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Claro, oscuro, un amanecer de dilemas

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Melquiades San Juan, 5 de Noviembre de 2013. Respuestas: 1 | Visitas: 803

  1. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Hombre
    Lloraba ante mí con tanta sensibilidad que tuve ganas de despertarme y dejar ese sueño. Me asquea el llanto de los santos, de los íconos. Me asquean las historias de las señoras saturronas escogidas a las que les habla el ícono, para qué, por qué..., qué hay detrás de intenso deseo de estas fulanas de ser vistas como "escogidas" entre las multitudes, habiendo tantos miserables inocentes muertos de hambre y de necesidad, abusados y vejados en el mundo. Qué absurda actitud de estas fulanas y tambien de los fulanos, al insistir que La Santa, El Santo, La Virgen, se les aparece y le habla,les hace portador de un mensaje: la apoteosis de la vanidad.

    No tenía ganas de abrir los ojos aún, la calle estaba todavía silenciosa, supuse desde la somnolencia que precede al pleno despertar que serían las cuatro de la mañana, si abría los ojos la conciencia se apoderaría por completo de mí y ya no podría dormitar. Ensayé el movimiento de cambio de la postura del cuerpo para realizarlo sin despertar. Luego lo hice, fue un éxito. Ella me sintió y se se acomodó detrás de mí, subió su pierna sobre mi cadera y su talón buscó mi vientre. La mano que quedó del lado que soportaba al resto del cuerpo busca el hueco de mi cuello para juntar su pecho con mi espalda, casi me despierta, y si me despierta seguro que yo también la despierto y la mañana se consume de otra forma. Desde el sueño me doy cuenta de su presencia, y recuerda cómo llegamos aquí. Las respiraciones sueltan su vahó somnoliento y nos autoarrullan, vuelvo a profundizar en el sueño y el ícono aparece de nuevo ante mi ser adormecido, le veo la pequeña cabecita de muñeco, me parece tan ridículo, se notan los rastros del pincel en los ojos negros, en las cejas, esa mirada estúpida, muerta, ocupada más en dejar manar la absurda sensación de eunuco piadoso que en buscar un objeto o sujeto para irradiar su presencia. Muevo la vista y él se mueve, es como si me acosara con su mirada. Al fin cedo y espero a que me diga qué quiere.

    -"Los íconos tenemos la piel muy frágil, somos frágiles y mudos; todo mundo lo sabe; somos frágiles, distantes y mudos porque es imposible explicarlo todo, hay cosas que no tienen respuestas y hay respuestas que son incomprensibles".

    Me mira y llora. Me asquea su llanto porque es el llanto de un impotente y un falsario. Sé ante lo que me encuentro, conozco el paradigma, el primitivismo humano, y no me refiero a el periodo ancestral donde nacieron todos estos paradigmas, me refiero al primitivismo del ser, del mío propio, que guarda su propio cofre de dudas tras el candado escéptico, racional, para evitar la seducción del poderoso influjo de los mitos.

    Está ahí, en diálogo de mi preconciente previo al despertar. Llora, son lágrimas transparentes, de una claridad sublime. Como sudor de párpados. Me mira y llora. Sabe que soy un ente inconquistable para el fanatismo religiosos o de cualquier otra índole, entonces no es ese el propósito del ejercicio que mi subconciente hace, lo sé, es otra cosa la que hay que resolver.

    Habla, habla de nuevo:

    -Los íconos tenemos la piel muy frágil, somos muy delicados, somos de una muy endeble porcelana, no resistimos el estrujamiento que exige el devoto que nos ha vuelto su fe. Es difícil la santidad, ser un ícono, ser la respuesta a todas las necesidades del devoto, es terrible ser ícono mudo que no puede advertir ni explicar los porqués, las respuestas. Es terrible el pedestal y su silencio, su soledad, la vida del humo, la candela y el sahumerio. Cuánta soledad hay en los altares, solo con alma de ícono se sobrevive ahí, por eso te adoro Iconoclasta, si supieran mis devotos que tú eres mi libertad.

    Cuándo fue que alguien me dijo que yo era un santo, para volverme su santo. Desde hace mucho tiempo quedaron atrás esos absurdos. Hombre soy, humano de especie, con su jaula con barrotes de alertas para la bestia dañina, presuntamente domesticada.

    Ella se mueve detrás de mí, el ícono ha desaparecido de mi visión en predespertar, ha dicho su mensaje y ha sido explicado su llanto.

    En la calle ya se escuchan los motores de los autos que vienen y van. Dentro reina aún la oscuridad tras las cortinas gruesas, ella se ha despertado, ya recuerdo, anoche hablamos de largos ayunos, de su piel tanto tiempo sin explorar, de mi despertar a los paradigmas de mi sexualidad tan ligada a la piel morena, a los arrugados pétalos de su rosa de chocolate. Es un amanecer que se llena de aromas primaverales guardados en ese capullo otoñal exquisito.

    -¿Es tu piel?, pregunta boba para chupar sus dedos y sus uñas pintadas de negro y rojo, es la moda.

    Los íconos tienen la piel frágil, delgada, de porcelana, son inestrujables. Por fortuna tu piel es oscura, habitable y se deja enroscar como si fuera el ritual del clímax erótico de las serpientes. Luego el silencio con el lenguaje absorbente en que murmuran los besos. Es un ícono mudo sin respuestas, calla para llenar su soledades, se deja estrujar porque en su piel oscura el afecto se digiere entre los poros.

    Blanco y negro. Los íconos mudos en los que los paradigmas han enraizado sus simbolismos y fundamentalismos.
     
    #1
    Última modificación: 5 de Noviembre de 2013
  2. Ro.Bass

    Ro.Bass Guau-Guau

    Se incorporó:
    16 de Marzo de 2013
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    ¡Impresionante! Destaco esto que me encantó, mas toda la obra no sólo está llena de reflexiones
    con las que estoy muy de acuerdo, sino que además, me recordó
    esta parte del Prefacio de Altazor, de Vicente Huidobro:

    “…Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:
    »Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de donde corre la
    sangre de mi luz intacta?
    »Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad.
    »Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana
    de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.
    »Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.
    »Digo siempre adiós, y me quedo.
    »Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.
    »Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba
    y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.
    »Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.
    »Ámame.»
    Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas.
    Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
    Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre
    su rosa blanda…”


    Un gusto leer esto!Abrazo
     
    #2

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