos pero que nos hablan, nos cantan, nos acarician, y cuando se marchan se llevan nuestra voz y nuestro olor para recordarnos por todos los caminos en que ellos andan.

    Entre los autóctonos o nativos de estas tierras, el contar cosas antiguas es un viejo hábito que nunca dejan de practicar. Con ello se remontan a su pasado ancestral y se explica su propia vida. Por eso le cuentan cuentos a los niños para que los cuentos no se olviden y no se muera su memoria. También los niños cuentan, repiten las historias e inventan nuevas, esas que han presenciado ya durante sus cortos años de vida. Las cuentan tal como las miran, se permite acaso que los dioses y los fantasmas intervengan en ellas porque todos saben que los dioses son invisibles y que cuando se aparecen lo hacen porque escogieron a alguien en especial o porque están aburridos y quieren hacer travesuras.

    Un día le pedí a nana Geña que me contara sus cuentos, que me confiara el nombre de todas sus yerbas y sus encantamientos con el humo y el copal. Ella miró su vaso de vidrio y el agua le dijo que yo moriría muy lejos de aquí, que muy pronto no me volvería a ver nunca. Ella lloró mucho esa tarde, cuando dejó de llorar fue a mi casa y me llevó caminando hasta una cascada muy alta y muy hermosa. Sus aguas se parecían a las espumas del mar, cantaba suave, decía su murmullo con mucho misterio, como cantan los coros de las iglesias. Nos desnudamos y nos metimos bajo la lluvia del río. Algo dijo en la lengua que yo entendí porque sabía entender y hablar su lengua. Luego nos fuimos de ahí. Esa noche Zenaida contó uno de los cuentos más hermosos que le escuché. Nos contó cómo los dioses se quitaron una pestaña de cada ojo y lo pusieron en la cola del quetzal. Cuando las demás aves fueron a decirle a los dioses que querían que hiciera lo mismo con ellas, los dioses le dijeron que no, porque el quetzal es un animal que tiene pintados los ojos divinos en su cola y por eso nunca podría vivir en paz, siempre alejado de los hombres, siempre huyendo de las jaulas y del cautiverio.

    Ellos, los dioses, se repartieron entonces, partes de sus cuerpos entre las demás aves. A la golondrina le dieron un aliento de sus bocas para que vaya lejos y vuelva, como ningún otra ave. El Azacuán quiso ser como la golondrina pero los dioses le dijeron que no, que cada uno es diverso aunque no diferente y le dieron también también una lágrima y un soplo para mirar como los dioses miran, y eso mismo hicieron con todas las aves que son migratorias. Hubo aves que prefirieron ser sedentarias y pidieron estar siempre en casa. Las golosas, como las gallinas y los guajolotes que pidieron poder comer todo y de todo. El pato pidió nadar como pez y las garzas jugar con las corrientes de viento. Y así le repartieron de una en una los dones divinos. Yo nunca vi un Quetzal.

    Un mes más tarde se cumplieron mis tiempos y me volví golondrina, aunque llevo algo de todo aquello en el alma que siempre quiere volver y ser niño. Quizá no lo sabe, pero talvez siempre ha sido niño.



    © Melquiades San Juan.
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    #1
    Última modificación: 26 de Octubre de 2013
    A Rigel Amenofis y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. Rigel Amenofis

    Rigel Amenofis Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Excelente relato que no muestra un poco de ese bello estado que es Chiapas. Tan Rico y tan pobre contrastes que solo se pueden dar en nuestro país. Un gusto encontrar tu prosa viva.
     
    #2
  3. Rogelio Miranda

    Rogelio Miranda Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Placentero visitarlo. Felicidades.

    Saludos.
     
    #3
  4. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Hola don, qué maravillosa historia, y Zenaida aparece otra vez, me ha cautivado ese personaje y su nombre. Mientras leía noté el olorcito de esos huevos de cerdo juntos a los frijoles. Cómo me gustan los cuentos y las historias. He tenido que ir a google a mirar la receta del potsol y del Tazcalatl, ya veo que no llevan alcohol o eso parece, porque entonces creería que esas maravillosas historias se deben no a la imaginación sino (no sé si está correcto el sino, junto oseparado, igual separado no) a la ingesta de algún chupito de los mencionados,jajajaj, es bromita. Muchas gracias don como siempre, un placer. Y me encantaría que eso que cuenta esa historia fuese cierto, me encantaría, el viento nosotros de muertos, sería increíble, porque entonces cada vez que noto esa brisa, sería mi madre y mi abuela que vienen a abrazarme. Bueno yo sé que no es así, pero no sé porqué demonios no puede ser. Un beso DON y un abrazo de verdad, se lo mando a través del viento que aquí en Santiago hace mucho, a ver si cruza el Atlántico y le llega. Y si no es así, le dice a la doña que le de uno muy fuerte de mi parte, con permiso de la doña.
     
    #4
    Última modificación: 28 de Octubre de 2013
  5. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Sí, tan rico y tan pobre. Por eso los murales y las crónicas son tan ricas que vienen los neófitos de nuestra cultura a colmarse en ella para enriquecer de vivencias incomprensibles su inspiración: la riqueza. Gracias, y te invitamos a compartir lo tuyo en este espacio.
     
    #5
  6. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Gracias, abrazos Rogelio. Un placer hallarte.
     
    #6
  7. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Huevos de cerdos... ¡Gulp!

    Esas son bebidas refrescantes para una zona y una época sin refrigeradores. El chupito de allá es el aguardiente caña, la nave de todos los olvidos. En primera persona, el texto, para darle un matriz testimonial.

    Abrazos.
     
    #7
  8. Uqbar

    Uqbar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Es fácil sentarse al lado de ese puchero y ver el diente trapecista. Es fácil saltar de cuento en cuento como en las mil y una noches porque la pasión es la que inspira, y se puede beber a sorbos pequeños, o darse un atracón de cenizas ya que no se le indigestan a uno porque siempre hay una sonrisa que despeja canales.
    Es fácil sentirse atraído por estos cuentos porque te hacen viajar en el tiempo. Es un verdadero placer Melequiades, un verdadero placer. Gracias.

    Palmira
     
    #8
  9. carmina burana

    carmina burana Poeta recién llegado

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    Linda, muy linda historia poeta que buen sabor deja...un abrazo.
     
    #9
  10. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    jajajajajaj HUESOS, HUESOS, HUESOS, HUESOS HUESOS, HUESOS, HUESOS, HUESOS, HUESOS, HUESOS, HUESOS, y así hasta cien veces, jajaj Um abrazo.
     
    #10
  11. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Hola Palmira, y has de saber, pues escribes también, que la creación de ellos es como ir de aventura. Abrazos.
     
    #11
  12. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Muchas gracias Carmina Burana, muy agradecido por tu lectura y la invitación a hacer prosa, abrazos.
     
    #12
  13. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Jajaja, sí, porque huevos de cerdo ya es artículo genital.
     
    #13

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